El rey "ecologista"

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Carlos III predica con el ejemplo y lleva más de 40 practicando la agricultura ecológica  en Highgrove, su retiro "verde" en la campiña inglesa.

¿Es el rey Carlos realmente un ecologista o se trata solo de una pose? ¿Lleva realmente a la práctica lo que predica o todo se queda en discursos sobre el cambio climático? ¿Se morderá ahora la lengua bajo el peso de la corona o seguirá lanzando ocasionalmente mensaje ambientales?

    Caso todas las respuestas las tenemos en Highgrove, el "paraíso-granja" de más de 364 hectáreas en Gloucestershire, en donde tomó fuerzas durante la maratón del funeral de Isabel II el próximo lunes. Hasta allí llegó en helicóptero, y a menudo se desplaza en avión privado. Para compensar, presume de haber modificado su Aston Martin, que ahora funciona con bioteanol producido con “sobras de vino blanco inglés y suero del proceso de elaboración del queso”.

     Su mayoría de edad ambiental se produjo cuando tenía 21 años, con un discurso e en Cardiff donde habló por primera vez del impacto de la contaminación, la sobrepoblación y los residuos. Diez años después decidió comprar Highgrove y se apoyó como "maestra" de jardinería en la Reina Madre, con quien compartió su incipiente pasión en Birkhall, su propia residencia a tiro de piedra de Balmoral en Escocia. 

   Highgrove fue algo así como su capricho o "proyecto" de soltero, y allí alimentó esa pasión por la naturaleza que dura ya cuatro décadas. En su último discurso como Príncipe de Gales en Escocia, días antes de la muerte de su madre, el propio Carlos reconocía que le llamaron "idiota" cuando apostó por la agricultura y ganadería ecológica hace más de 40 años, por su preocupación por el uso excesivo de pesticidas y antibióticos (influido entre otros libros por "La primavera silenciosa" de Rachel Carson.

    "Su preocupación ambiental es del todo sincera y no es simplemente una pose "verde", como algunos podrían pensar", nos confesó en su día Tony Juniper, asesor ecológico del entonces Príncipe de Gales y co-autor junto a él del documental "Armonía" (2010) y del libro-guía "Cambio climático" (2017) en la popular colección Ladybird.

    "Su inquietud tiene detrás mucha experiencia: Highgrove ha sido de alguna manera su laboratorio de pruebas", atestigua Juniper. "Es más, he llegado a la conclusión que, de no haber sido el sucesor de Isabel II, habría sido probablemente granjero".

    "Los pequeños agricultores se han convertido en el parachoques de la incertidumbre económica en la producción de alimentos", escribió Carlos en otro de sus opúsculos antes de ser rey, "On the future of food", publicado en la revista Country Life. "Ellos son los que asumen todos los riesgos y los que reciben al final la pero porción de los beneficios".

   Carlos hablaba su propia experiencia. Precisamente en Highgrove nació Duchy Organic: su línea de más de 200 productos ecológicos va de los huevos a las verduras, pasando por salsas y mermeladas, una ginebra orgánica y hasta un perfume propio (Highgrove Bouquet). El sello orgánico llega a más de 30 países y factura del orden de 10 millones de euros al año. 

   Su acuerdo de producción-distribución con los supermercados Waitrose rompió moldes en el Reino Unido, aunque la subida al trono va a obligar al rey (ya lo anunció en su primer discurso) a renunciar a todos sus trabajos paralelos en la Prince Foundation, que posiblemente asumirá William.

    Carlos ha ido de hecho pasando poco a poco a su hijo mayor el testigo verde, incluido un período como estudiante de su asesor Tony Juniper en Cambridge. En el 2020, y de la mano de David Attenborough (que tiene también 96 años y era el segundo británico más venerado después de la Reina), William lanzó el premio Earthshot, que distingue la labor de personas e instituciones para "restaurar" la Tierra.

    El nuevo rey, que este verano instó a los británicos a tratar "la crisis climática como una emergencia" cuando las islas británicas superaron por primera vez en su historia los 40 grados, tendrá que poner su activismo en remojo bajo el peso de la Corona. Aun así es de esperar que, como hizo en la Cop26 de Glasgow, aproveche las grandes ocasiones para seguir mandando mensajes a sus compatriotas y difundiendo conceptos que él mismo ha puesto en práctica en su granja, como la agricultura regenarativa o la economía circular (Highgrove cuenta un sistema de captación del agua de lluvia y con un programa de compostaje de todos los residuos orgánicos).

    Entre abril y octubre, con cita previa, británicos y turistas pueden vistar los jardines y escuchar el saludo personal del monarca en el vídeo de bienvenida: "He puesto mi alma en Highgrove y todas las cosas que he intentado hacer en este pequeño rincón de Gloucstershire son la expresión física de mi filosofía personal".

    "Mi principio ha sido trabajar con la naturaleza y no contra la naturaleza", recalca el monarca. "En Highgrove no usamos productos ni fertilizantes químicos. Todo es ecológico, y todo ha ido creciendo con la ayuda de una gran equipo que ha trabajado conmigo durante años. Mi esperanza es que quienes visiten el jardín encuentren algo que les inspire, les facine o les relaje".

     El viaje empieza con el Jardín del Reloj, que fue el primero en crecer, marcando la frondosa bienvenida a la mansión de estilo georgiano.  De ahí pasamos al Jardín de la Terraza, donde la piedra se integra prodigiosamente con la vegetación en el pabellón de roble, diseñado por Mark Hoare. La tercera parada es el Jardín Comestible con el que Carlos se anticipó a la tendencia del huerto orgánico, coronado por el túnel de las manzanas (hasta 15 variendades distintas) y por todo tipo de coles y lechugas para consumo doméstico.

   Para Carlos, la jardinería es un arte emparentado con la pintura. La naturalista Miriam Rothschild contribuyó precisamente a la pincelada más deslumbrante de Highgrove: el prado de las flores silvestres, segado por las ovejas en el otoño, donde crecen en todo su amarillo esplendor los narcisos silvestres, moteados por el morado del "delfinium" o por los colores de hasta 32 especies amenazadas, como la margarita de ojo de buey o la cresta de gallo.

   El Jardín Mediterráneo, la Pérgola de la Rosas, el Camino de los Tilos o el Paseo de las Azaleas se van sucediendo ante nuestros ojos con una increíble sucesores de colores y aromas. Para el final queda el arboretum, la parte más silvestre, diseñado por el propio Carlos y con estatuas en honor de dos de sus "ecohéroes" más admirados: la activista india Vandana Shiva y el fundador de la Soil Associattion Patrick Holding.

   La transición entre el jardín y la granja la marcan más de 200 gallinas, que no solo dan huevos camperos, sino que de paso fertilizan la tierra. Un cartel deja claro que estamos en "zona libre de trasgénicos". Y una extraña sensación se apodera del visitante tras una inmersión natural que puede prolongarse toda una mañana.

    "Habrá quienes piensen que Highgrove no pertenece al mundo real o que se trata de una cara indulgencia", reconoce el ilustre anfitrión en su vídeo de bienvenida. "Sin embargo, lo que estamos viendo no son más que soluciones basadas en la naturaleza, que es nuestra mejor maestra".

    El monarca no ha desvelado aún cuál será el futuro de su mansión del alma en la campiña inglesa, pero probablemente la siga reservando como parte de su legado "verde" y como el lugar para reencontrarse consigo mismo y con la naturaleza, lo que para su madre simbolizaba Balmoral en las Tierras Altas ecocesas.

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