Tristram Stuart: "Digamos a las empresas 'basta de tirar comida"

0 comentarios

Es autor del libro 'Despilfarro' y utiliza el 'freeganismo' como denuncia ante el derroche de alimentos y para concienciar a los consumidores.

PABLO TOSCO / INTERMÓN OXFAM

En culturas como la nuestra, aún causa rubor pedir a un camarero que nos empaquete la comida sobrante del plato para llevárnosla a casa. Pocas veces nos inquietamos si en las basuras de restaurantes y supermercados se amontonan quilos y quilos de comida, generalmente escondidos en la parte de atrás. La nuestra es la sociedad del derroche alimentario, invisible, callado, pero no por ello menos inmoral. Así lo denuncia en su libro Despilfarro. El escándalo global de la comida (Alianza Editorial) Tristram Stuart, un activista británico que se ha propuesto llamar la atención sobre el absurdo del actual sistema alimentario global que condena al hambre a casi 1.000 millones de personas en los países pobres mientras que en el Norte se desperdician cantidades ingentes de alimentos. 

Nos hemos alejado demasiado del sistema de producción alimentario y no nos damos cuenta del valor que representa la comida, es decir: tierra, agua, energía, trabajo y amor

Los países ricos despilfarran en torno a la mitad de su provisión alimentaria y el treinta por ciento de los recursos alimentarios mundiales se derrocha. ¿Por qué tiramos tanta comida? 
Desperdiciamos comida en cada nivel de la cadena alimentaria: en las granjas, en las fábricas, en las tiendas, en los mercados, en los hogares... Son varias las razones, algunas de fondo, especialmente en los países ricos. Nos hemos alejado demasiado del sistema de producción alimentario y no nos damos cuenta del valor que representa la comida, es decir: tierra, agua, energía, trabajo y amor. Al mismo tiempo, el precio de los alimentos ha ido bajando en los últimos 40 años, mientras que la riqueza ha ido en aumento. Ello significa que el porcentaje de ingresos que destinamos a comprar alimentos ha ido disminuyendo desde un 20 por ciento hasta menos de un 10 por ciento. Por tanto, económicamente hablando, podemos permitirnos comprar más de lo que necesitamos y desechar lo que no queramos. Sin embargo, debemos admitir que la comida que ponemos en nuestro plato tiene un impacto en el sistema alimentario del resto del mundo y también en el medio ambiente. Estamos destruyendo bosques, sobreexplotando la tierra y los recursos hídricos para cultivar más y más comida, el 30 por ciento del calentamiento global proviene de la producción de alimentos mientras que mil millones de personas en el mundo pasan hambre. La manera como consumimos y desperdiciamos comida tiene un impacto directo en estas cuestiones. La buena noticia es que reducir nuestro despilfarro alimentario es una manera fácil de aliviar todos estos problemas. 

¿Quién se beneficia de este despilfarro?
En la mayoría de los casos la respuesta es nadie, pero en otros muchos, por desgracia, no es así. Nuestra responsabilidad como consumidores es decirles a las empresas alimentarias que no queremos que despilfarren alimentos. Estas compañías responden a la demanda, por tanto, si les pedimos que dejen de derrochar, lo harán. Así, dejar de derrochar puede convertirse en algo incluso atractivo económicamente hablando, pues se crearía competencia entre las empresas. Necesitamos gritar no al despilfarro de alimentos de una manera fuerte y sostenida en el tiempo. 

Sí, pero parece que la mayoría de los consumidores prefiere tiendas a rebosar de productos bellos y homogéneos. ¿Si percibiéramos la comida como un tesoro se acabaría el despilfarro? 
Es el huevo y la gallina, creo que es una responsabilidad compartida entre consumidores y empresas. Por fortuna, cada vez hay más ejemplos positivos de esta alianza. Cojamos el caso de las frutas y vegetales de aspecto no perfecto; cada vez que visito una finca que produce zanahorias acabo atónito tras ver que descartan una tercera parte de su producción porque no cumple las medidas exactas fijadas. En el centro de Londres, en 2009, hicimos una campaña (llamada “Feeding the 5.000”) durante la cual conseguimos alimentar gratis a 5.000 personas con frutas y verduras descartadas por granjeros y comercios por ser feas. En esa ocasión, gritamos pública y colectivamente que no necesitamos frutas y verduras con un aspecto perfecto y que queremos que las tiendas también vendan productos imperfectos. Como consecuencia de esta campaña, dos grandes supermercados londinenses comenzaron a vender este tipo de fruta y vegetales no tan vistosos pero sanos. Los consumidores están contentos porque pueden comprarlos a un precio más bajo y los productores también, pues no tienen por qué tirar productos que saben que son perfectamente comestibles. La alianza entre el consumidor y los medios de comunicación puede hacer que esto se presente como una demanda, una exigencia que obligue a las empresas a cambiar sus prácticas. Uno de los principales problemas del despilfarro alimentario es su invisibilidad; no vemos las basuras del supermercado, que suelen estar detrás, cerradas; no vemos los campos llenos de frutas y vegetales abandonados y podridos; no vemos tampoco las empresas que hacen sándwiches de pan de molde y que descartan la primera y última rebanada. Mi objetivo con este libro es exponer este escándalo y reflexionar sobre la solución, que además puede ser bastante simple.[pagebreak]

Todo esto parece un tanto absurdo. Si sobra comida y hay gente que la necesita, ¿por qué no se distribuye?
Todo el mundo está de acuerdo con esto, ¡es ilógico, estúpido, increíble! Cuando ves las basuras llenas de comida perfectamente comestible, todo el mundo conviene en que es tonto. Los consumidores tenemos el poder de acabar con esto. Nosotros pagamos a las empresas y podemos decirles: “No pienso comprarte más si no dejas de tirar comida”, así de fácil. Nuestra negativa puede ser un incentivo a las empresas para que cambien sus prácticas, para que reduzcan sus stocks o los regalen a alguna organización de ayuda, pero que en ningún caso continúen desechando comida. Si nuestra protesta se extendiera, entre las empresas podría darse una especie de competencia sobre quién es la que menos desperdicia. Y esto no se trata de idealismo imaginario, pongo un par de ejemplos: un gran supermercado de Gran Bretaña tenía prohibido reducir el precio de sus productos cuando se acercaba su fecha de caducidad, pues se dirigía a clientes de alto nivel y pensaban que esto no encajaba en su línea. Pero en 2008 esta compañía cambió de filosofía y consiguió reducir su despilfarro de comida en un 20 por ciento. Por otro lado, una ONG estadounidense que recoge alimentos y los reparte entre los más necesitados ha conseguido doblar los excedentes que recibe y tiene calculado que puede incrementarlos aún diez veces más. Estados Unidos es el país que más derrocha, pero también el que posee una mejor red de distribución de los alimentos despilfarrados a través de organizaciones de caridad.

¿Qué propone usted hacer con todo nuestro excedente alimentario? 
Nosotros pagamos a las empresas y podemos decirles: “No pienso comprarte más si no dejas de tirar comida”, así de fácil. La piedra angular de mi propuesta, en general, es seguir la regla de las 3R: reducir, redistribuir y reciclar. Reducir el precio de los alimentos, sobre todo los que están a punto de caducar; donarlos a organizaciones de caridad, pero primero de todo lo que hay que intentar es que los comercios no tengan más alimentos de los que ellos ya saben que van a vender y no crear esta especie de decorado navideño permanente que son los supermercados. Por eso es importante que los consumidores digamos no a las estanterías tan llenas. 

¿Por qué es tan difícil que exista una regulación oficial que obligue a supermercados, tiendas y fábricas a una mayor transparencia sobre lo que desechan? 
Ninguna compañía querrá hacer pública una información que podría hacer pensar a sus clientes que se está comportando de una manera absolutamente inmoral al tirar tanta comida, con un impacto social y medioambiental terrible. ¿Quién tiene interés en que esto se haga público? Es por ello que nosotros como ciudadanos tenemos el deber de exponer este hecho y de exigir un cambio. Otra de las razones por las cuales las empresas hacen gala de este secretismo es porque dicen que son datos muy sensibles para su competencia en el sector. Por ahora, esta es la razón a la que aluden para mantener opacos sus datos sobre la comida que tiran, pero precisamente esta es la razón por la que deberían hacerlo público, ya que así todo el mundo aprendería a despilfarrar menos. El único país donde hemos convencido a la industria alimentaria de hacerlo es Noruega, que tiene el objetivo más ambicioso del mundo en cuanto a reducción del despilfarro de comida, con una disminución de un 25 por ciento para 2015. Lanzamos el programa en noviembre de 2010 y en solo 2 días conseguimos convencer a la industria alimentaria del país. Ahora ya sabemos que hay empresas, por ejemplo, que son seis veces más derrochadoras que otras. Son datos muy útiles para saber cómo podemos reducir el despilfarro. Durante años hemos estado luchando mucho para que en Gran Bretaña se aplique una política igual y aún hoy la industria alimentaria no está convencida. Yo creo que la solución está en la gente, pero en casos como este es cuando creo que los Gobiernos deberían intervenir y exigir una política de transparencia y visibilidad de las cifras sobre el derroche. 

Explica que también derrochan tiendas de alimentos bío. Resulta paradójico ¿no? 
Sí, es sorprendente y decepcionante también, porque se supone que estas tiendas son propiedad de personas con una gran conciencia ecológica y una mayor sensibilidad social. Pero es verdad que a menudo el derroche alimentario es algo casi inconsciente, invisible. Si posees una tienda, tienes que estar alerta y saber que es difícil predecir la oferta que tendrás. Puede pasar que accidentalmente acabes con un stock de tomates, pero tienes que tener claro qué hacer con ellos. Cerca de donde yo nací hay dos tiendas de fruta y verduras ecológicas. Una de ellas derrocha comida, pero la otra decidió que no lo haría. Pusieron una caja en la tienda y ahora la gente sabe que lo que hay en ella se puede coger totalmente gratis. Muchas personas preferimos esta tienda antes que la otra porque sabemos que allí no se tira comida. De esta forma, no tirar comida adquiere un valor, pero se necesita que alguien ponga esto en práctica.[pagebreak] 

A más despilfarro, mayor hambre y pobreza. ¿Con la comida que derrochamos se podría poner fin a la grave crisis alimentaria que sufre el cuerno de África?

Durante una campaña, logramos alimentar gratis a 5.000 personas con frutas y verduras descartadas por 'feas"

Hay que dejar claro que a menudo suele haber razones muy localizadas y específicas para que exista hambruna en un lugar en concreto, como una guerra, una situación de conflicto, una sequía, un desastre natural, etc... Pero, dicho esto, es verdad que existe una relación directa y real entre el derroche alimentario en el norte y el hambre en el Sur. En el caso del trigo, por ejemplo, si los países ricos continuamos comprando millones de toneladas de este cereal, la mayor parte del cual acaba derrochado en la basura, esto significará que habrá menos cantidad de trigo en el mercado internacional, que es el mismo en el que compran los africanos. En 2008 vivimos una subida espectacular del precio de los alimentos y una de las razones fue que la demanda de trigo en ese momento sobrepasaba la oferta. Entonces los europeos quizá pagamos un poco más por nuestro pan, pero en Pakistán este incremento del precio significó la diferencia entre poder o no alimentar a una familia. Hemos contribuido a este problema derrochando el pan. Imaginemos una mesa en la que hay seis rebanadas de pan para seis personas. Si yo cojo dos y una la tiro, estoy dejando a una persona sin pan. Lo mismo pasa a escala global. 

Cuénteme algo sobre su freeganismo: sus rutinas, si su dieta es completa y equilibrada...
Antes que nada, quiero aclarar que para mí coger la comida de la basura y comerla no es la solución, sino una manera de exponer la magnitud del problema y pedir un cambio. No sugiero que la gente se apunte al freeganismo, porque de hecho su propósito principal es desaparecer, que las empresas modifiquen su actitud y que, por tanto, no haya comida en la basura. ¿Qué se puede encontrar o qué dieta puedes seguir mediante esta opción? Absolutamente de todo. Todo lo que un supermercado tiene en sus estanterías, todo el estante entero puedes encontrarlo en la basura, a veces incluso dispongo de alimentos que no había comido nunca, productos de lujo o muy selectos que acaban tirados en el cubo de la basura. 

Cultivar un futuro sostenible

El sistema alimentario global es cada vez más frágil e insostenible. Se calcula que tres compañías agrícolas controlan juntas casi el 90% del comercio de cereales. Son enormes empresas agrícolas que funcionan como oligopolios mundiales y que imponen sus reglas en los mercados sin rendir cuentas a nadie y sin que los gobiernos pongan freno al saqueo de los recursos y al colapso ecológico.

En el año 2050 habrá 9.000 millones de personas en el planeta y la demanda de alimentos se incrementará en un 70%. Los retos que se avecinan afectan al medio ambiente, a la agricultura y al sistema alimentario global, y habrán de traducirse en el desarrollo de la agricultura sostenible, un acceso justo a la tierra y a los recursos naturales y en una reducción del hambre.