Asesinados por defender la naturaleza

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Bruno Pereira, un "indigenista" defensor de los derechos de las tribus de la Amazonia, y Dom Phillips, periodista británico, fueron asesinados en los confines de Brasil y Perú.

Bruno Pereira era un "indigenista" de 41 años que llevaba media vida defendiendo los derechos de las tribus de la Amazonia contra la minería ilegal, la tala indiscrinada y la caza y la pesca furtivas. Dom Phillips era un periodista británico de 57 años que decidió consagrarse a la información ambiental al poco de afincarse en Brasil y estaba ultimando un libro titulado: Cómo salvar la Amazonia.

      Murieron a balazos en un paraje conocido como Lago do Preguiça, en el valle de Javari, en los confines de Brasil y Perú, por adentrarse más de al cuenta en un territorio codiciado tanto por los pescadores furtivos como por los carteles de la coca. Fueron asesinados por defender la naturaleza, como otros 227 activistas ambientales que murieron en ataques letales en el 2020 según la asociación Global Witness.

    "Sus muertes son un trágico recordatorio de la lucha letall en defensa de los derechos de la tierra y de las comunidades indígenas, especialmente en Brasil, uno de los países más peligrosos del mundo para los defensores ambientales", puede leerse en el tributo que les rinde Gobal Witness, que reclama a las autoridades brasileñas que lleguen hasta el fondo para averiguar quién está detrás de los asesinatos (más allá de los pescadores furtivos Amarildo y Oseney da Costa de Oliveira, que han reconocido haber apretado el gatillo).

    Brasil es el cuarto país por el número de muertes de activistas ambientales, por detrás de Colombia, Mexico y Filipinas, aunque las estadísticas locales ofrecen un panorama aún más preocupante. En el 2021 se produjeron 430 incidentes violentos contra periodistas en el país. En el 2020 se llegaron a contabilizar hasta 8.729 muertes violentas relacionadas con conflictos "ambientales y agrarios" en la región de la Amazonia, según el Foro Brasileño de Seguridad Pública.

    Pat Venditti, director de Greenpeace en el Reino Unido, no ha dudado en apuntar estos día a lo más alto y en acusar al presidente Jair Bolsonaro de "dar la licencia moral y política para las actividades depredadoras" en la Amazonia desde su llegada al poder en el 2019. Unos meses antes, describiendo la amenaza de la deforestación en el estado de Rondôdonia y las propuestas radicales del entonces aspirante Bolsonaro , el propio Dom Phillips llegó a escribir en The Guardian: "La nueva guerra contra los bosques de Brasil y sus defensores ha comenzado".

     "Las huellas digitales de Bolsonaro están sobre todo esto", titula sin ambages este domingo The Observer, que indaga en "cómo la guerra a la Amazonia del presidente brasileño jugó su papel en el doble asesinato".

       Bruno Pereira, sin ir más lejos, trabajó durante años en la Funai, la agencia oficial consagrada al contacto con las comumidades indígenas, descrita por Bolsonaro como "un nido de ratas". Pereira fue de hecho despedido del Funai en el 2019 tras haber logrado paralizar un proyecto de minería ilegal. En los últimos meses trabajó en el Observatorio por los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas Aislados o Recién Contactados (OPI), un grupo que ampara a 26 tribus en el remoto valle del Javari.

     Dom Phillips, colaborador habitual de The Guardian y The Washington Post, estaba trabajando en su libro "Cómo salvar la Amazonia", financiado por la Fundación Alicia Patterson. En el último año, él y su esposa, Alessandra Sampaio, habían hecho sacrificios econónicos para poder concluir su investigación, que pensaba acabar en los próximos meses.

    Su incursión por los meandros el río Itaquaí iba a ser colofón del libro. "Este iba a ser su último viaje, por eso se llevó a Burno para intentar contactar con las tribus indígenas del valle de Javarí y contar su historia", relata su hermana, Sian Phillips. "Iban a ser cuatro días y tenía un sentido de urgencia".

   "Era un hombre cauteloso y consciente de los peligros como reportero en Brasil", recuerda por su parte su cuñado Paul Sherwood. "Siempre tomaba precauciones y por eso se apoyaba en alguien con conocimiento del terreno como Bruno. Era consciente de que mucha gente podría no estar contenta con las verdades incómodas que estaba descubriendo".

    "Creemos que fue atacado ciertamente por gente implicada en la pesca futiva", agrega Sherwood. "¿Pero quién sabe lo que hay detrás? Hay mucho tráfico de drogas y crimen organizado en torno a estas actividad. Queremos que se haga justicia y que los periodistas y los protectores de la Amazonia puedan seguir informando de lo que ocurre y dando voz a los pueblos indígenas".

    "Dom Phillips murió intentando advertirnos de la guerra contra la naturaleza", escribe por su parte el corresponsal ambiental de The Guardian Jonathan Watts. "El no era un activista, como Burno Pereira, pero amaba la naturaleza y sabía lo importante que era este trabajo. La línea de fuego de esta guerra está en las regiones más biodiversas del planeta. Los gobiernos corruptos y el crimen organizado quieren explotar la madera, el agua, los minerales y las riquezas naturales para tener beneficios a corto plazo. Y lo único que se interpone en su camino son la comunidades indígenas".

    El doble asesinato del activista brasileño y el periodista británico ha tenido un impacto comparable a la trágica muerte del sindicalista Chico Mendes en el 1988 que galvanizó al movimiento ecologista en todo el mundo. En el 2005, también a manos de los rancheros, murió asesinada la monja noteamericana y activista Dorothy Stang... 

     "Dom y Bruno sabían lo crítica que es la situación en la Amazonia y su muerte nos debe servir como llamada de alerta", alvierte Robert Muggah, confundador del Instituto Igarapé, volcado en la detección e investigación de delitos ambientales en Brasil. "Desde que Bolsonaro llegó al poder, sus aliados han debilitado las instituciones del medio ambiente y han dado incentivos a los mineros, a los deforestadores y a los cazadores para cometer los crímenes que están sucediendo y que van a tener unas implicaciones catastróficas".

     Robert Muggah recuerda por útlimo el mensaje que Dom Phillips envió hace unas semanas a otro periodista, a modo de anticipo, del libro que estaba escribiendo: "Del 80% del bosque que aún queda, el 40% está desgradado. La Amazonia no es el lugar protegido y prístino que mucha gente imagina. La verdad es que está mucho más amenazado de lo que podamos creer".

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