Junio
Empieza el verano y la vida recobra una súbita simplicidad.
Junio, el destello. Las tormentas dejan paso a una repentina claridad. Todo empieza a verse mucho más nítido es las tardes eternas que rodean a San Juan. La noche es una hoguera insaciable donde arden todos nuestros miedos y frustraciones.
La ofuscación quedó atrás. La vida recobra una súbita simplicidad. Los días se ensanchan prodigiosamente y en el aire se instala una suerte de alivio estival, una alegre levedad que lo hace todo más soportable. Incluido el dolor.
El año vuelve a abrirse ante nosotros. Cruzamos el ecuador de esa carrera de fondo de doce meses y sentimos ese mágico impulso que tan bien conocen los maratonianos. Las piernas avanzan solas, la mente no nos traciona como antes. Todo fluye de aquí a la meta, o eso parece. Volvemos a ver las cosas en perspectiva.
Habrán nuevos tropezones a la vuelta de la esquina, seguramente. La vida te sorprenderá con alguno de esos giros traicioneros que hacen trizas todos los calendarios. Pero el verano huele a promesa y a liberación, a escapada y a reencuentro, a fugaz ilusión por un mundo mejor.