El azúcar puede ser peor que la sal para la presión arterial
Los médicos suelen aconsejar a los pacientes con tensión alta que reduzcan su consumo de sal, limitándolo a una cucharadita al día. Los accidentes cerebrovasculares causan alrededor de tres millones de muertes cada año en el mundo.
Sin embargo, investigadores de científicos de Nueva York y Kansas (del Saint Luke’s Mid America Heart Institute) aseguran que la responsable de la tensión arterial alta es el azúcar y no la sal. Argumentan que los niveles altos de azúcar afectan a un área clave del cerebro que hace que la frecuencia cardiaca se acelere y la presión arterial aumente.
Según el doctor médico de este estudio, Dr. James DiNicolantonio, "esta idea está apoyada en el metaanálisis de ensayos controlados aleatorios (estudios a gran escala), que sugirieren que el azúcar se relaciona con más frecuencia con la presión arterial en los seres humanos que el sodio. Alentar a los consumidores a controlar el azúcar y no la sal puede ser la mejor estrategia de la dieta para lograr el control de la presión arterial."
Los investigadores estadounidenses creen que los niveles altos de azúcar afectan a un área clave del cerebro, el hipotálamo, que hace que el ritmo cardíaco se acelere y la presión arterial aumente. También explican que puede causar que produzcamos más insulina, una hormona que también puede acelerar el ritmo cardíaco.
En cuanto a rebajar el consumo de sal, DiNicolantonio sugiere que si el descenso de sal lleva a las personas a consumir más alimentos procesados, eso sería un error, puesto que esos alimentos tienen más azúcares añadidos, lo que aumentaría el riesgo de diabetes, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares. Otra consecuencia de rebajar la sal que se está estudiando es que los bajos niveles de sal aumentan la cantidad de ciertas grasas en la sangre.
Ya se sabía que el azúcar no proporciona nutrientes, pero ahora hay una creciente evidencia de que es un factor de riesgo para muchas enfermedades.
Sobre el consumo adecuado de zaúcar, la recomendación general –en lo que concierne a problemas de obesidad y la diabetes tipo 2– es limitarse a entre cinco y siete cucharaditas.