Disrupción

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Vivimos en tiempos disruptivos. Seguimos en la espiral de una crisis económica que es más bien una crisis sistémica, acelerada además por la revolución tecnológica. Curiosamente, el Diccionario de la Real Academia se resiste a aceptar aún la palabra “disrupción”, y prefiere remitirnos a “disfunción", "disyunción" o "irrupción" (no es lo mismo).   

Por lo menos el adjetivo sí está aceptado, y a él no remitimos. Disruptivo: “que produce una ruptura brusca”. Y no sólo eso: la ruptura es al mismo tiempo amenaza y apuesta. Caos, confusión. Superación, separación. Punto y Aparte. Desbaratar lo establecido. Purgar lo desfasado y viejo. Abrazar lo rabiosamente nuevo.

“La humanidad ha evolucionado muchas veces a golpe de ruptura repentina”, advierte  Eduardo Archanco, que ha escrito largo y tendido sobre la disrupción digital. “Ocurrió con la invención de la rueda. Ocurrió con la máquina de vapor o por la televisión. Algo parecido está pasando con la irrupción masiva de los ordenadores o del advenimiento del internet”.  

“La disrupción son los cambios que no sabemos ver, hasta que lamentablemente, es demasiado tarde”, apunta Javi Creus, al frente de Ideas for Change y "disruptor" a su manera. “Sólo vemos lo que esperamos ver. Lo que llega de pronto y desde otro sitio, lo que no es comparable a lo que conocemos, lo acabamos aceptando cuando nos pasa por encima”.

Llegados a este punto, y en medio del torbellino en el que estamos, conviene tal vez hacer un alto en el camino y preguntarse ¿A quién beneficia la innovación por la innovación? ¿Estamos asistiendo realmente a un cambio del que todos podamos beneficiarnos? ¿Acaso la disrupción no es la máxima expresión de la competencia a ultranza?

Vivimos en tiempos disruptivos, con una desigualdad económica creciente, con una precariedad ubicua y con un desempleo rampante. El viejo modelo está haciendo aguas ante nuestros otros y el nuevo modelo que está emergiendo nos da vértigo. Nos sentimos un poco como las hojas caídas y a punto de ser pisoteadas…

Leemos por cierto que las estaciones están sufriendo también su propia “disrupción” por cuenta del cambio climático. Los otoños son ahora más largos y los inviernos, más cortos. La primavera de adelanta y el verano se recalienta ¿Sabremos adaptarnos a tiempo?

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