El maíz transgénico de Monsanto fracasa estrepitosamente
Las orugas barrenadoras Diatraea saccharalis y Ostrinia nubilalis que se trataban de combatir han adquirido resistencia.
Los fabricantes de pesticidas incrementan las ventas.
Monsanto, la multinacional que pretende extender el cultivo de transgénicos en todo el planeta, prometió a los agricultores que si sembraban su maíz artificial no tendrían que usar tantos plaguicidas. Los ecologistas advirtieron de que sucedería lo contrario. Acertaron estos.
Las orugas barrenadoras Diatraea saccharalis y Ostrinia nubilalis que se trataban de combatir han adquirido resistencia a la toxina generada por el maíz transgénico. Los agricultores norteamericanos han perdido hasta dos terceras partes de sus cosechas y no han encontrado mejor solución que lanzarse de nuevo a comprar plaguicidas. En los últimos dos años, la plaga ha golpeado las semillas Bt de Monsanto y a los agricultores les ha entrado el pánico a entrar en pérdidas.
Según The Wall Street Journal, Syngenta ha duplicado las ventas de su insectida contra las orugas y American Vanguard ha registrado un incremento del 41% para su producto. Otras empresas de menor importancia se están beneficiando de incrementos similares. Son las cifras del fracaso de Monsanto, si suponemos que realmente trataban de evitarlo o no lo tenían previsto. No es menor el fracaso del gobierno de los Estados Unidos que a través de la Agencia de Protección Ambiental aprobó el maíz transgénico porque iba a aportar "beneficios significativos".
El 66 de todo el maíz cultivado ya es transgénico y sostiene buena parte de la industria alimentaria americana. Las mazorcas que llegan enteras a los mercados son pocas. La mayoría se convierte en pienso para la ganadería (pollos, cerdos, vacas) y en aditivos como fructosa, almidones y edulcorantes. Otra parte importante se convierte en combustible etanol.