Los bioplásticos ya están aquí

27.11.2012

En 10 años, los bioplásticos han pasado de ser una anécdota a convertirse en el material del futuro.

Pueden sustituir a los productos derivados del petróleo en todas las aplicaciones sin la mayoría de sus inconvenientes. 

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El plástico es el material estrella de la era del petróleo y pese a ofrecer grandes ventajas como la ligereza, la resistencia o la impermeabilidad, se ha convertido en un problema ambiental y para la salud de primer orden. Los 300 millones de toneladas de plástico que se producen anualmente se convierten en una basura casi eterna, peligrosa para los ecosistemas y para la salud de las personas.

Por fortuna existe una alternativa, el bioplástico. La mayoría de personas asociará esta palabra a las bolsas de basura compostables o los bolígrafos promocionales de empresas verdes. Estos productos aparecieron tímidamente en el mercado hace unos diez años. Desde entonces los bioplásticos se han convertido discretamente en una realidad industrial y económica, de hecho, en verdaderas alternativas a corto plazo a los polímeros obtenidos del petróleo. 

LOS FALSOS BIOPLÁSTICOS


Si en el mercado de los alimentos reinó durante años una gran confusión por culpa de la utilización del prefijo “bio” en productos que no eran ecológicos, en los plásticos ocurre algo similar. Aún se consideran bioplásticos aquellos polímeros que reúnen ciertas condiciones de biodegradabilidad, aunque su origen está en la industria del petróleo. 

Según el reconocido doctor Ramani Narayan, del Departamento de Ingeniería Química y Ciencia de Materiales de la Universidad del Estado de Michigan (Estados Unidos), sólo deberían ser denominados bioplásticos aquellos que nacen de fuentes biológicas renovables y además son biodegradables. Igualmente, tampoco debieran considerarse como tales aquellos obtenidos mediante organismos transgénicos.

El primer bioplástico se inventó a principios del siglo XX. Fue el celofán que se fabricaba a partir de celulosa vegetal, pero la producción de plásticos más baratos y versátiles a partir de derivados del petróleo provocó un largo paréntesis en la historia de los plásticos vegetales. Los bioplásticos actuales se obtienen totalmente o en gran parte de almidones de maíz, patata, trigo o tapioca y azúcares de caña o remolacha. Sus materias primas son, por tanto, naturales y renovables y al ser cultivadas reducen el CO2 en la atmósfera, lo que contribuye a la lucha contra el cambio climático. Además son biodegradables, es decir, después de su vida útil se descomponen en elementos orgánicos que pueden reintegrarse en el entorno sin problemas.  

Por su química y métodos de fabricación pueden clasificarse en dos tipos. Uno es el bioplástico de química similar al convencional. La diferencia es que la materia prima –el etileno, por ejemplo– se obtiene de las plantas en lugar del petróleo. De esta manera se pueden producir polietileno o polipropileno a partir de una fuente verde y renovable. Sin embargo, algunos autores no consideran estos productos como auténticos bioplásticos porque no son biodegradables o no lo son en un grado suficiente. De todos modos, para algunos expertos, como María Loreto Valdés, de la International Packaging Press Organization, estos plásticos son una buena opción cuando se asegura su reciclaje. 

Los bioplásticos basados en almidón, que se presentan frecuentemente en forma de película flexible, se utilizan, por ejemplo, para fabricar bolsas. Hasta hace pocos años, los productos finales incluían un porcentaje más o menos alto de poliesteres procedentes del petróleo, pero actualmente su presencia se ha reducido mucho. No obstante, el consumidor responsable no puede estar todavía totalmente seguro de que el plástico sea 100% bio. Sí puede garantizarse que se trata de un plástico biodegradable y compostable, de acuerdo con estándares internacionales, buscando las certificaciones “Ok compost”  (gestionada por AIB Vinçotte) y “Compostable” (creado por el organismo DIN Certco). 

El otro tipo de bioplástico posee una química diferente con intervención de bacterias y microorganismos capaces de producir polímeros. El ácido poliláctico (PLA), que posee propiedades similares al PET (tereftalato de polietileno), se obtiene por reacción química de un monómero producido por determinadas bacterias. Este bioplástico se utiliza mayoritariamente en aplicaciones de embalaje rígido, como las bandejas transparentes donde vienen los tomates ecológicos, por ejemplo. 

Producidos con la ayuda de bacterias

Los PHA (polihidroxialcanoatos) son poliesteres producidos mediante fermentación de una materia prima vegetal con ciertas cepas de bacterias. Esta familia de bioplásticos es una de las más prometedoras para satisfacer prácticamente todas las necesidades de las industrias que quieran sustituir los plásticos convencionales. Por ejemplo, los PHA pueden ser utilizados en moldeado por inyección para construir piezas de automóviles y muchas otras aplicaciones. 

Los polímeros de origen vegetal han dejado de ser un lujo o una excentricidad de ecologistas. Han entrado en el mercado, han sido probados en numerosas aplicaciones y se producen a nivel industrial para todo tipo de usos, incluso aquellos que necesitan materiales duraderos y resistentes, lo que hace pocos años parecía fuera del alcance de los bioplásticos. 

Por ejemplo, la empresa francesa Arkema lleva comercializando bioplásticos duraderos desde hace casi 50 años. La mayoría son productos para la industria y no son conocidos por el público. Pero recientemente Arkema ha elaborado plásticos para marcas de equipamiento deportivo de élite. Las gafas del mejor nadador de todos los tiempos, Michael Phelps, son de bioplástico y, por supuesto, no se deshacen en el agua. Como son de bioplástico las zapatillas de Usain Bolt, el ser humano más veloz. O las botas de esquí Atomic Renu, que recibieron el Premio Eco Responsibility en la mayor exposición de esquí del mundo (Ispo, en Munich)

Quien todavía piense que el bioplástico se queda en los pequeños objetos, por muy de vanguardia que sean, y que no puede sustituir todos los usos del plástico convencional, sencillamente se equivoca. La prueba es que DuPont –sí, la multinacional petroquímica– y Denso Corporation han lanzado al mercado de la automoción ¡un radiador! fabricado con plástico de materias primas renovables. Poco más se puede decir sobre las propiedades que pueden ofrecer los bioplásticos y su futuro. En los coches es donde el plástico convencional ha alcanzado su clímax tecnológico, que ha permitido reducir el consumo de combustible —al ser los vehículos más ligeros— y aumentar la seguridad y el confort. Sin duda, a medida que aumente el precio del petróleo y la conciencia ambiental de los consumidores sea mayor, cada pieza será sustituida por su alternativa de origen vegetal.

Las ventajas de los bioplásticos

Pueden reducir la huella de carbono. 

Necesitan menos energía en la producción. 

No gastan materias primas no renovables. 

Reducen los residuos persistentes, no biodegradables.

No contienen aditivos perjudiciales para la salud como los ftalatos o el bisfenol A. 

Su textura puede ser más natural y agradable al tacto.

No modifican el sabor y el aroma de los alimentos contenidos.

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