Juegos para nuestra vida cotidiana
Como complemento a su artículo El juego de la felicidad, Francesc Miralles nos propone ideas para introducir el juego en nuestro día a día.
Además de llevar el espíritu lúdico a nuestro trabajo y a nuestras relaciones personales, estos suplementos diarios en forma de juegos nos ayudarán a vivir con optimismo, curiosidad y empatía hacia los demás:
Anticiparnos a lo que sucederá. Tanto si leemos una novela como si estamos viendo una película, imaginar cómo se desarrollará la trama es un ejercicio mental que mantiene engrasada nuestra capacidad de deducción y nuestra imaginación. Podemos incluso tomar apuntes con nuestras expectativas.
Elegir un arte para seguir jugando. Tocar un instrumento, pintar un lienzo o participar en una compañía de teatro amateur nos transporta a lo mejor de nuestra infancia. Nos permite sentirnos vivos y moldeables, abiertos a nuevas experiencias y posibilidades.
Renovar nuestro círculo de amistades. Cuando compartimos el tiempo libre siempre con las mismas personas, nuestra capacidad para improvisar y sorprender a los demás va menguando, porque las relaciones de largo recorrido se anclan a rituales fijos: unas mismas personas que hacen unas mismas cosas. Por eso, es importante dejar entrar savia nueva para refrescar nuestra vida lúdica y social.
Introducir cambios en nuestra rutina. Algo tan simple como cambiar de ruta para ir al trabajo o variar la manera en la que cocinamos sirve para activar los circuitos de la creatividad y alejar el fantasma del aburrimiento. Es útil revisar periódicamente cómo hacemos las cosas y buscar variantes para que nos resulten nuevas y excitantes.
Apagar el televisor, el ordenador y el móvil. Estar permanentemente conectados tiene un efecto hipnótico que adormece nuestra capacidad de jugar. En cambio, actividades estimulantes como leer, conversar o crear –en cualquier arte– nos aportan energía y espontaneidad.