¿Qué le está pasando al planeta?
Tony Juniper, asesor ecológico del Príncipe Carlos y profesor de sostenibilidad en la Universidad de Cambridge, además de ex director de Amigos de la Tierra, intenta acotar en su nuevo libro el gran problema ecológico que los humanos hemos creado en la tierra.
“¿Qué le está pasando realmente a nuestro planeta?”. Es la pregunta en forma de libro que se hace Tony Juniper, asesor ambiental del Príncipe Carlos y profesor de Sostenibilidad en la Universidad de Cambridge. La respuesta es más bien inquietante, pero lejos de caer en el catastrofismo, Juniper nos invita a visualizar como nunca antes la dimensión del problema y a vislumbrar las soluciones que despuntan en el horizonte, pese al estado de confusión general y a la disrupción “hacia atrás” causada por la elección de Donald Trump.
Usted hace en su libro un chequeo a la situación del planeta. ¿Cómo sería un epílogo con el “efecto Trump”?
Trump es un negacionista confieso del cambio climático. Su elección es un peligro para salud del planeta y también para la salud de la economía norteamericana. Trump puede dar un impulso a corto plazo a las industrias que están en pleno ocaso, como el carbón y el petróleo, pero será al mismo tiempo un mazazo para las renovables y para sectores de alta tecnología. Si da el paso hacia atrás, las mayores beneficiarias serán China e India. A ellas les corrensponde asumir el liderazgo mundial para avanzar hacia un futuro económico de crecimiento limpio y “verde”.
¿Qué lugar ocupa el reto del cambio climático en la lista de prioridades?
Un lugar bien alto. Yo diría que justo después de la extinción masiva de especies. Aunque hay otro grave problema que para mí es clave: la desigualdad económica. Si algo queda patente en nuestro estudio es que todos los problemas están interconectados. Digamos que los dos factores clave del impacto humano son el aumento de la población y el crecimiento económico. Y de ahí nacen todos los efectos ambientales. No podemos olvidarnos tampoco de la contaminación urbana, del agotamiento de los recursos o de la deforestación y la erosión de los suelos…
¿Cuál es el dato que más le ha sorprendido en su investigación?
Sin duda, el de la destrucción de la biodiversidad. Hace 10.000 años, los humanos éramos apenas el 1% de la biomasa de mamíferos vertebrados. Hoy en día somos el 95% si se cuenta también el ganado a nuestro servicio y nuestros animales domésticos. Creo que este dato habla claramente del hombre como especie dominante. ¿Cómo podemos hablar de restaurar el equilibrio natural si nos reservamos el 95% de la tarta? Lo mismo que ocurre entre nosotros con el reparto desigual de la riqueza, sucede a escala planetaria en nuestro comportamiento con el resto de las especies. Lo queremos todo para nosotros.
Gráfico sobre la disminución drástica de especies, publicado en el “¿Qué le está pasando realmente a nuestro planeta?”.
Puestos a ser honestos, su libro podría titularse más bien “Cómo estamos destruyendo el planeta”…
Lo último que debemos hacer los ecologistas es adoctrinar o inculcar el sentimiento de culpabilidad, que es algo que paraliza a la gente. Por eso elegí a conciencia un título neutro, con una apostilla irrebatible: “Los datos explicados de una manera simple”. Ahí está la información: que cada cual saque su propia conclusión.
Nuestra actitud es radicalmente distinta a la de los pueblos indígenas. Nosotros miramos el bosque y solo vemos muebles de madera
Otro de los capítulos más inquietantes es el de la Gran Aceleración…
Todos factores se han disparado efectivamente desde los años cincuenta. Crece la población, aumenta el PIB mundial, suben las emisiones, aumentan las temperaturas… La curva se dispara de un modo exponencial y nos estamos acercando a los “límites planetarios”. No es extraño que empiece a haber consenso entre los científicos para bautizar esta era como el Antropoceno: el período marcado por el impacto del hombre en la Tierra.
Gran parte del problema es que los efectos no son aún “visibles” para el común de los mortales…
Cierto, hay un gran estado de confusión, de ahí surgió la idea del libro. Lo primero que necesitamos es hacer visible la situación, y he tenido la suerte de trabajar con una gran equipo de editores y diseñadores gráficos de la editorial DK. Los datos ya estaban ahí: lo que hacía falta era visualizarlos e interconectarlos, para que la gente entienda la dimensión de lo que estamos hablando.
Desde 1950, se han disparado la temperatura media, la población, la concentración de CO2, la industrialización, la extinción de especies y el uso de agua dulce.
¿Lo entienden los políticos?
Esa es la otra cara de la moneda. Estos datos llevan tiempo al alcance de todos los presidentes, primeros ministros y responsables de finanzas del mundo, pero seguimos actuando como si nada ocurriera. Hemos tenido una preocupante falta de voluntad política.
Pero tampoco ha habido una presión excesiva por parte de la opinión pública…
Es cierto. Lo que ocurre con el cambio climático es muy sintomático. En el fondo hay también un problema arraigado en nuestra psicología: solo reaccionamos ante riesgos palpables y evidentes. Pese a nuestra capacidad para proyectarnos en el futuro, nos cuesta aceptar lo que nosotros mismos podemos causar. Es curioso, porque nuestra actitud es radicalmente distinta a la de los pueblos indígenas, que saben instintivamente que su futuro depende de presevar el bosque. Nosotros miramos el bosque y solo vemos muebles de madera…
Hay propuestas interesantes como la economía circular, que cambia por completo la ecuación de poducir, usar y tirar con la que hemos funcionado hasta ahora
En la parte final de su libro habla de las “soluciones”. Denos algún motivo para ser optimistas…
Ha habido pocos, pero importantes progresos en las últimas décadas. El más destacado de todos fue sin duda la acción para preservar la capa de ozono. Otro aspecto en el que se ha avanzado es el de la protección de las áreas naturales. También destaco el éxito de los Objetivos del Milenio, que tienen que ser la base para los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y tenemos propuestas interesantes como la economía circular, que cambia por completo la ecuación de poducir, usar y tirar con la que hemos funcionado hasta ahora.
En su libro anterior, usted proponía poner un valor a todo lo que hace la naturaleza por nosotros. ¿No es una manera de caer en la mentalidad productivista que nos ha llevado hasta este extremo?
En absoluto. Hay una diferencia clara entre poner un precio y poner un “valor” a todo lo que hace la naturaleza de una manera gratuita: desde el ciclo del agua a la captación de CO2, la fotosíntesis de las plantas o la polinización de los cultivos. Creo que reconocer el valor de este “capital natural” es el primer paso. El segundo será entender que el progreso económico no tiene por qué ir ligado a la destrucción del medio ambiente. La economía y la ecología tienen que caminar finalmente de la mano.
Lo que la naturaleza hace por los humanos.