Sol
Buscar el sol. Esa debería ser nuestra máxima ambición ahora que los días se acortan. A primera hora de la mañana y a última hora de la tarde. Y también al mediodía, aunque esté nublado, intentando capturar esa luz esquiva antes de que caiga el telón de la noche.
Buscar el sol. Esa debería ser nuestra máxima ambición ahora que los días se acortan. A primera hora de la mañana y a última hora de la tarde. Y también al mediodía, aunque esté nublado, intentando capturar esa luz esquiva antes de que caiga el telón de la noche.
La sabiduría popular lo llama el “winter blues”, la tristeza del invierno. Los expertos lo han rebautizado como el Trastorno Afectivo Emocional (TAE) y lo achacan a la caída de los niveles de serotonina (la hormona del humor), íntimamente relacionada con la melatonina, que regula los ciclos de sueño y vigilia.
La tendencia a dormir más de la cuenta, los frecuentes desvelos en mitad de la noche, la propensión a sentirse irritado, el acecho de la depresión… Son síntomas de esa tristeza invernal que arranca en las postrimerías del otoño y que no levanta el vuelo hasta las inmediaciones de la primavera.
En las latitudes nórdicas, el invierno es realmente como un largo túnel. Pero nosotros contamos con dos grandes ventajas: las reservas de vitamina D (la vitamina “solar”) acumuladas durante el verano y las horas suplementarias de luz que conviene aprovechar al máximo por estas fechas.
“Hambre de luz”. Así define Richard Hobday, autor de The Healing Sun, la sensación que precede al “blues” invernal y a la que hay que responder a tiempo. ¿Cómo? Saliendo al exterior con más frecuencia. Haciendo deporte al aire libre. Tomando “baños de sol” de diez a quince minutos. Rompiendo esa tendencia a protegernos excesivamente de los rayos solares.
Efectivamente, la sobreexposición al sol tiene sus riesgos y es un factor determinante el cáncer de piel. Pero la helioterapia es tan vieja como la medicina, y durante décadas fue altamente recomendada para combatir enfermedades degenerativas e infecciosas, de la osteoperosis a la tuberculosis, de la diabetes a la psorisasis.
“La raza humana ha evolucionado bajo el sol y los poderes sanadores del sol han sido alabados durante miles de años por todas las culturas”, escribe Richard Hobday. “Apolo fue el dios del Sol y de la Medicina, y en su templo en Delfos podemos encontrar dos inscripciones que nos pueden valer como consejo a la hora de tomar baños de sol: Todas las cosas en moderación… Conócete a ti mismo”.