José María Sánchez Navarro: “La salud es un reflejo del alma”

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José María Sánchez Navarro es naturópata holístico, osteópata y micronutricionista especializado en nutrición ortomolecular. Psicoterapeuta sistémico y transpersonal. 

Hace más de 25 años que acompaña de forma holística a personas con todo tipo de cuadros y desequilibrios psicofísicos y es fundador de la escuela que lleva su propio nombre, en la que imparte distintas formaciones que recuperan la sabiduría naturopática y las ciencias holísticas.

Como naturópata holístico, José María Sánchez Navarro cree firmemente en la salud integral, que abarca todas las dimensiones del ser humano: la física, la emocional, la mental y la espiritual. Por eso, su forma de acompañar se centra en contemplar y acompañar a la persona en su totalidad, empezando por comprender los procesos del alma desde su base más científica, la cual nos expone en esta entrevista.  

Según José María, solo considerando a cada persona como un ser único y al cuerpo como una unidad interrelacionada, llegaremos al origen del desequilibrio y podremos acompañarlo en el camino de la sanación, emprendiendo un camino de autoconocimiento y responsabilidad sobre nuestra propia salud.

¿Por qué aún existe aún una separación entre la medicina natural y la medicina convencional alopática? ¿De qué forma podrían complementarse?
Es el camino que hemos tomado todos como sociedad el que nos ha llevado poco a poco a separarnos de la salud; hemos dejado de respirar adecuadamente, caminar descalzos, mirar al sol en las horas adecuadas, hidratarnos adecuadamente, etc. Eso ha hecho que hayamos perdido drásticamente la salud y que haya surgido una forma de poder llevarla a través de medicamentos con efectos muy rápidos pero con contraindicaciones muy agresivas y persistentes en el tiempo. 

Por esto, surge desde un ámbito social observar el cuerpo como unidades separadas, por ejemplo, me duele la cabeza y tomo analgésicos, o me duele un músculo y tomo antiinflamatorios… de esta forma la medicina se ha convertido en un dispensador de fármacos rápidos. Reconducir los hábitos que nos enferman es la manera más eficiente para recuperar la salud, pero esto no significa que las medicinas estén enfrentadas. Ambas pueden existir y entenderse, primero porque son una y segundo poque son perfectamente integrativas. 

La naturopatía nos invita a volver a tomar nuestro tiempo, nuestro espacio y observar qué es lo que nos desequilibra. 

Cuando tenemos un proceso traumático, como por ejemplo un infarto o un accidente, la medicina convencional tiene todas las herramientas para equilibrar la salud. Cuando los procesos se perpetúan en el tiempo como una patología autoinmune, un proceso inflamatorio (gastritis), un proceso miálgico (fibromialgia), un proceso doloroso (migraña), el camino está en la naturopatía. 

Confiemos en que en un futuro próximo ambas medicinas puedan convergen en beneficio de la salud personal, familiar y social. 

¿Qué significa exactamente contemplar al ser humano como un todo desde el campo de la salud? 
Lo primero, entender que nada está separado en este planeta:  las nubes están unidas por el agua; el aire por las corrientes; el agua del océano por nitrógeno, el hidrogeno y oxígeno; la tierra por el carbono. Así pues, el cuerpo se mantiene unido por unidades de campos eléctricos y magnéticos y la célula requiere del equilibrio de estos campos electromagnéticos. Todo desequilibrio de la salud es una alteración de estos campos electromagnéticos. 

Todos los sistemas están unidos, el sistema nervioso gestiona al endocrino y el endocrino a su vez al inmunológico. Cuando observamos el cuerpo como un todo entendemos que para que exista un desequilibrio, son muchos los órganos o vísceras que se han desequilibrado anteriormente.

Ya el Dr. Edward Bach nos expresaba que todo desequilibrio físico es un reflejo del alma, el estímulo nos lleva a un pensamiento y este a una emoción. Cuando un pensamiento es reiterativo genera un impacto en el sistema nervioso (encéfalo) que provocará un impulso persistente en una zona determinada y provoca un desajuste orgánico que dará como resultado el desequilibrio físico que somaticemos.  

Usted incluye la dimensión espiritual, pero no todo el mundo la considera. ¿Cómo puede integrarse esta parte tan sutil en el campo de la medicina? 
Observando la lógica de la física aplicada y la cuántica, la física aplicada nos habla de lo más grande, los planetas, los sistemas, las galaxias, y la física cuántica de los más pequeño, el átomo, los electrones, los protones, los neutrones, los quarks, y todo esto está unido por un campo magnético que lo unifica y le da forma, que nosotros llamamos materia. 

Aceptando y comprendiendo esta lógica matemática, podemos trasladarla al cuerpo para empezar a ver el conjunto de elementos que lo conforman: bacterias, parásitos, hongos, levaduras, células, que estas a su vez forman órganos, sistemas, aparatos, y podemos observar cómo así lo humano va cogiendo una forma que le permite vivir esta experiencia que llamamos vida. Puede respirar, moverse, percibir, mirar, hablar, sentir, crear, reír, bailar…

Al tener delante de nuestros ojos la materia la damos por sentada y segura, no albergamos ninguna duda de que todo esto existe porque lo vemos, y cuando todos estos campos nombrados anteriormente se desequilibran, enfermamos. 

Aunque también debemos tener en cuenta que lo que conforma la materia es lo invisible. A toda la microbiología que nos estructura la unen moléculas invisibles para el ojo humano, como los átomos. No los vemos, aunque damos por sentado que nos forman. De estos átomos esta hecho (aunque de diferentes estructuras) el universo en el que vivimos. Somo polvo de estrellas. 

Con esto quiero decir que, si estamos formados a imagen y semejanza del universo, cualquier cambio en el universo nos afecta y cualquier cambio en nosotros afecta al universo. 

¿Qué es para usted el alma?
Cuando decimos alma todos sabemos que es parte intrínseca de nosotros. 

Los griegos consideraban el alma como el principio vital que anima a los seres vivos y les da movimiento. Para ellos, el alma no era algo separado del cuerpo, sino que estaba íntimamente ligada a él. 

Desde el punto de vista naturopático observamos los desequilibrios (lo que se llama enfermedad) como un conjunto de procesos no solo físicos, sino también emocionales, mentales y existenciales, y todos ellos modifican la conducta de nuestros campos electromagnéticos. Cuando vivimos un desequilibrio de la salud, casi con toda seguridad podemos afirmar que la persona tiene desequilibrios en alguna parcela de su vida, tales como la familia, el trabajo, las relaciones sociales, la relación de pareja, etc. 

Todas esas vivencias no son vivencias solo de la personalidad, sino también de esta parte de nosotros que percibe sin ver, que es el alma.

Una de las formas en las que podemos entender mejor qué es el alma nos la explica la física aplicada y la mecánica cuántica.

Todos lo protones y electrones del universo son iguales, de menor o mayor tamaño, pero son iguales. Si analizamos un átomo del Universo nos daremos cuenta de que es el mismo átomo que nos conforma a nosotros. Cuando hablamos de Dios no es un ser que vive en el cielo, sino una energía que se manifiesta siempre a través de la vibración por campos electromagnéticos y es principalmente lo que nos forma a nosotros: energía, vibración, electricidad y magnetismo. 

Por lo tanto, todos portamos dentro la energía del Universo, el alma, manifestándose  a través de un cuerpo físico, emocional y mental.  

¿Hoy en día la ciencia puede evidenciar la existencia del alma? 
Hoy sabemos que el Universo se expande, que evoluciona y que todo surgió de una gran explosión, el Big Bang, aunque el Big Bang no fue el instante cero, algo tuvo que crearlo. La pregunta sería: ¿Que había antes del Big Bang?

Ahora entendemos que todo efecto tiene una causa y así podemos retroceder en el tiempo para comprender el inicio de todo. Newton dijo que el Universo es eterno, algo que Einstein descartaría con la relatividad, afirmando que el Universo tuvo que nacer en algún momento. 

Hoy en día la mayoría de físicos consideran que el Universo está en un momento de expansión y que en algún momento tendrá que retraerse, o no. 

Mucha de la evidencia recogida hoy por la ciencia ya estaba plasmada en los textos antiguos. Los griegos nos dicen que del caos nació Nix (luz-día-espíritu) y Érebo (oscuridad-noche-alma). En la filosofía hindú, en los textos del Mahabharata, aparece Brahma como creador del Universo; Vishnu, que mantiene el Universo, y Shyva lo destruye, completando así ciclos de existencias. También podríamos hablar de los estoicos, que entendían que el Universo se crea y se destruye cada cierto tiempo en el fuego. 

Toda esta información nos lleva a entender que el Universo seguramente sí es eterno, que no se crea ni destruye, sino que se transforma, al igual que observamos en nosotros que no morimos, sino que nos transformamos.

La prueba más científica y fehaciente de la existencia del alma la encontramos en la observación que diariamente realizan los astrónomos, físicos, matemáticos e ingenieros actuales para seguir investigando el Universo. Ellos contemplan diariamente la energía invisible que da equilibrio al caos, la misma energía que da forma al alma. 

Científicos como el Dr. Stuart Hameroff, reconocido anestesista por su trabajo en el área de los estudios de la conciencia, junto al físico y matemático Sir Roger Penrose (uno de los más contrastados y relevantes científicos de la actualidad) desarrollaron la hipótesis Penrose-Hameroff, la cual expone que la conciencia ha existido desde el inicio del Universo y está procesada en los microtúbulos, polímeros cilíndricos que forman el citoesqueleto.

“Nuestras almas están construidas de algo más profundo que las neuronas, están construidas por la misma tela del Universo. Creo que la conciencia o su precursor, llamémosla protoconciencia, ha existido en el Universo desde siempre, quizás desde el Big Bang”, dijo el Dr. Hameroff.

Poco a poco nos vamos acercando al conocimiento del alma, que por una parte tiene que ser sentida y experimentada por el individuo y por otra, con el tiempo, la ciencia va demostrando su existencia. 


Hoy la neurociencia ya habla de cómo nuestras emociones influyen en nuestro estado fisiológico. Pero usted va más allá, afirmando que la salud es un reflejo del alma. ¿Qué quiere decir con esto?  
La salud va intrínsecamente unida a nuestro estado emocional y nuestras experiencias de vida. El alma no califica las pruebas de la vida de buenas o malas, somo nosotros con nuestra personalidad y ego los que teñimos estos momentos. 

Si analizamos en profundidad en qué dualidad se mueve el ser humano, suele ser en el miedo o en el placer. En algunos momentos el miedo nos invade y nos inmoviliza o en otras nos encontramos tan solos, vulnerables o dependientes que buscamos el placer como método de analgesia y, por lo tanto, estas insatisfacciones perpetuas que vivimos desequilibran nuestro cuerpo físico. 

Cuando vivimos un proceso emocional surge en nosotros el dolor, seguramente en muchas ocasiones describiríamos que dicho dolor es un proceso de desequilibrios neuroquímicos por alguna disminución de un neurotransmisor o hormona. Aunque si nos fijamos bien, la pérdida inesperada de un padre, de una madre o de un hijo, no provoca la disminución de un neurotransmisor o hormona, sino que el dolor pasa de ser mental a percibirlo en todo el cuerpo. Este tipo de dolor no es mental, esta sensación es registrada desde lo más profundo de nosotros, es decir, el alma. 

¿Qué significa exactamente vivir la experiencia del alma? ¿Desde dónde estamos viviendo si no?
La experiencia del alma se vive sin dualidad. Cuando nos movemos entre los sentimientos de “me gusta me lo quedo, no me gusta lo rechazo”, estamos viviendo de forma muy alejada a la vivencia del alma. 

Vivir desde el alma es una cuestión de coherencia interna, tanto en lo que pensamos, sentimos y hacemos como también en experimentar la compresión y el amor hacia el otro. Cuando podamos empezar a caminar observando todo lo que nos rodea como un todo y a compartirnos plenamente; cuando logremos atender a los demás como si fuéramos nosotros mismos, respetando y amando las otras decisiones aunque no nos gusten, estaremos viviendo desde el alma. De la otra manera (licita también), estamos viviendo desde la personalidad, la cual tiene una mirada separatista y dual que nos trae sufrimiento, dolor álmico y mental, ya que en ella siempre hay un interés personal, un deseo o un rechazo.

Habitualmente vivimos desde un marco sesgado, por lo que percibimos y sentimos la vida alejados de la experiencia misma. Vivimos sin una práctica diaria de atención a lo que nos acontece dentro de nosotros y procuramos olvidar lo que nos causa dolor dejándolo a un lado, hasta que un día, de repente, este llama a la puerta en forma de ansiedad, depresión o desequilibrios físicos. 

¿Qué papel juega la mente en esta experiencia de vida?
El papel de la mente es fundamental para nuestra experiencia de vida, pues allí donde pongo la mente vivo la experiencia. En la praxis naturopática me he ido dando cuenta que todos nosotros vivimos lo procesos de la vida según dónde ponemos la mirada. He compartido con personas que han perdido hijos y que ese proceso les ha acabado transformando la vida hacia una mayor comprensión y sentido, y personas que por perder una pareja casi las lleva al suicidio. 

Así que, sí, la mente juega un papel fundamental en la experiencia de vida. Conocer y qeuilibrar nuestra mente nos permite equilibrar el eje estimulo-pensamiento-emoción-pulsión emocional. Todo comienza por un estímulo que nos lleva a un pensamiento y a una emoción. Si el estímulo no es consciente, la emoción tampoco lo será y nos llevará a una pulsión emocional inconsciente que gobernará nuestro momento y posiblemente nuestra vida. 

¿Es el amor, un factor determinante para nuestra salud?
Hablar de amor es tremendamente complejo, pues nuestro conocimiento sobre él se reduce a las relaciones (familiares, de pareja, etc.). 

Desde las escrituras antiguas, indias, budistas, sufistas, católicas, hebreas, y podríamos seguir la lista, todas hablan del amor como la unión de todos los principios y finales. El amor es la energía imperceptible que lo une todo, dentro y fuera de nosotros, en este planeta, sistema solar, galaxias y universo. 

Sin amor no podemos tener un equilibrio en el sistema nervioso y por ende en el endocrino e inmunológico. Todo depende del amor, e insisto, no hablo de un amor físico, hablo de la energía del amor que todo lo une y posibilita la interrelación, la comprensión, la aceptación, el respeto y el cuidado.  Cualquiera de estas cualidades intrínsecas en nuestra fisiología, si no las aplicamos principalmente para nosotros mismos diariamente, nuestra salud se ve afectada. 

Aunque vivamos en contextos complejos, hostiles y de conflictos sociales, si prestamos atención en nuestro día a día, siempre podremos ver el amor como la base de muchos procesos naturales y humanos: en un amanecer, en el abrazo de una madre, en actos de generosidad, en el cuidado a los otros, en el brotar de la naturaleza, en el nacimiento de un nuevo ser, en una sonrisa o un gesto de agradecimiento… por lo tanto, el amor sí que es un factor determinante para todo en esta existencia. 

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