Georgina Mace: “La disrupción de la naturaleza está propagando las enfermedades infecciosas”

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La zoóloga británica, que obtuvo el Premio Fundación BBVA de Ecología y Biología de la Conservación, explica las principales la principales causas de las nuevas enfermedades infecciosas y alerta de la necesidad de cuidar la naturaleza para nuestro bienestar y salud

La pérdida de biodiversidad, la deforestación, la agricultura y la ganadería intensivas, el comercio global, las aglomeraciones urbanas... La lista de factores que han contribuido a la explosión de enfermedades infecciosas como el coronavirus se acumulan en el particular diagnóstico de Georgina Mace, la prestigiosa zoóloga británica, galardonada en el 2019 con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento (en la categoría de de Ecología y Biología de la Conservación).

A sus 67 años, la artífice de la Lista Roja de especies amenazadas, advierte que la disrupción de los ecosistemas es la razón de fondo de la emergencia de nuevos patógenos que pueden también intensificarse como consecuencia del cambio climático. Mace nos invita a reconocer la íntima relación entre la salud y el medio ambiente y nos extiende su particular receta: “Tenemos que “resetear” nuestra relación con la naturaleza”.

PREGUNTA: ¿Existe una relación entre la pérdida de biodiversidad y la salud humana?

RESPUESTA: La variedad de la vida en la Tierra es crucial para nuestra salud física y mental. La biodiversidad nos aporta mucho directa e indirectamente. De ella dependemos para el alimento y el agua que nos nutre, para regular el clima y protegernos de topo tipo riesgos. Somos parte de la naturaleza y nuestro bienestar depende de una relación saludable con ella. Si la destruimos, perdemos sus beneficios. Las disrupción de la naturaleza puede tener consecuencias predecibles y no predecibles para nosotros.

P: ¿Podemos decir pues que la pandemia es un producto de nuestra mala relación con la naturaleza?

R: El Covid-19 es un incidente muy grave con un coste inmediato de pérdida de vidas y con posibles consecuencias para la salud física y mental de mucha gente en el futuro. Pero hay muchos otros tipos de consecuencia de esa relación “rota”. Por ejemplo, la destrucción de los bosques tropciales en Suramérica y el sureste de Asia puede contribuir al cambio climático y afectar a miles de millones de personas en las próximas décadas. La degradación de los suelos por las malas prácticas agrícolas o el declive de las poblaciones de insectos esenciales para la polinización permiten también la emergencia de nuevas plagas y patógenos… El Covid-19 nos ha golpeado por su escala y su urgencia, pero hay muchas otras consecuencias de nuestra mala relación con la naturaleza que se van acumulando y nos causarán problemas en el futuro.

P: La palabra “resiliencia” corre de boca en boca desde que golpeó el coronavirus ¿Qué podemos aprender de esa capacidad propia de la naturaleza?

R: Todos los sistemas naturales tienen efectivamente la habilidad de resistir el daño y recuperarse en maneras a veces inesperadas. Necesitamos aprender a estimular la resiliencia en la naturaleza. Pienso que hay límites de adaptabilidad y recuperación, pero aún no los conocemos bien. La aproximación más sensata es conservar y restaurar lo que tenemos. Necesitamos “resetear” nuestra relación con la naturaleza para asegurar un futuro mejor para los humanos y para el resto de la vida en la Tierra.

P: Hoy por hoy, el 60% de las enfermedades son zoonóticas ¿Qué se puede hacer para invertir esa tendencia?

R: Parece que las enfermedades infecciosas están emergiendo a una velocidad cada vez mayor, y el efectivamente la mayoría están causadas por patógenos que saltan desde los animales. Hay numerosas causas detrás de todo esto. Entre las más importantes están el cambio de uso de la tierra. La deforestación, la agricultura y la ganadería intensiva causan la pérdida de la biodiversidad, y ponen en contacto a la gente con la vida silvestre. El ganado puede servir como “huésped intermedio” para la transmisión de patógenenos a la gente. Así que limitar esas interacciones es importante. El mundo urbanizado e interconectado en el que vivimos hace también que estas efermerdades se propaguen rápidamente. El comercio global tiene un impacto a larga distancia y puede mover patógenos alrededor del mundo. Un último factor es el aumento de la población, con la gente viviendo en ciudades cada vez más densas, y en contacto con animales que pueden trasmitir viejas y nuevas enfermedades. Todos los pasos en esta cadena son importantes.

P: “Pérdida de biodiversidad” es tal vez un concepto demasiado abstracto para la mayoría de la gente ¿No deberíamos estar hablando directamente de “extinción masiva”?

R: Sí, el término suena demasiado técnico probablemente, y subestima el alcance del problema. “Extinción masiva” se refiere en particular a la pérdida de especies, cuando los problemas actuales son la disrupción y la “simplificación” de la naturaleza. Creo que deberíamos poner el énfasis en lo importante que es la relación con la naturaleza, pues nuestra salud y nuestro bienestar depende de ello. Y hablo a todos los niveles, desde experiencias personales como un simple plaseo por el parque a la relación local con los ecosistemas para garantizar el suministro de alimentos y energía. Y finalmente a escala nacional y global, donde la disrupción del clima y los riesgos naturales pueden traducirse en la emergencia de nuevas enfermedades.

P: ¿Considera la “Lista Roja” de especies amenazadas como su mayor aportación científica? ¿Estamos ante el definitivo baremo de la vida en la Tierra?

R: Sí, estoy orgullosa de que sirva como una medida científica del estatus de la biodiversidad, y creo es que cubre esa importante dimensión relacionada con la extinción. Pero es solo una herramienta, y necesitamos otras más para medir los diferentes aspectos de la biodiversidad que afectan a la gente.

P: Una de las primeras víctimas de la pandemia fue precisamente la Cumbre de la Biodiversidad (COP15) en Kuming. A las pocas semanas se suspendió también la Cumbre del Clima (COO26) ¿No existe el riesgo de que el medio ambiente pase a segundo plano ante la emergencia sanitaria?

R: Tengo mucha esperanza en que no se pierda el impulso, y creo que hay mucha gente trabajando para que sea así. Tenemos una oportunidad para presionar a los gobiernos y a las coportaciones para que inviertan en una recupeación verde post-pandemia, apoyando la restauración de la naturaleza, construyendo economías bajas en carbono e invirtiendo en la adaptación al camibio climático. Ha habido un trabajo excelente en la preparación de la COP15 y la COP26 estableciendo en vínculo entre biodiversidad y cambio climático. Son buenas señales que nos permiten creer que el impulso va a seguir vivo.

P: Su investigación se ha centrado en los últimos años hacia el concepto de “servicios ecosistémicos” ¿Deberíamos ponerle un precio a todo lo que la naturaleza hace por nosotros?

R: Es una gran idea como principio: mostrar el valor económico para inspirar y validar los esfuerzos para conservar la naturaleza. Sin embargo, existe el riesgo de poner por delante los servicios de “alto valor monetario” y relegar a otros de los que sabemos poco o que son más difíciles de evaluar. Es algo que se debe hacer, pero que no nos asegura por sí mismo que podamos mantener todos los beneficios que recibimos de los sistemas naturales.