Fascinación por el té

8.1.2013
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En el mundo hay unas 600 especies de té que crecen en 28 paraísos, regiones soleadas, elevadas y bien regadas que se encuentran esparcidas desde el Lejano Oriente a Latinoamérica.

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El origen del té como infusión está explicado en una leyenda China. En el año 2.737 a.C., unas hojas del árbol del té —Camelia sinensis—cayeron por azar en la taza de agua caliente del emperador Sheng Nung, hombre sabio que había dispuesto que en toda China se hirviera el agua antes de beberla para prevenir la viruela y otras enfermedades. Sheng-Nung probó la infusión y le pareció exquisita. Así comenzó la historia del té, hoy la segunda bebida más consumida en el mundo después del agua.

Se estima que cada día se consumen 2,5 billones de tazas. Durante 3.000 años el té se preparó, con objetivos medicinales, con las hojas de las plantas silvestres. La medicina tradicional china otorga al té aún más propiedades, entre ellas, estimular la visión, reducir el sueño, aumentar la diuresis, calmar el espíritu, refrescar la mente, eliminar la grasa, curar la anorexia y preservar la juventud.

Fue alrededor del siglo III d.C. cuando comenzó su cultivo, que no ha dejado de extenderse para satisfacer una demanda en continuo crecimiento.

Gracias al sabor refrescante del té y a su efecto reconstituyente, Asia goza de la belleza que ofrecen sus plantaciones, que cubren miles de hectáreas. Producen tal impresión sobre los sentidos, tal imagen de perfecta colaboración entre la naturaleza y el ser humano, que las plantas de té confieren categoría de Paraíso a la tierra sobre la que crecen.

El paraíso está en Sri Lanka, que significa "tierra feliz"

El paraíso está en Sri Lanka, que significa "tierra feliz". Es sin duda el más bello de estos edenes. El mítico "té de Ceilán" se encuentra entre los más aromáticos y sabrosos del mundo. Su fama se debe en gran medida al trabajo de las mujeres tamiles, originarias del sur de la India, que envueltas en sus vestidos de colores llamativos se encargan de la delicada tarea de recoger las dos hojas y el brote nuevo del extremo de cada rama. Además se poda cuidadosamente cada arbusto, manteniéndolo casi en una condición de bonsai de un metro de altura, para facilitar la recolección, que se realiza cada 15 días.[pagebreak]

La región central de Sri Lanka, conocida como el País de las Montañas, es una sucesión de exuberantes paisajes verdes con el té como protagonista principal. Las colinas tapizadas con los arbustos de de características hojas lanceoladas y brillantes, se combinan con espectaculares saltos de agua, pueblos coloniales como Nuwara Eliya y templos budistas.

De las interminables plantaciones, como las del Paso de Ramboda, que se escalonan entre los 600 y 1.500 metros de altitud, emana un perfume inolvidable. Árboles de la canela, originarios de esta isla y magnolios contribuyen con sus esencias al aroma particular de la isla. Apenas supera en extensión a Irlanda, pero Sri Lanka produce más té que ningún otro país de la Tierra, con excepción de la India.

La historia del té en la antigua Ceilán no es milenaria. Todo empezó en 1849 cuando un hombre de negocios escocés, James Taylor, decidió plantar té de Assam y China en los campos de su hacienda para sustituir a los cafetales arruinados por las plagas, que a su vez habían ocupado el lugar del cultivo tradicional de la isla, la canela. El éxito fue total. Actualmente hay plantadas en la isla 250.000 hectáreas que producen más de 250 millones de kilos de té al año.

Plaguicidas y explotación

El esplendor verde del té tiene también sombras. Como en todo cultivo extensivo, se emplea una cantidad ingente de plaguicidas que contaminan las preciadas hojas, el agua y la tierra. Aunque los consumidores pueden resultar afectados, los más perjudicados son los productores. En Sri Lanka la intoxicación con plaguicidas es un problema de salud importante.

Algunos productores, agrupados en cooperativas, están apostando por el té ecológico y de comercio justo, en colaboración con organizaciones solidarias de los países ricos. El comercio mundial del té ecológico aún no llega al 1% del total, pero su futuro es muy prometedor.

Otro efecto negativo del éxito del té guarda relación con la mano de obra necesaria en las grandes plantaciones. A finales del siglo XIX, los británicos trasladaron miles de familias desde el sur de la India a Sri Lanka, inmigración que ha causado un conflicto étnico y social a lo largo de todo el siglo XX entre los tamiles de religión hindú y los nativos cingaleses budistas.

Un problema actual en las plantaciones de té de Asia y África es el empleo de mano de obra infantil. Pero el trabajo manual que exige el té de calidad —sólo en Japón se cosecha con máquinas— también da una oportunidad a los productores modestos. En Sri Lanka es suya más de la mitad de la cosecha y el té de Kenia procede casi exclusivamente de pequeños agricultores que lo han descubierto como producto rentable: da trabajo e ingreso durante todo el año, necesita relativamente poca inversión y es poco probable que la cosecha no dé ningún fruto.

Las 40 plantaciones keniatas poducen 240.000 toneladas de té negro, bastante fuerte, que en su mayoría se exportan a Canadá, Alemania, Holanda y sobre todo el Reino Unido, donde es muy apreciado. Los cultivos se encuentran al norte de la capital, Nairobi, y en las fronteras con Tanzania y Uganda.[pagebreak]

Assam y Darjeeling

Se dice que las primeras plantaciones de té adornaron el valle de Assam, a los pies del Himalaya, frontera entre India y China. Regada por el divino río Brahmaputra durante más de 3.300 kilómetros y con una extensión de 56.700 kilómetros cuadrados -casi el doble de Cataluña- es seguramente la región más fértil y húmeda del mundo.

Las más de 800 plantaciones y 200.000 pequeñas granjas producen más té negro -480 millones de kilogramos al año- que ningún otro lugar, con la excepción de China. Pero todo indica que el futuro de Assam no está en la cantidad: están cerrando numerosas plantaciones que no pueden competir con los bajos precios de las nuevas potencias exportadoras.

A 200 kilómetros se encuentra el otro enclave del té indio de fama mundial, Darjeeling. Allí, en el extremo noroccidental de la India, entre los 1.300 y los 3.000 metros de altura crece el que se considera el té negro de más calidad. La historia del té de Darjeeling comenzó hace 150 años, cuando el doctor Campbell, mayor del ejército británico plantó unas semillas de té de origen chino en su hacienda. El experimento fue un éxito y el gobierno británico financió “escuelas de té” en la región. Una vez adquiridos los conocimientos, los británicos importaron mano de obra de Nepal y plantaron grandes extensiones de terreno.

Actualmente existen más de 80 haciendas de té “legal” de Darjeeling que ocupan 18.000 hectáreas. En Darjeeling se obtienen varias cosechas anuales de té que poseen características diferentes. La “first flush” se recolecta en primavera, desde Marzo hasta mediados de Abril. Es un té fresco y chispeante, impregnado de los brotes más tiernos. La segunda, “in between”, aún conserva parte de la frescura de la primera, pero tiene una marcada tendencia hacia el “second flush” de verano —desde mayo hasta junio—, té más fuerte y aromático. Después se cosechan los llamados “tés de lluvia”, que se usan para hacer mezclas o variedades simples. La “autumnal” se cosecha en otoño, en octubre y noviembre. No es un té que se considere de alta calidad pero posee un carácter redondo y muy suave gracias a su reducido contenido de taninos.[pagebreak]

El té en China

Aunque el cultivo del té se extiende por al menos 10 regiones de China, la fértil Sichuán es conocida como la provincia del té. Al suroeste de la ciudad de Chengdu se encuentra Emei-Shan (“cejas altas”), uno de las cuatro montañas sagradas del budismo y donde se cultiva un preciado té del mismo nombre.

Del sur de China, del dialecto “min” que se habla en Xiamen, donde al té se le llama “tai”, proceden las palabras “té” (español) y “tea” (inglés). En el norte se le llama “cha”, en mandarín, término que ha pasado al portugués y con ligeras modificaciones al turco, al ruso y al árabe. Entre los siglos IV y VI la popularidad del té creció rápidamente en China y se establecieron nuevas plantaciones en el valle del río Yang Tse.

Se suele afirmar que la edad de oro del té chino corresponde a la dinastía Tang (618-906 d.C.). El té no era ya sólo un tónico medicinal, también se bebía por placer. El cultivo y el procedimiento de la hoja se sofisticó al punto de que se establecieron unas normas estrictas para manipularlas. Se prohibía, por ejemplo, que los recolectores comieran ajo, cebolla y especias fuertes para evitar que el aroma impregnado en sus dedos contaminase las delicadas hojas.

Fue en aquella época cuando el té se introdujo en Japón. Se cree que las primeras semillas llegaron desde China el año 805 de la mano del monje budista Dengyon Dahishi -los religiosos lo utilizaban en India y China para mantenerse despiertos y concentrarse durante los periodos de meditación.

Cinco años después sirvió una infusión al emperador Saga, a quien le gustó tanto que ordenó que se cultivara té en cinco provincias cercanas a la capital. Después de unos siglos de desprestigio del té en Japón por culpa del enfrentamiento con China, en el siglo XII, otro monje japonés llamado Eisai volvió a traer semillas y la costumbre de beberlo en polvo. A partir de ahí se fue desarrollando la célebre ceremonia del té, relacionada con las enseñanzas budistas.

El largo viaje a Europa 

El té llegó a Europa con los comerciantes portugueses u holandeses, pero su cultivo no pudo fraguar debido a las condiciones climáticas. El consumo se fue haciendo cada día más común, sobre todo entre las clases privilegiadas del Reino Unido, Francia, Holanda, Alemania y Rusia. A principios del siglo XVII Moscú y Pekín llegaron a un acuerdo comercial por el que se intercambiaron mercancías en un punto concreto de la frontera situado a 5.000 kilómetros de la capital rusa y a 2.000 de la china.

La primera etapa del viaje transcurría a través de escarpadas y peligrosas montañas. El té era cargado en mulas hasta la ciudad de Kalgan, a 300 km de Pekín, desde allí a través de las llanuras del desierto del Gobi hasta la frontera era transportado por una caravana de entre 200 y 300 camellos. En Usk Kayakhta se realizaba el intercambio. Los rusos descargaban las pieles y cargaban sus camellos con los bultos del té, emprendiendo a continuación largo viaje de vuelta a través de Mongolia y Siberia, cuya duración era por lo general de año y medio.

Esta ruta del té existió hasta la puesta en marcha del ferrocarril transiberiano en 1903, que realizaba el trayecto en solo una semana. Hoy es fácil conseguir bolsitas de muselina con té, o mejor hojas sueltas, y dejar que sus aromas nos evoquen leyendas y nos transporten hasta las lejanas plantaciones, aunque sólo dure lo que se tarda en beber una taza.

Clases de té


El té se elabora tradicionalmente de cuatro maneras distintas según su grado de fermentación:
Té blanco. Se llama así porque la pelusilla que hay en el reverso de la hoja del té le da una coloración blanco-plateada. No está fermentado. Los brotes jóvenes se cosechan y se secan (como la paja). Sólo los tés más excelentes son aptos para la producción de té blanco.
Té verde. Se considera no fermentado. En la producción tradicional, trás la cosecha se calienta en sartenes de hierro y se deja secar. 
Oolong. Es semifermentado. Trás la cosecha el té se agita en cestas y el jugo que desprende reacciona con el oxígeno del aire y fermenta. El proceso se frena calentándolo en sartenes. Los de mejor calidad proceden de Taiwan. 
Té negro. Es fermentado por completo y luego se deseca. 
Puh-er. Conocido en Europa como “té rojo“, es un té almacenado (madurado) varios años. 
Té amarillo. Es una especialidad que sólo se produce en China. Es un té blanco que justo trás la cosecha se somete a una fermentación mínima. Es una de las especialidades más caras que se pueden conseguir. Las zonas de cultivo también han dado lugar a denominaciones 
Darjeeling. El rey de los tés negros. Procede del noreste de la India. Crece a alturas en torno a los 2000 m hacia el sur del Himalaya. Es claro, fino y aromático. 
Ceylán. El té de Sri Lanka aún se conoce por el antiguo nombre de la isla. Es un todoterreno, fino, oscuro e ingrediente básico en muchas mezclas (blend). 
Assam. Del norte de la India, es fuerte, oscuro y especiado. 
Sencha. Es el té verde japonés, noble, fino y con las notas de sabor características del té cultivado en tierras frías. 
Formosa. Los tés de Taiwan son de tipo oolong, pouchong (ligeramente fermentados) y ahumados, especialmente fuertes. 
Yunnan. Los tés verdes y negros chinos de esta región son muy suaves y tienen una nota floral. 
Bengala. El té de Bangladesch, delicado, de hoja grande, es especialmente bueno para el desayuno.
África. Los tés negros de Mozambique, Kenia y Zimbabwe tienen una calidad óptima. Son de sabor fuerte. 
Otros tés son los de Java y Sumatra (Indonesia), Georgia y Brasil.