Dormir

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Dormimos poco y mal. Los británicos, sin ir más lejos, le dedican al sueño una media de 6,8 horas diarias. O sea, una hora menos de lo que deberían. Y esa hora se va arrastrando hasta llegar a siete a la semana. Más de un día entero al mes: ésa es nuestra “deuda” de sueño.

Y mejor no hablemos de la hora que nos “robaron” con el adelanto de los relojes y que sigue haciendo estragos. Miren a su alrededor en el vagón del metro, camino del trabajo, y comprueben el panorama: gente dormitando, gente bostezando, gente estresada antes de tiempo, gente imantada a la pantallita del móvil para ir adelantando la faena que luego nos llevamos a la mesilla de noche...

La vieja y sana costumbre de leer hasta que se cierren los ojos ha dejado paso a esa otra de seguir despiertos hasta responder el último email del día. Los mismos artilugios que se inventaron para ganar tiempo se han convertido en ladrones furtivos, con nocturnidad y alevosía.

“Dormir bien es un sueño alcanzable”... Ese fue el lema con el que se celebró recientemente el World Sleep Day, propagado ya por 68 países y con la participación activa de la Sociedad Española del Sueño. El objetivo: mentalizar a la población de lo vital que resultan para la salud las ocho horas diarias de reposo absoluto, una meta cada vez más lejana en este mundo 24/7 que hemos creado.

“Dormir bien no es una opción, sino un requisito fundamental”, advierte el profesor Colin Espie, co-fundador de Big Health y profesor de medicina del sueño en la Universidad de Oxford. “Las consecuencias de una mala noche de descanso no sólo nos afectan físicamente, sino mental y emocionalmente. Físicamente nos sentimos letárgicos, mentalmente perdemos concentración y memoria, y emocionalmente nos volvemos irritables, con lapsos de hiperactividad seguidos de bajones”.

Evitar los pensamientos negativos, acostarse antes de la medianoche, llevar un estilo de vida sano y dejar la tecnología fuera del dormitorio son en su opinión las cuatro piedras angulares de un buen sueño. Otro consejo de experto es evitar la tentación de la gran dormida del domingo, que causa una total disrupción a nuestro reloj interno.

La mejor manera de recuperar el sueño perdido es introducir un ritual y una rutina, día a día, noche a noche… Y apagar las luces antes. Lo agradecerá el planeta, lo agradeceremos todos.

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