Reconectar
¿Cómo prolongar las sensaciones del verano? ismo.
¿Cómo prolongar las sensaciones del verano? Las mañanas perezosas, las tardes eternas, las noches sin preocupaciones. Las caminatas a la orilla del mar, las inmersiones en el bosque, las puestas de sol gloriosas. La desconexión casi total, las apasionantes lecturas, la reconexión con uno mismo.
¿Quién dijo que hay que cambiar de “chip” a la vuelta? Pisar el acelerador, resignarse a la rutina, poner el piloto automático. Estrellarse con el coche en el atasco diario, renunciar a la luz diurna, encerrarse sin remisión en el cubículo. Abrir la pantalla del móvil hasta 80 veces al día, no concederse un respiro, caer como fusilados en la cama…
Mientras estábamos de vacaciones, por cierto, se celebró en Munich la conferencia anual de la Sociedad Europea de Cardiología. Y el profesor de la Universidad de Helsinki Timo Strandberg presentó un estudio que demuestra los beneficios para salud del tiempo libre. Quienes no se toman al menos tres semanas de holganza al año -en el mar, en la montaña o incluso en casa- tienen un 37% más de posibilidades de morir jóvenes.
Strandberg arremete en su estudio contra el “estilo de vida agresivo” que se ha impuesto en las sociedades occidentales y el alto nivel de estrés que nos hace a todos más vulnerables. El profesor finlandés nos previene contra las “modificaciones” que nos vemos obligados a efectuar en nuestros hábitos “saludables” para ajustarnos a los rígidos horarios y a las exigencias del mundo laboral.
Septiembre es sin duda el momento ideal para hacer examen de conciencia. La soga del tiempo aprieta, pero no ahoga. Nuestro radio de acción es seguramente mayor que el que imaginamos, y posiblemente tenemos a mano varias válvulas de escape. Por ejemplo: dejar el coche en el garaje y abonarnos al transporte público o volar en bicicleta. O cambiar las largas comidas de rigor por un paseo por el parque o por unos largos en la piscina. O introducir pausas conscientes para reflexionar, para leer un libro de poemas o parar no pensar en nada.
Y buscar afanosamente la última luz del sol, antes de que sea demasiado tarde.