Más allá de Glasgow

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Los defensores y los detractores del acuerdo final de la Cop26 coinciden al menos en un punto: se trata de un acuerdo "insuficiente", hay que ir "más allá de Glasgow” y  avanzar hacia una reducción drástica de las emisiones en esta década, si aspiramos realmente a no superar el listón de un aumento máximo de las temperaturas de 1,5 grados.

      El propio presidente de la Cop26, Alok Sharma, recalcó que es objetivo sigue vivo pero con en el “pulso débil”, con la esperanza de algo así como una respiración asistida en la Cop27 del 2022 en Egipto, donde se espera que los países en desarrollo puedan jugar en su propio terreno y resolver las asignaturas pendientes de Glasgow, que son muchas...

    Del compromiso de los países ricos de aportar 100.000 millones de dólares anuales de financiación internacional para la acción climática, al reconocimiento tácito de las compensaciones por “daños y perjuicios” a los países vulnerables. Y por supuesto unos planes nacionales más ambiciosos y alienados con un recorte global de las emisiones del 45% en 2030. Y una renovada determinación para dejar atrás la era de los combustibles fósiles e ir más alllá de la “reducción progresiva” y de los "subsidios ineficientes”.

   “Esto no para aquí, no ha hecho más que empezar”, declaró en caliente Frans Timmermans, el vicepresidente de la Comisión Europea que lanzó en el último momento su dedo acusador contra India y China por suavizar al máximo la referencia al carbón y a los combustibles fósiles: “¡No matéis este momento!”.

    Ante las críticas contra la UE por su falta de visiblidad en Glasgow, Timmermans subió el listón emocional en el último acto mostrando al público en su móvil la foto de su nieto Kees: “Tendrá 31 años en el 2050 y quiero que viva en un mundo habitable. Si fallamos en los próximos años, tendrá que luchar por el agua y por los alimentos. Esa es la cruel realidad a la que nos enfrentamos”.

   El otro golpe de escena en la recta final lo protagonizó Simon Kafe, el ministro de Exteriores del minúsculo país de Tuvalu en el Pacífico, perfectamente trajeado y con el agua hasta las rodillas en el dramático video con el que se dirigió al plenario: “Nos estamos hundiendo. Esta es una imagen de la vida real a la que nos enfrentamos los países de las naciones-isla. Para nosotros, el cambio climático es una cuestión de supervivencia”.

   Como en el Acuerdo de París, la voz de los estados-isla resonó en el “momento de la verdad”. La batalla fue en aquella ocasión la barrera de 1,5 grados; esta vez vez ondearon la bandera de la “justicia climática” y de las compensaciones por "daños y perjuicios", considerada por los grupos ecologistas como una de las batallas perdidas en Glasgow.

  “Los países ricos no pagarán su deuda histórica del clima y los líderes han fallado ante la “eliminación” de los combustibles fósiles”, declaró Rachel Kennerley, responsable de campañas internacionales de Amigos de la Tierra. “El camino hacia 1,5 grados es más difícil después de Glasgow, cuando debería haber servido para hacerlo más fácil”.

  “El acuerdo es insatisfactorio, los compromisos siguen siendo insuficientes y no evitan los peores efectos del cambio climático”, advirtió Florent Marcellesi, coportavoz de Verde EQUO. “Al mismo tiempo, y gracias a la presión de la juventud, el Pacto de Glasgow mantiene viva la llama de una mayor ambición climática en línea con el Acuerdo de París. Para ser creíble y llegar a tiempo, cada país -incluyendo España- debe pasar de forma urgente de las promesas a los hechos”.

    Para Laurence Tubiana, artífice del Acuerdo de París y al frente ahora de la European Climate Foundation, Glasgow deja una sensación ambivalente: “A pesar de la crisis del Covid, se ha acelerado la acción, se ha recortado el bache hacia 1,5 grados y el carbón está finalmente en el texto... Pero hay mucho más por hacer, los anuncios de la primera semana deben concretarse en política reales y hay que hacer frente finalmente al petróleo y al gas”

   Asad Rehman, al frente de la coalición Cop26 que reunió a más de 100.000 manifestantes en las calles de Glasgow, fue sin embar go mucho más contundente en su valoración de la cumbre: "Ha sido una absoluta traición para la gente y una operación de lavado verde del Gobierno británico y los países ricos (...) Es inmoral que se hable aquí del futuro de nuestros hijos y nietos cuando los niños del sur global están sufriendo ahora. La Cop ha fallado a la hora de mantener viva la aspiración de 1,5 grados y ha allanado el camino a los 2,5 grados y a un planeta en llamas”.