Regenerar el planeta
El biólogo y pensador Daniel Wahl propone ir más allá de la sostenibilidad en Diseñando culturas regenerativas
Más allá de la sostenibilidad hay un concepto que está ganando impulso en los últimos años: el desarrollo “regenerativo”. De la agricultura a la economía, del diseño al urbanismo, la idea es crear “las condiciones propicias para la vida”, una receta tomada de la propia naturaleza para crear ecosistemas cada vez más complejos y diversos.
“La sostenibilidad por sí misma no nos basta”, apunta el biólogo, pensador y divulgador ambiental Daniel Wahl, nacido en Munich (1971) y afincado en Mallorca, autor de un libro adelantado a su tiempo que por fin ve la luz en español: Diseñando Culturas Regenerativas (Ecohabitar).
“La palabra sostenibilidad puede resultar inadecuada si nos preguntamos: ¿qué es lo que realmente debemos sostener?”, apunta Wahl. “Después de trabajar durante años y de completar incluso mi tesis sobre el diseño sostenible, me di cuenta que tenemos que dar un paso más. Necesitamos avanzar hacia cultura regenerativa, resiliente y adaptable, que sirva para crear un futuro próspero para el planeta y para la humanidad”.
Daniel pone el énfasis en la palabra “cultura”, porque a su entender es también la cuarta pata que faltaba hasta ahora en la ecuación: “La economía, la ecología y la sociedad han sido consideradas como las tres patas de la sostenibilidad. Pero el cambio más profundo es quizás el que debe producirse a nivel cultural, porque es ahí donde está la clave de nuestra visión del mundo. La cultura es la que marca nuestros patrones de conducta y de pensamiento, y la que nos permitirá dejar atrás esas ideas “cortoplacistas” que nos han llevado hasta este punto crítico”.
Diseñando culturas regenerativas” fue escrito y publicado originalmente en inglés cuatro años antes de la pandemia. Pero su mensaje de “salud y resiliencia” es de una palpitante actualidad, unido a su valor como respuesta a la emergencia climática, a la pérdida de biodiversidad o al agotamiento de los recursos, entre otras crisis ambientales que se venían acumulando bajo la alfombra.
“Estamos asistiendo al derrumbe de un sistema que ya no nos sirve”, advierte Wahl. “Lo importante es admitir que eso forma parte del proceso de la vida misma. Así es cómo ha evolucionado la vida en la Tierra durante 3.800 millones de años y así es como seguirá funcionando”.
Daniel Wahl se siente deudor entre otros de Fritjof Capra, autor de La red de la vida o del profesor de Estudios Ambientales David Orr. Tampoco puede olvidar lo aprendido junto a John Todd (el inventor de las “ecomáquinas”) o a Janine Benyus, la autora de Biomímesis, de quien recibió una de las leccionesa más valiosas…
”La vida tiende a crear las condiciones conducentes a la vida. La naturaleza tiene esa capacidad prodigiosa de regenerarse, adaptarse y funcionar en un nuevo contexto. A nosotros nos toca descifrar cómo lo hace y aplicarlo a la economía, a la producción de alimentos o al diseño de las ciudades, que deberían funcionar como auténticos ecosistemas. Nos corresponde también encontrar nuestro propio lugar, junto al resto de los seres vivos, y dejarnos de creer que estamos por encima de la naturaleza o que la podemos controlar”.
En la naturaleza no existe por ejemplo el concepto del residuo: todo se reaprovecha cerrando ciclos, en un sistema que aspira a emular lo que ya conocemos como economía circular. El desarrollo “regenerativo” va aún más allá y pretende imitar los flujos enriquecedores de los sistemas vivos, con su capidad para restaurar el daño y adaptarse a los cambios.
Con los pies en la tierra, tras ejercer como director del Findhorn College en Escocia y compaginándolo con su trabajo con Gaia Education o International Futures Forun, Wahl lleva una década intentando aplicar la teoría en Mallorca: “Me instalé aquí porque estaba convencido de que el mejor laboratorio de pruebas es una isla, con los límites bien definidos. Y este caso cuatro islas, de tamaño muy distinto, y unidas por el mar, con todo su todo su poder regenerador”.
Mucho antes de que golpeara la pandemia, Daniel Wahl daba seminarios hablando del “turismo regenerativo” e introduciendo la idea de la economía circular “a un sector que hasta entonces había funcionado con un sistema extractivo y degenerativo”. El coronavirus ha sido como un “tsunami” para la islas, que de pronto han descubierto que no se puede depender exclusivamente del “monocultivo” del turismo.
“Hay diversificar la economía en las islas y hay que crear ante todo una conexión regeneradora terrestre y marina”, advierte Wahl, que fue biólogo marino e instructor de buzo en su juventud. “Tarde o temprano, el turismo volverá a la isla, pero será en menor escala y con un nuevo modelo que ya no será “extractivo”, sino que dejará riqueza en la isla e impulsará el cultivo ecológico de alimentos, las redes locales de suministro o la nueva movilidad eléctrica. Las islas podrían ser también un “hub” de nuevas tecnologías verdes para la industria naval. Y por supuesto tendrían que preservar el mar como fuente extraordinaria de riqueza, con una pesca sostenible y una protección de las costas”.
En las islas, atestigua Wahl, existe ya un magma palpitante de cambio que venía de antes, pero que está saliendo a flote precisamente ahora… “Hay muchas iniciativas en marcha, pero creo que ha llegado el momento de crear sinergias. Nos hace falta un catalizador que sirva de punto de encuentro entre las inciativas impulsadas por gente local y la gente que llega de fuera”.
Wahl aspira ni más ni menos que a la creación de un Centro de Aprendizaje para la Regeneración Biorregional que convierta las Baleares es referente mundial, no ya de “recuperación verde”, sino de “auténtica transformación ante las grandes preguntas a las que tendremos que responder en esta crisis”.
Todo girará en un futuro inaplazable en torno al concepto de “biorregión”, vaticina Wahl: “Una economía resiliente a las crisis tendrá que reoganizarse en función de la proximidad, con las cuencas de agua como referente, y a nivel de comunidades y regiones. Eso sí, con una visión de salud planetaria y de colaboración y solidaridad a escala global”.
En opinón del Wahl, ha sido curioso comprobar cómo por debajo de la pandemia, y pese a las restricciones de movimiento, se han ido potenciando estas redes de activismo y ha terminado emergiendo con más fuerza que nunca la poderosa idea… “El 2020 ha sido un año trágico para muchos, pero al final puede ser el punto inflexión. Creo que es ahora cuando la gente ha abierto lo ojos y ha tomado por fin conciencia. El siglo XXI puede ser al final el siglo de la regeneración”.
Funcionar como “sistemas vivos”
Decenas de organizaciones en todo el mundo están trabajando ya en el concepto del “desarrollo regenerativo”, aplicado fundamentalmente a la economía, la agicultura y al diseño de comunidades locales. En octubre del 2019 se celebró el primer encuentro mundial en Boulder (Colorado), la Regenerative Earth Summit. Sintetizamos aquí algunos de los ejemplos más reconocidos.
. Regenesis (Nuevo México). Co-creado en 1995 por Pamela Mang, Tim Murphy y Ben Haggard, es uno de los grupos pioneros de la idea, aunando el trabajo de educadores los campos de la permacultura y del diseño ecológico.
. Capital Institute (Nueva York). Volcado en aplicación de los principios “regenerativos” en el campo de la economía y las finanzas, y en el funcionamiento de las comunidades como “sistemas vivos”. Su impulso ha servido para crear la Red de Comunidades Regenerativas, extendida por ocho países.
. Costa Rica Regenerativa. Referente mundial por la preservación de la naturaleza, Costa Rica ha sido elegido como el primer “hub” de desarrollo regenerativo, con una división del país en “biorregiones” y planes de relocalización económica que tengan en cuenta “los roles de todos los componentes de la red de la vida”.
. Regenerate Australia. El proyecto auspiciado por la WWF, con el destino de 270 millones de euros a restaurar los hábitats y a revitalizar las comunidades afectadas por los devastadores incendios que asolaron el sureste del país entre el 2019 y el 2020.
. Mancomunidad de Naciones. Bajo los auspicios de Patricia Scotland, la Commonwealth (que abarca a 53 naciones y a 2.400 millones de habitantes) lanzó la iniciativa global “Desarrollo Regenerativo para Revertir el Cambio Climático”. El trabajo de la economista británica Kate Raworth (“La economía rosquilla”) sirve de referencia obligada para buscar un punto de encuentro entre el bienestar humano y los límites planetarios.