Propuestas para modificar el clima mediante geoingeniería: ¿es peligroso?

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Cuando la humanidad no toma las decisiones necesarias para frenar y corregir el cambio climático, ¿es legítimo plantearse medidas de geoingenierían que actúan directamente sobre la concentración de CO2 en la atmósfera? Se trataría de soluciones desesperadas, pero los expertos están divididos sobre su conveniencia.  

Foto: Pexels

La cantidad de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera influye sobre la temperatura del planeta y las emisiones de origen humano están provocando un calentamiento acelerado. Es el cambio climático. Hasta ahora las autoridades se planteaban reducir las emisiones para corregir el problema, pero estas siguien aumentando y los expertos advierten que ya no se van a poder prevenir todas las consecuencias del cambio climático en marcha. Por eso, muchos científicos se están planteando soluciones directas y a gran escala que actúen sobre la concentración de CO2 en la atmósfera.

Una de ellas propone echar hierro en el mar para que aumente el fitoplancton (compuesto por microorganismos vegetales que flora en la capa superficial de agua), el cual absorbe el CO2 y, de rebote, sirve de alimento a las especies marinas. Un estudio publicado en Science hace ya 20 años calculaba que los mares del mundo son capaces de tragarse casi la tercera parte de las emisiones de origen humano. Esta proporción podría aumentarse. 

La idea es defendida por Exploring Ocean Iron Solutions (ExOIS), un consorcio internacional de investigación científica, en un artículo publicado en la revista científica Frontiers in Climate. Los autores proponen comenzar la fertilización del fitoplancton con hierro en 2026 en una zona de 10.000 kilómetros cuadratos situada al noreste del océano Pacífico que abarcaría unos 10.000 kilómetros cuadrados (el tamaño aproximado de la provincia de Huelva). Sería una prueba para determinar la capacidad del fitoplancton para eliminar CO2 después de ser fertilizado con una cantidad concreta de hierro. Además, habría que observar las consecuencias en los ecosistemas marinos. El ensayo costaría 160 millones de dólares y requeriría los permisos necesarios de la ONU.

“Es un pequeño cambio en biología, en comparación con no hacer nada y ver cómo se desmorona este planeta”, ha explicado Ken Buesseler, investigador de la Institución Oceanográfica Woods Hole (Estados Unidos), uno de los líderes de la iniciativa, pero los proyectos de geoingeniería como este provocan el rechazo de las organizaciones y expertos que todavía piensan que deberíamos atajar el problema en su raíz, las emisiones humanas, en lugar de actuar sobre la naturaleza con nuevas intervenciones que no son inocuas.

La industria que explota los combustibles fósiles no esconde su preferencia por estas medidas, lo que no hace más que alejar a los científicos independientes. En declaraciones a El Confidencia, Mariano Marzo Carpio, director de la cátedra de Transición Energética de la Fundación Repsol-Universidad de Barcelona, los estudios están justificados “por si se diera el caso, cada vez más probable, de que los actuales esfuerzos de mitigación y adaptación resultaran insuficientes”. La descarbonización de la economía “no está funcionando como esperábamos”, reconoce el experto de la Universidad de Barcelona, así que “sería conveniente que, desde mediados de este siglo, estuviéramos en condiciones de aplicar técnicas de geoingeniería”. 

Los defensores de las medidas de geoingeniería aseguran que, de llevarse a cabo, no sería una excusa para seguir emitiendo CO2.

Sin embargo, la idea no es tan sencilla como echar sacos de hierro al mar. El cambio climático podría estar provocando el declive del fitoplancton debido a que el aumento de la temperatura del agua está modificando la circulación oceánica, lo que hace que los nutrientes están menos disponibles para estos microorganismos. En consecuencia, la fertilización por hierro de los ecosistemas marinos podría ser menos eficaz de lo esperado. 

Por otro lado, al aumentar el fitoplancton, este podría consumir más fósforo y nitrógeno, del que se verían privados los peces. ¿Qué pasaría entonces?. Tampoco está claro como afectaría la medida a un tipo de plancton específico (cocolitóforo), que absorbe el CO2 y lo lleva al fondo marino.