“La adaptación al cambio climático es la oportunidad del siglo"

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Entrevista a Christopher Field, uno de los científicos más destacados del IPCC.

Asegura que la adaptación al clima puede ser "la oportunidad del siglo" si la sabemos gestionar.

©Ione Saizar

Algo está cambiando en la percepción del cambio climático. Tras el parón de los últimos cinco años, el presidente Obama mueve sus primeras piezas y de repente China da señales de vida y anuncia que está dispuesta a regular las emisiones de CO2. Un puñado de multinacionales parecen dispuestas a subirse al carro y ahora sólo falta que la sociedad se movilice a tiempo para la cumbre del 2015 en París.

El científico Christopher Field, galardonado con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento y uno de los miembros más destacados del IPCC (el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU), asegura que el péndulo vuelve a oscilar hacia donde estaba antes del fiasco del Copenhague, ante el impacto cada vez más evidente y pese a la presión del "lobby" de la energías fósiles para que todo siga igual. “Las empresas han cambiado de narrativa y ahora empiezan a hacerlo los políticos”, advierte el biólogo de la Universidad de Stanford, que se muestra “moderadamente optimista” y asegura que la adaptación al clima puede ser "la oportunidad del siglo" si la sabemos gestionar.

Hace seis años, Obama fue criticado como uno de los máximos responsables del fiasco de Copenhague. ¿Cree usted que esta vez va en serio?
Creo que estamos ante un intento de progreso real ante el cambio climático. La falta de apoyo en el Congreso ha dificultado desde hace tiempo los avances. Pero hay pasos importantes que puede dar el presidente a nivel de regulación, y estamos ante uno de ellos. Me parece que obligar a las centrales térmicas a reducir un 30% sus emisiones es un principio fantástico.

Pero de ahí a poner un “precio” a las emisiones de CO2 hay un largo camino…
Tendremos que hacerlo tarde o temprano. Será la manera de reconocer que hay un daño y un coste creado por las emisiones de gases invernadero que estamos mandando a la atmósfera. Es ni más ni menos que el viejo principio de “quien contamina, paga”. Si no ponemos un precio al carbono, estamos legitimando a la gente que causa el problema, en vez de intentar resolverlo.

Si no ponemos un precio al carbono, estamos legitimando a la gente que causa el problema, en vez de intentar resolverlo

¿Coincide usted con el Príncipe Carlos en que hay que transformar el capitalismo para  “salvar el planeta”?
Yo no veo el capitalismo como el problema, sino como parte de la solución. Lo que necesitamos es crear un nuevo campo de juego. Una vez que hayamos dado los pasos para “internalizar” los costes de las energías fósiles, estaremos creando una situación en la que será más factible que las renovables se abran paso. La energía es la clave ante el reto del cambio climático.

Y sin embargo muchas grandes compañías han dado marcha atrás en los últimos años y vuelven a apostar por las energías fósiles…
Es cierto que muchas compañías siguen atrapadas en la visión cortoplacista y haciendo “lobby” para evitar que los gobiernos pongan un precio al carbono. Pero creo que los consumidores tienen también su parte de responsabilidad y no están exigiendo como debieran la responsabilidad ambiental a las compañías. La sociedad en su conjunto tiene que admitir que los productos deberían tener un coste asociado a su daño ambiental, y eso es algo que aún nos cuesta aceptar.

El clima ha cambiado sustancialmente y ahora es una gran parte de la clase empresarial la que está impulsando el cambio

En países como España, las eléctricas han presionado al Gobierno para que elimine de manera retroactiva los subsidios a la energía solar…
Yo defiendo los subsidios a las energías renovables hasta que sean plenamente competitivas. Uno de los principios fundamentales para tener un nuevo terreno de juego es garantizar el pleno acceso a las energías “limpias” en todo el mundo. Ahí estará también la clave para evitar conflictos de con los países en desarrollo: renovables para todos y más baratas que las energías fósiles.

Hay quienes sostienen que no han existido avances desde Copenhague y que París puede llevarnos a otro callejón sin salida…
Yo creo que el clima ha cambiado sustancialmente en estos últimos años, y ahora es una gran parte de la clase empresarial la que está impulsando el cambio. Pienso también en que ha llegado el momento de cambiar de narrativa y ver la mitigación y la adaptación al cambio climático como la mayor oportunidad económica del siglo XXI. Las compañías se están dando cuenta y ahora sólo falta que los políticos pasen a la acción. Pero es importante destacar que no basta con un acuerdo global de emisiones. Tan importante para el futuro van a ser a partir de ahora los acuerdos bilaterales y la labor que hagan las ciudades, que serán los auténticos laboratorios de adaptación y mitigación del cambio climático.

Para tener un nuevo terreno de juego debemos garantizar el pleno acceso a las energías “limpias” en todo el mundo

Pero el escepticismo ha calado hondo en la opinión pública…
Creo que el cúmulo de episodios de estos últimos años, desde el huracán Sandy a las inundaciones aquí en Gran Bretaña, o los recientes datos sobre la fragilidad del capa de hielo en la Antártida occidental, están haciendo abrir los ojos a los medios y a la sociedad en general. Tenemos que dejar de darle vueltas al problema y centrarnos en las soluciones. La ciencia del clima es irrebatible, y lo lleva siendo desde que el Premio Nobel de Química Svante Arrhenius calculó en 1896 cuál sería el efecto del aumento del CO2 en la atmósfera sobre la temperatura en la superficie terrestre.

¿Y los recientes conflictos entre la clase científica?
No hay conflicto entre nosotros, en todo caso un debate, como siempre los ha habido en la ciencia. Pero los efectos ya los estamos viendo, y son pocos los que cuestionan ya la peligrosa interferencia de los humanos con el sistema del clima. Los escépticos no pueden seguir jugando con fuego.

Los consumidores tienen también su parte de responsabilidad y no están exigiendo como debieran la responsabilidad ambiental a las compañías

¿Y qué me dice del daño a la reputación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático tras el escándalo del “Climategate” (los emails de la Universidad de East Anglia) y el error en la predicción de la desaparición de los glaciares del Tíbet? ¿No habría sido más fácil disolver el IPCC y empezar desde cero?
Yo soy de los que defiende a capa y espada el IPCC, y también al presidente Rajendra Pachauri. Se trata de una institución muy compleja, que maneja miles de documentos científicos y en la que son inevitables los errores. Créame: nunca ha tenido la humanidad una herramienta comparable, con el nivel de autoridad de cientos de científicos, poniendo sobre la mesa sus conclusiones y sus recomendaciones para la acción política.

Usted fue distinguido con el premio de la Fundación BBVA por su trabajo en la “gestión de los ecosistemas” para mitigar el impacto del cambio climático. ¿Podemos realmente “gestionar” el cambio climático? ¿Qué opinión le merece soluciones de geoingeniería como la siembra de nubes o la inyección de aerosoles en la estratosfera?
Todas las opciones deben estar sobre la mesa. Pero las propuestas de gestión de la radiación solar aún no están probadas, y deberíamos ser muy cautos con sus implicaciones y su posible impacto. Trabajar con los ecosistemas, en combinación con soluciones de ingeniería, es por hoy lo que tenemos más a mano y donde se abren muchas oportunidades de innovación y de negocio.

¿La ecología es compatible con la economía?
El mito de que tenemos que elegir entre la economía y la ecología también tiene que caer. Hemos podido ignorar el medio ambiente hasta ahora, pero no podemos hacerlo indefinidamente. Aún nos queda tiempo para poder gestionar nuestra adaptación al cambio climático e intentar paliar nuestra contribución a la subida de las temperaturas más allá de un punto crítico. Y tenemos además la oportunidad de hacerlo creando comunidades más vibrantes y economías más robustas.

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