2024: el reto de "eliminar" los combustibles fósiles
El año más caluroso jamás registrado se cerró con un acuerdo que debería suponer "el principio del fin" de los combustibles fósiles.
El triunfalismo con el que Simon Stiell, máximo responsable de cambio climático de la ONU, acogió el texto final de la COP28, contrastó sin embargo con el escepticismo del secretario general António Guterres, que clavó una espuela final con la mirada puesta en el 2024: "A quienes se han opuesto a una clara referencia a la "eliminación" de los combustibles fósiles, quiero recordarles que la eliminación es inevitable, les guste o no". Este volverá a ser pues el reto de la COP29 en Azerbayán ("tierra de fuego"), el tercer "petroestado" consecutivo que acoge una cumbre del clima. Las ONGs y los grupos ecologistas han vuelto a poner el grito en el cielo y han recordado de paso el pobre expediente de derechos humanos de Bakú, sobre la que pesa aún la leyenda de la "ciudad negra", forjada por los trabajadores de la industria del petróleo.
Como contrapunto, en los suburbios de la capital está tomando cuerpo la así llamada "ciudad blanca", con la que Azerbayán intentará demostrar al mundo que está dispuesta a "hacer la transición para alejarse de los combustibles fósiles", el eufemismo que se sacó de la manga el sultán Ahmed Al Yaber para salvar su reputación y la de los Emiratos Arabes Unidos.
Más de 130 países volverán previsiblemente a la carga para pasar del ambiguo "transition away" al terminante "phase out". O sea, el compromiso para "eliminar" el carbón, el gas y el petróleo, y a ser posible con un calendario sobre la mesa. Esa será la auténtica "prueba de fuego" a finales del 2024 en Azerbayán, donde persistirá sin embargo el temor a una nueva marcha atrás, aprovechando que el petróleo juega de nuevo en casa.
Pese a las duras críticas por parte de la clase científica, de los países vulnerables y de las organizaciones de justicia climática, lo cierto es que la COP28 ha mandado al mundo una primera y tímida "señal" sobre el futuro de los combustibles fósiles, al cabo de casi tres décadas ignorando, escondiendo o eludiendo la raíz del problema. En los próximos meses se comprobará si efectivamente es una señal "demasiado débil" que no compromete a nada, o si va a ser suficiente para marcar el punto de inflexión.
En el horizonte hay señales contradictorias. Las predicciones de un aumento de la demanda de petróleo de un 1,7% para el 2024 han dejado a paso a una posible "desaceleración" en el último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que constata cómo el consumo global ha caído de 2,8 millones de barriles diarios a 1,9 millones en el último trimestre del 2023.
La ralentización de la economía china puede ser un factor, aunque los expertos no acaban de ponerse de acuerdo sobre si el 2024 marcará finalmente el "pico" en el consumo global de petróleo que debería alcanzarse lo antes posible, para poder lograr la reducción global de emisiones del 43% by 2030 (y no superar el techo de 1,5 grados de aumento de las temperaturas).
"Al final del día, será la demanda la que decida y dicte qué tipo de energía vamos a a necesitar", declaró el sultán Al Yaber como contrapunto a la COP28 y en su doble papel de director ejecutivo de la petrolera Adnoc. El anuncio de que Emiratos Arabes Unidos planea seguir adelante con su planes de explotación del gas y del petróleo (e invertir 138.000 millones de euros en cinco años) ha provocado una cascada de críticas por "traicionar" el acuerdo de Dubái.
El 51% de los planes de expansión de los combustibles fósiles se lo reparten entre cinco países del norte global: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Noruega. Una tercera parte de los proyectos están abanderados por EEUU, que sigue siendo el mayor productor mundial de petróleo y gas, pese al empeño del presidente Joe Biden de lavar la imagen de su país con el impulso a las renovables contenido en la Ley de Reducción de la Inflación.
Más de 230 grupos han pedido al Departamento de Energía la cancelación de nuevas licencias de exportación del gas natural licuado, responsable de una nueva fiebre del oro en el golfo de México (en las zonas más castigadas por los huracanes Katrina y Rita en el 2005). Los firmantes -con el fundador de 350.org Bill McKibben a la cabeza- piden al presidente Biden una poderosa señal en los próximos meses alineada con el acuerdo de la COP28.
La perspectiva de una posible victoria de Donald Trump en las presidenciales del 2024 ha destatado sin embargo una alarma general entre los grupos ecologistas. El candidato republicano, que ya sacó temporalmente a su país del Acuerdo de París, podría hacer suyo el así llamado "Proyecto 2025", escrito por el "think tank" ultraconservador Heriage Foundation, para desmantelar toda las políticas climáticas impulsadas por Joe Biden y frenar la transición hacia las renovables.
En el Reino Unido, los grupos ecologistas Greenpeace y Uplift han pasado simultáneamente a la acción en la recta final del año y han denunciado al Gobierno ante los tribunales para intentar frenar la explotación en Escocia del yacimiento de Rosebank, con las mayores reservas de petróleo del Mar del Norte (hasta 500 millones de barriles de petróleo, capaces de emitir un cantidad de CO2 equivalente a las de 56 centrales de carbón durante un año).
Los dos grupos alegan que los planes del Gobierno de Rishi Sunak, criticado por su marcha atrás en la acción climática, son incompatibles con el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono en el 2050. Sunak se mide también en las urnas en el 2024 al líder laborista Keir Starmer, que ha prometido acelerar la "descarbonización" de la economía británica con un plan de estímulo a la americana de 32.000 millones de euros.
Las acciones ante los tribunales serán el pan de cada día en el 2024, no solo a nivel nacional, sino también a nivel local y para desbloquear la puesta en marcha de las zonas bajas emisiones, que se enfrentan a grandes resistencias por parte de ayuntamientos de la derecha en toda Europa.
Varios países están recogiendo por su parte el testigo y ha decidido marcar la senda de la auténtica transición para el año en ciernes. Entre ellos Dinamarca, con el renovado impulso a la Beyond Oil and Gas Alliance a la que pertenecen una treintena de países y gobiernos regionales. O Países Bajos, con la creación en Dubái de una nueva coalición para "eliminar" los subsidios a los combustibles fósiles (a la que se ha sumado España). Colombia, cuarto productor del petróleo de América Latina, también se ha desmarcado con el apoyo al así llamado Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, una singular iniciativa de los estados-isla del Pacífico, la voz de la conciencia mundial ante el cambio climático.