Tempeh, proteínas de alto valor biológico
Es una de las mejores alternativas a los productos de origen animal para cualquier dieta, vegetariana u omnívora.
El tempeh aterrizó en nuestro continente hace algo más de un siglo de la mano de los holandeses, que lo descubrieron tras colonizar Indonesia. Pero un alimento tan alternativo en una Europa predominantemente carnívora como la de la época pasó más que inadvertido durante muchas décadas hasta que finalmente fue rescatado por la industria de la alimentación biológica, que supo ver su increíble potencial nutritivo. Y es que este derivado de la soja, que tiene cerca de un 20% de proteínas de alto valor biológico, libre de grasas saturadas y colesterol, es una de las mejores alternativas a los productos de origen animal para cualquier dieta, vegetariana u omnívora. A diferencia del tofu, que tiene la reputación de tener una textura gomosa y poco sabor, el tempeh posee un leve regusto a setas y una textura firme que facilita incluirlo en cualquier tipo de cocinado. Incluso podemos cortarlo en lonchas, que, previo paso por la plancha, proporcionan un relleno perfecto para sándwiches y bocadillos.
Una simbiosis perfecta
La fermentación de las habas de soja junto a un hongo como el Rhizopus oligosporus da como resultado un alimento de excepcional valor que supera nutricionalmente a otras proteínas vegetales como el tofu o el seitán. La fermentación es, justamente, la clave de algunas de sus más valiosas propiedades. Por un lado, se crean agentes antibacterianos que van a actuar como antibióticos naturales y, por otro, conseguimos unas valiosas enzimas que facilitan el posterior proceso digestivo, algo a veces muy necesario con la proteína de soja. Además, en este proceso, la soja se carga de vitaminas del grupo B, aportando incluso vitamina B12, tan preciada en las dietas veganas.
Preparando tempeh casero
Elaborar nuestro propio tempeh es relativamente fácil pero requiere de algo de tiempo. Debemos tener presente que por cada 200 gramos de habas de soja necesitaremos una media cucharadita de hongo Rhizopus, lo que nos dará unos 400 gramos de tempeh. Lo primero que debemos hacer es poner las habas de soja en remojo en abundante agua durante unas 12 horas, para facilitar que las habas suelten su piel y se partan en dos. Para eso necesitarán que, hacia el final del remojado, las vayamos moviendo y estrujando, así como pasando un colador por la superficie para retirar las pieles. Cuando tengamos los granos partidos y limpios, los ponemos a cocer con un buen chorro de vinagre de arroz o manzana durante unos 40 minutos. Escurrimos bien, incluso volviendo a poner un minuto al fuego para que queden secos y, cuando empiecen a entibiar, añadimos y mezclamos el polvo de cultivo de Rhizopus. Dividimos los granos en bolsitas de plástico pequeñas (como de bocadillo) que agujerearemos en diferentes sitios para que el moho pueda respirar. Las prensamos muy bien y dejamos que fermenten en un lugar muy cálido o incubadora a 30º durante un par de días. Es importante que todo el proceso se realice con herramientas muy limpias para que otros organismos patógenos no interfieran en la creación de nuestro tempeh, lo que le conferiría manchas de color negro en vez del moho blanco tan característico de este alimento.
Receta: Tempeh encebollado