La viticultora "heroica" y ecológica
María José Fernández Llamas es la enóloga de la bodeda Alto de Inazares, en el noroeste de Murcia
Cultiva viñas a 1.373 metros, con lo que ha logrado un vino de los más altos de la España continental
A 1.373 metros de altura, entre vientos huracanados, ventiscas, nieve en invierno y heladas primaverales, con la dificultad añadida de estar en colina y en un terreno rocoso, crecen las viñas que alumbran los vinos más altos de la Europa continental, protegidas por redes para prevenir los daños frente al granizo y los picotazos de los estorninos y los gorriones. Estamos en la bodega de Alto de Inazares, en el noroeste de una Murcia insólita y casi inhóspita, vigilados por el pico de los Obispos (2.015 metros) y acompañados por María José Fernández Llamas, que ha llevado la viticultura "heroica" (y además ecológica) hasta cotas insospechadas...
"Mis colegas me decían que estaba loca al aceptar un reto así, pero quienes me conocen saben que era un proyecto a mi medida. Vine a conocer el viñedo, y pese a las condiciones extremas supe que aquí hay un gran potencial para hacer vinos únicos, con mucho carácter y muy diferenciados, precisamente por las peculiaridades del lugar, nada que ver con el clima mediterráneo, cálido y seco al que estamos habituados en Murcia".
María José Fernández Llamas nació en 1975 en Bullas, a poco más de 30 kilómetros, pero en un entorno bien distinto. Su pueblo tiene una larga querencia por el vino que ella misma heredó de sus padres, Pedro y María. Esa tradición ha terminado fraguando en su propias viñas en la finca de El Praíllo y con su marca personalísima que lleva el nombre de su querido perro, el Negre_T (60% de Monastrell y 40% de Garnacha Tintorera).
Su vida vibra con el vino. En un minuto, y a pie de viña, María José te transmite toda la sabiduría, la emoción y la pasión compartidas con una nueva generación de mujeres españolas que está transformando la enología desde muy dentro, y que esta semana saltaron por méritos propios a las páginas de The Observer...
"Ya nos toca... Y es cierto que tenemos una forma diferente de interpretar la viña y la elaboración. Gustará más o menos, pero creo que las mujeres ponemos un sentimiento diferente, un sexto sentido. También somos más precisas, exigentes y autocríticas. Creo que por fin ha llegado nuestro momento".
Enología y ecología van además de la mano en su "heroica" singladura. La viticultora murciana estudió Química Agrícola y dedicó su a la disipación de residuos de fungicidas en las fases de la vinificación. Con el tiempo, se marcó una meta: evitar en el uso de agroquímicos y atenerse a la normativa de producción ecológica -tanto en la viña como en la bodega- incluso en los casos más extremos.
El viñedo de 2,8 hectáreas, dentro del término municipal de Moratalla, quedó establecido como el más elevado de la España peninsular hace más de una década. José Andrés Prieto Alonso y Angela y José Pina Galiana se embarcaron en una empresa familiar que ellos mismos definen como "una aventura llena de incertidumbres y riesgos". En el 2017 incorporan a la bodega como enóloga a María José Fernández Llamas, que decide volcarse en cuerpo y alma con la ayuda inestimable de Rolando.
"Había mucho trabajo por delante, y todo había que hacerlo a mano porque las viñas están en colina y a un marco muy estrecho", recuerda María José. "Empezamos con una poda severa, rehaciendo la formación del vuiñedo ponerlo en producción al cien por cien...Una de las cosas que más impresionó era la riqueza del entorno, a pesar de los suelos díficiles. Estamos rodeados de tomillo gris y tomillo azul, que tiene una finura tremenda... La uva se impregna de los aromas y eso es lo que acabas metiendo en la botella. Yo prefiero trabajar la viña, que es donde el vino adquiere la "tipicidad" y la identidad propia de su entorno, que aquí es el bosque mediterráneo".
En Inazares no hay siquiera cobertura (un ingrediente extra de la viticultura "heroica", que sucede por encima de los 500 metros y con una inclinación mayor del 30% del terreno). Estamos en una pedanía de apenas 18 habitantes, en la que puede llegar a sentirse una soledad sideral: desde aquí se ve uno de los cielos más estrellados de España. María José Fernández Llamas aplica también algunos criterios biodinámicos y se deja guiar por los ciclos lunares.
Lo primero, sin embargo, es velar por la integridad de la uva. Así se explica la sucesión de redes que protegen los racimos del granizo, y al mismo tiempo de los pájaros que "vienen a comer el fruto cuando hay azúcar" (lo que obliga a costurarlas por debajo de las parras para esquivar a los intrusos).
Avanza el verano y con él la promesa de la vendimia, primero en agosto en Vélez Rubio (otro de sus proyectos), después la tintorera para su Negre_T 2021 en Bullas y finalmente las blancas aquí en Inazares a primeros septiembre... "Y después empieza el mogollón", que culmina con la "pura adrenalina" de la pisada de la uva, y esa querencia suya por pisarlas y fermentarlas con su raspón (la parte leñosa del racimo), como hace con su propia marca.
Llegados a este punto, la viticultura heroica reconoce que la alquimia de la bodega le proporciona también subidones emocionales. Pocas experiencias se pueden comparar con la de ver crecer y "expresarse" a un vino, pero su auténtica pasión es todo lo que viene antes...
"Cuando en bodega no utilizas productos enológicos -levaduras, bacterias- es imprescindible el trabajo en la viña, para que la uva llegue madura y especialmente muy sana. Hace más de venticinco años, la bodega era el dios del vino; ahora ya no. En bodega le puedes dar giros, pero todo tiene que venir del viñedo. Yo no quiero "fabricar vinos". Huyo de las cosas uniformadas, busco la expresión de las zonas, por lo que mi intervención en bodega es mínima".
En Alto de Inazares, la típica bodega ha dejado paso a un concepto mucho más moderno y ecológico. El vino fermenta principalmente en depósitos de acero inoxidable ("tampoco soy muy amante de las barricas") y en el interior de unos contenedores marítimos reciclados y revestidos con corteza de pino Laricio, una especie endémica de la zona, para lograr una simbiosis con el paisaje. El original diseño modular fue concebido por José Andrés Prieto Alonso y decorado con pinturas del artista colombiano Willy Ramos.
A las puertas de la bodega, María José posa con una botella de Mulato 2019, en homenaje a la variedad reina de Murcia, la Monastrell, personalizada con un porcentaje de Syrah y de Viognier. La enóloga lo define como "un tinto con espíritu de blanco, de trago fácil y refrescante". Dentro de los contenedores nos da a probar el Viognier 2020, "un vino blanco limpio, muy directo, de alta intensidad aromática, con notas herbales que recuerdan al hinojo".
Catamos después dos tintos, el Monastrell 2020 ("cuando agitamos la copa muestra notas mentoladas, mediterráneas, con fondo de laurel y especias como la pimienta blanca y rosa") y finalmente el Syrah 2020, que llama la atención por su intenso color violeta, "con lágrima coloreada", de intensidad muy alta en nariz, con "un halo de mineralidad que recuerda al pedernal" y un "final largo, con un posgusto de fruta de baya madura y fresca".
"¡Esto apunta maneras!" es la peculiar forma que tiene la enóloga de vaticinar el éxito de las "ediciones limitadas" Alto de Inazares (8.500 botellas en la última añada). "Es un vino que gusta, muy diferente de los vinos murcianos", apunta, sin dejar de recordarnos las zonas catalogadas en España como viticultura heroica: Priorato, Ribeira Sacra, Cangas del Narcea, Tenerife... Por segundo año consecutivo, la Guía Peñín ha destacado como "excelentes" los vinos de altura de este rincón de Murcia, el ICEX los ha incluido en la promoción marca España y se han lanzado a la aventura de la exportación con distribuidores en Ginebra y en Shanghai.
Dejamos a lo lejos la viña "más cercana al cielo" y bajamos a la zona alta de Bullas, a 800 metros, a la finca familiar donde María José ha puesto en marcha su propia empresa, Negrete Blue Wines, con su socia Patri Morillo y con un enfoque social para revalorizar el cultivo y enganchar a los jóvenes: "Bullas, sin viñedos, pierde su identidad". Su pasión vitícola no tiene límites, y aunque el tiempo apremia y la vendimia está a la vuelta de la esquina, ha decidido embarcarse en el proyecto "Agroeconatura" en El Berro, a los pies de Sierra Espuña: "En una hectárea de viña, en un paraje precioso que puede ser parte de la España vaciada... No sé cómo voy a llegar, pero dije que sí y así voy, intentando componerme la agenda".