La dimensión "ecológica" de la muerte
El biólogo Jordi Miralles reclama una exequias más respetuosas con el planeta en Simplicidad en el arte de morir
En las islas británicas hay más de 260 cementerios "naturales", muchos de ellos en pleno bosque, donde un puede ser enterrado en un ataúd de cartón, de mimbre o de bambú, o incluso en una mortaja de algodón ecológico biodegradable. La "tradición" empezó en 1993 con el cementerio de Carlisle y se trata de una opción cada vez más popular, gracias a la labor de The Natural Death Centre.
Al otro lado del Atlántico, se celebró recientemente un congreso titulado "Vida, Muerte y Futuro Verde", impulsado por el Green Burial Council para divulgar los beneficios de los entierros "naturales". El estado de Washington fue el primero en aprobar hace dos años la "reducción orgánica natural de los restos humanos", y la Fundación Métamorphose abandera desde Bélgica el proceso bautizado como "humusación", usando técnicas de compostaje y de la permacultura.
En España, mientras, la muerte sigue pesando como una losa, las opciones "ecológicas" son escasas y engañosas y casi el 40% de los fallecimientos acaban en incineración (somos el país con más hornos crematorios de Europa). Contra el desfase que existe en nuestro país se rebela el biólogo y activista Jordi Miralles (Sabadell, 1959) en un libro, "Simplicidad y arte en el morir", que recuerda de entrada la anacrónica pervivencia del Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria de 1974.
"Seguimos funcionando con una legislación franquista y el 60% de población tiene contratado un seguro de decesos creado en esa época", denuncia Miralles, fundador de la Sociedad Catalana de Educación Ambiental en 1985 y de la Fundación Tierra un década más tarde. "Mantener el tabú de la muerte es la garantía para que el lucro persista. Y no hay mercado que cambie si el consumidor no se empodera".
Simplicidad y arte en el morir (Pàmies Vitae edicions) es precisamente un llamamiento a favor de una muerte "más liviana, humilde y alineada con los procesos naturales". "El primer paso es romper el tabú", recalca. "Y eso se consigue con la divulgación de todo lo relacionado por con el proceso de morir, en su dimensión tanto biológica como espiritual".
La inquietud se le despertó en el 2004, cuando Greenpeace lazó la campaña contra el uso de madera tropical, y uno de los sectores que atacaron fue el de los fabricantes de ataúdes. "En aquel momento pasó por Fundación Tierra una estudiante que estaba en duelo por la muerte de una amistad y se ofreció a indagar en el impacto ambiental del proceso funerario", recuerda Jordi. Así nació la monografía de "Ecofunerales", que en el 2011 acabó fraguando en un proyecto del mismo nombre de la compañía de seguros DKV y de la funeraria Memora.
El biólogo catalán siguió su búsqueda por su cuenta y rieso con la página web funeralnatural.net, posiblemente el mayor compendio de artículos y reseñas sobre libros que tocan el tema de la muerte en toda su amplitud.
"Miedo de vivir, miedo de morir, miedo de sufrir..." Miralles se remite a las palabras de de J. Krishnamurti, que habla del amor a la naturaleza y en el corazón como antídoto a ese miedo ancestral que en su opinión ha sido usado durante siglos por las religiones...
"Ahora se hace lo mismo con la pandemia, con el ataque de los virus mutantes, malignos, cotagiosos y mortales. Los ritos funerales cumplen una importante función en toda sociedad, para ayudar a sanar el duelo. Por eso durante el confinamiento se prohibió participar en ellos mientras se podía entrar sin problema en los supermercados".
El miedo, en opinión del biólogo, se pierde con el conocimiento: "Los rayos y truenos dejaron de ser atemorizantes cuando supimos que no eran la cólera de Dios sino un simple fenómeno atmoférico... Con la muerte paso algo parecido: desde comprender por qué nuestro cuerpo se descompone hasta lo que sucede con experiencias cercanas a la muerte (ECM). Todas las personas que han pasado por esas experiencias regresan llenas de amor, gratitud y con el propósito de ayudar al resto de los seres humanos a perder el miedo a la muerte, a aceptar que es solo un tránsito... como lo es el nacimiento dese el vientre de la madre a la vida terrenal".
"Cada cual que se despida según sus creencias", sugiere Miralles, que clama por funerales con rituales propios y elegidos conscientemente, fuera de los socorridos contextos religiosos o de la insoportable asepsia de los tanatorios: "¿Por qué no poder velar durante una hora un ataúd en un museo o un centro cívico?".
"En otros países, los servicios funerarios se adaptan a los clientes, pero en España es el cliente quien dede adaptarse a las empresas funerarias sí o sí", apunta el autor de "Simplicidad y arte en el morir", que pone como ejemplo los obstáculos a la comercialización en nuestro país de los ataúdes de cartón: "El precio del funeral se basas sobre todo en el precio del ataúd, y si es de madera todavía puede "ser caro" ¡Pero de cartón! El negocio pasaría de ser ultralucrativo a simplemente razonable".
"Los entierros ecológicos pueden ser sustancialmente menos costosos, más respetuosos con el medio ambiente y espiritualmente terrenales, al permitir el regreso a la tierra de una forma más natural", concluye Miralles, que ofrece en su libro consejos para minimizar la huella ecológica en todo el proceso, desde el transporte del féretro a los ornamentos florales, pasando por la elección de urnas cinerarias: biodegradables, biosolubles, con micelio de hongos o incluso con sustrato para plantar árboles.
"Pero sin duda la opción más ecológica de tratamiento para la materia orgánica es el compostaje", concluye el biólogo. "En dos o tres meses, la basura orgánica se convierte en humus fértil y sano, y lo mismo ocurre con el cuerpo humano sin vida. Ahora bien, conviene no confundir el compostaje con la descomposición: estamos hablando de una biotecnología todavía reciente, que requiere de oxígeno, de humedad y de diversidad de materias orgánicas y microorganismos en un proceso acelerado".
Jordi Miralles bebe de innumerables fuentes científicas, espirituales y filosóficas en su libro y habla finalmente de morir como "un acto vital", por la senda de la simplicidad y del desapego trazada de nuevo por J. Krishnamurti. "En nuestra sociedad consumista-capitalista nos apegamos a las pertenencias y renunciamos a soltar lo innecesario, como los árboles que se desprenden de sus hojas en otoño", recueda el biólogo. "Tenemos que volver a acercarnos a la visión de la naturaleza, a aceptar que somos parte de ella y que debemos aceptar sus leyes, no la de los oligopolios".
La "aquamación" de Desmond Tutu
Desmond Tutu ha sentado un precedente con su "despedida ecológica" en un sencillo ataúd de pino ("el más barato disponible") y eligiendo la "aquamación" como alternativa a la cremación. "Está bien que las figuras mediáticas propongan nuevos métodos, aunque es una lástima que al arbobispo Tutu no le hayan asesorado mejor con alternativas aún más ecológicas", advierte Jordi Miralles, que recuerda cómo la "aquamacion" consiste ni más ni menos que en "disolverse en una piscina con ácido". Aún así, los impulsores de esta tecnología sostienen que se produce un ahorro del 90% de energía y que no produce emisiones. El cuerpo se coloca en una máquina de hidrólisis alcalina, compuesta por una cámara hermética llena de una solución de agua y productos químicos. La cámara se calienta, licuando el cuerpo y dejando sólo los huesos que, una vez seco, se pueden pulverizar. Los restos son un 32% más voluminosos que las cenizas de una cremación y requieren por tanto una urna mayor.