La "boina" de Dubái
El rascacielos más alto del mundo, el Burj Khalifa, cos 163 pisos y 830 metros de altura, no alcanza a verse en momentos muy concretos del día por la "boina" que es ya como la segunda piel de la ciudad.
Tres domos más o menos irrespirables reproducen dentro de la COP28 el aire contaminado de Delhi, Pekín y Londres. Por nuestra propia salud, se nos pide que no pasemos dentro de ellos más de cinco minutos. En la capital británica, reconocemos en el acto el olor distintivo diésel, en la capital china la diferencia la marca el carbón y en la capital india el "smog" es como una cortina que nubla la vista.
En Dubai hay que frotarse también los ojos para ver de lejos. El rascacielos más alto del mundo, el Burj Khalifa, cos 163 pisos y 830 metros de altura, no alcanza a verse en momentos muy concretos del día por la "boina" que es ya como la segunda piel de la ciudad (como puede observarse desde el incomparable "mirador" sobre el desierto).
Las tormentas de arena contribuyen lo suyo, pero lo cierto es que la contaminación de Dubái ha llamado estos días la atención de propios y extraños, como el ex vicepresidente norteamericano Al Gore. "¿Habéis respirado el aire de aquí um día como hoy?", preguntó durante una intervención en la COP28. "Creo que está muy por encima de los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS)".
Efectivamente, los niveles de partículas en suspensión han excedido tres o cuatro veces a las recomendaciones de la OMS durante la cumbre del clima. Digamos que Dubai está medio camino entre las capitales europeas y las ciudades asiáticas, pese al empeño por lavar su imagen, incluido el reciente anuncio de la reducción de un 50% de las emisiones en el 2030.
"La contaminación del aire es el pequeño y sucio secreto de Emiratos Arabes Unidos (EAU)", advierte Richard Pearshouse, director de Medio Ambiente de Human Rights Watch. "Los combustibles fósiles llenan el aire que se respira en los EAU, pero la destrucción del tejido civil significa que nadie puede expresar públicamente sus preocupaciones, y menos aún criticar el fallo del Gobierno para evitar ese daño".
A once kilómetros de la COP28 se encuentra el inmenso Complejo de Energía y Desalinización de Jebel Ali, la mayor central eléctrica de gas natural del mundo, esencial para proporcionar electricidad y agua a los 3,5 millones de habitantes de Dubái. Un poco más lejos queda el aeropuerto internacional, el más transitado del mundo, por donde desfilaron en los seis primeros meses del año 41 millones de pasajeros.
Dubai tiene además una de las densidades más altas de población "rodante", con 1,4 millones de coches en circulación por sus autopistas de seis carriles en cada sentido, hermanada a lo lejos con Houston, Miami, Las Vegas y otras ciudades emblemáticas del "sprawl" o la dispersion urbana a la americana (los flamantes concesionarios de Blentley, Ferrari o Lexus estan saludan a los automovilistas como pidiendo un urgente "update").
El aire acondicionado es el pan de cada día, incluso en las paradas de autobús y en pleno diciembre, con temperaturas de 30 grados y un 60% de humedad. En julio llegaron a los 49 grados, y se espera que en los próximos años puedan superarse los 50, como ya ocurrió este verano en la región de Owtaid in Al Dhafra, en Abu Dhabi.
Por su clima tropical desértico y su enclave junto al mar, el viejo puerto pesquero reconvertido en una de las ciudades más modernas del mundo tiene todos los boletos para figurar como una las zonas más vulnerables al cambio climático. Y sin embargo, sus habitantes viven como en "un mundo feliz", como inmersos en una inmensa burbuja, esquiando en pistas artificiales de esquí en pleno centro de la ciudad o paseando por impolutos centros comerciales e interminables pasillos elevados para no achicharrase en plena calle.
"Piensa sin límites"... La frase que ha llegado hasta la COP28 podría muy bien atribuírsela al jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum, "un hombre con visión para escribir en el agua" en palabras propias. A él se debe la prodigiosa transformación de Dubái en las dos últimas décadas, marcando a su manera el camino de la "transición" a los otros seis emiratos.
La producción de petróleo, que llegó ser la mitad del PIB de Dubái, quedó hace tiempo atrás. La diversificación de la economía se ha acelerado, con la construcción, el comercio, la tecnología y el turismo como los grandes pilares de una ciudad considerada ya como la "puerta giratoria" de Asia.
El jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum ha visitado precisamente estos días la planta solar que lleva su nombre y que será la mayor del mundo, con una combinación sin precedentes de paneles fotovoltaicos y energía solar térmica. En pleno desierto, la planta ocupará 200 kilómetros cuadrados, producirá energía para 1,3 millones de hogares y ahorrará el equivalente a 6,5 millones de a 6,5 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. Será la pieza clave para lograr el objetivo del 75% de fuentes de energía limpia en el 2050.
"Sostenibilidad" y "resiliencia" son dos palabras que el jeque Al Maktoum ha incorporado a su peculiar filosofía para el éxito (como si sus seis jets privados, el segundo mayor yate del mundo y su colección de un largo centenar de coches no contaran). Su visión del futuro pasó, eso sí, por la construcción del ultramoderno metro elevado que recorre la interminable ciudad lineal y que permite llegar a la COP28 minimizando la huella de carbono.
Los proyectos faraónicos al estilo Palma Jumeirah, la isla artificial más larga del mundo, están dejando paso a otros visualmente menos impactantes, pero con los pies en la tierra, como Sustainable City, con corredores verdes, granjas verticales y carriles-bici. La construcción febril de rascacielos y de villas privadísimas sigue marcando sin embargo el hoirzonte y ganando terreno al desierto con criterios que a duras penas encajan en el calificativo de "sostenible".
En el 2006, Emiratos Arabes Unidos fue distinguido como el pais con mayor huella ecológica del mundo por la organización WWF. "Desde entonces ha habido un reconocimiento de que el crecimiento de la economía no podrá sostener sin una reducción de las emisiones", advierte Tanzeed Alam, director del clima de la Emirates Wildlife Society, en un reportaje del National Geographic titulado con acierto "La ciudad verde más improbable del mundo".