Julio
Una ducha de agua fría
Una ducha de agua fría para arrancar el día. Si no lo hacemos en julio, no lo haremos en ningún mes del año. Ahora es el momento. Con el frescor de la mañana. Antes de que empiece la calima. Antes de entrar en esa “zona de confort” en la que nos instalamos irremediablemente en verano.
Julio debería ser el mes de las fuerzas renovadas y de los retos cotidianos. En vez de tumbarnos en la apatía y contemplar plácidamente las puestas de sol, podríamos aprovechar estos días para ensanchar nuestro horizonte. Qué mejor ocasión para probar algo nuevo, liberados finalmente de la rutina del trabajo…
Ese hobby para el que nunca tuvimos tiempo. Esa pasión largamente reprimida. Ese viaje aplazado a la otra punta del mundo. Esa actividad física (o mental) a la que nunca nos atrevimos. Ese libro al que no fuimos capaces de hincar el diente. Esa ducha de agua fría.
El chorro matutino debería servirnos de recordatorio. Es el momento de despertar con todos los sentidos y desconectar el piloto automático. Sin nuevas experiencias, no hay aprendizaje posible. Sin un mínimo de riesgo, la vida deja de tener alicientes. Si nos hacemos los cómodos, acabaremos aplastados bajo el peso de todo lo que tenemos a mano.
Así que en julio vamos a hacernos un favor cada mañana. Vamos a olvidarnos del grifo del agua caliente. Y vamos a proponernos extender ese hábito refrescante, saludable y sostenible al resto del año. El planeta nos lo agradecerá.