Aceite de krill

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Es un potente antiinflamatorio y posee una gran capacidad antioxidante.

Alivia los síntomas físicos y emocionales relacionados con el síndrome premenstrual.

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El krill es un pequeño crustáceo de apenas 2,5 cm de largo y 2 g de peso que viaja por el océano Antártico en grandes bancos compuestos por millones de individuos. Se caracteriza por emitir una luz fosforescente desde su abdomen por una reacción química en la que interviene el oxígeno. Se alimenta del fitoplancton que flota sobre las aguas y constituye el alimento principal de focas, ballenas, pingüinos y otras especies marinas. Se conocen unas 85 variedades de krill, pero la más extensa y la que incorpora mayor número de nutrientes es la Euphausia superba, denominada krill antártico.

Es el único aceite marino que combina ácidos grasos omega-3

El aceite que se elabora con el krill es el único aceite marino que combina ácidos grasos omega-3 (EPA y DHA), fosfolípidos y antioxidantes, tres sustancias imprescindibles para el organismo humano. El valor añadido del aceite de krill es que sus ácidos grasos omega-3 son mucho más efectivos porque van unidos a fosfolípidos, una estructura química que forma parte de las membranas celulares y que favorece la absorción y biodisponibilidad de estos nutrientes. Además, el aceite de krill es más estable y resistente a enranciarse que el aceite convencional de pescado, lo que conlleva una mayor duración y menor oxidación en el organismo. Por otra parte, no deja sabor a pescado ni produce reflujo, lo que lo convierte en un complemento de fácil aceptación. En Japón se utiliza como alimento y se le llama okiami, un preciado ingrediente de sabor salado utilizado en sopas, ensaladas y entrantes. En el resto del mundo, el consumo de krill se limita al de sus derivados, como el aceite, y se usa como suplemento nutricional.

Propiedades terapéuticas

La ingesta de aceite de krill es eficaz en el tratamiento de múltiples patologías gracias a la sinergia de sus nutrientes:
Es un potente antiinflamatorio. Reduce los niveles de proteína C-reactiva (un compuesto producido por el hígado que aumenta en los episodios de inflamación aguda), y resulta eficaz frente a la artritis y la osteoartritis, reumatismos articulares y otros procesos inflamatorios
Posee una capacidad antioxidante 300 veces superior a la de las vitaminas A y E, y 48 veces mayor a la del omega-3 extraído de los aceites de pescado. Destaca la astaxantina, un potente antioxidante de la familia de los carotenos. Frena, por lo tanto, los daños provocados por los radicales libres: con menos cantidad, el efecto antidegenerativo es superior
Su riqueza en fosfolípidos refuerza a los neurotransmisores como la acetilcolina, lo que redunda en una mejora de la memoria, el humor, el sueño y la fuerza muscular.
Reduce los niveles de glucosa, de triglicéridos y de colesterol LDL (malo) y hace aumentar el HDL (bueno). Ello ayuda a controlar las hiperlipemias y a prevenir las enfermedades cardiovasculares.
Alivia la sintomatología física y emocional asociada al síndrome premenstrual.
En personas saludables, contribuye a un mejor funcionamiento de los distintos órganos y tejidos, promueve la sensación de energía y bienestar y ayuda a mantener la salud en general.

La dosis habitual de mantenimiento es de 2 cápsulas diarias, pero puede incrementarse hasta 8-10 en función del proceso que se desee tratar. En caso de tomar anticoagulantes, hipoglucémicos o hipolipemiantes, un profesional de la salud deberá ajustar las dosis, pues potencia el efecto de este tipo de medicación .

Los ácidos grasos más estables

El aceite de krill antártico aporta los ácidos omega-3 más resistentes al enranciamiento. La estabilidad de su estructura fosfolipídica, junto con su alta concentración en sustancias antioxidantes, lo preservan de la oxidación tanto externa como en el interior del organismo. Conserva su sabor fresco y  propiedades hasta 2 años a temperatura ambiente y 4 años si se guarda en el frigorífico. Además, no presenta el característico sabor de los aceites de pescado, lo que evita el reflujo en personas sensibles.