El sol al desnudo
Una exposición en el Museo de la Ciencia de Londres desvela todos los secretos sobre el sol.
Un día nuboso como otro cualquiera en Londres. El sol se ha escondido a la altura del Museo de la Ciencia, donde lucirá durante cuatro meses en todo su esplendor. “Va siendo hora de reconocer la profunda influencia de esa inmensa bola de plasma que brilla a 150 millones de kilómetros y que regula la vida aquí en la Tierra”, advierte el físico Harry Cliff, comisario de The Sun: Living with our star. “La forma en que vivimos, nuestra noción del espacio y del tiempo, la manera en que nos procuramos alimento y energía… Todo, absolutamente todo, depende en última instancia del sol y es ahora cuando estamos empezando a conocerlo de cerca”.
El primer “planetario”
Charles Boyle, duque de Orrery, fue un noble apasionado por la ciencia que encargó al maestro relojero George Graham la construcción de uno de los primeros “planetarios” mecánicos de los que se tiene constancia, fechado en el año 1712. Fiel a las teorías de “mecánica celestial” de Isaac Newton, el dispositivo demuestra cómo la Tierra y la Luna orbitan alrededor del sol, poniendo fin a siglos y más siglos de “geocentrismo”. En homenaje al patrón de las ciencias, pequeño “planetario” fue bautizado en inglés con el nombre de “orrery”.
El primer fotoheliógrafo
El astrónomo Warren de la Rue diseñó en 1857 el primer instrumento diseñado específicamente para fotografiar el sol. Mitad telescopio, mitad cámara fotográfica, el aparato fue trasladado en 1860 a España para capturar las primeras imágenes de un eclipse solar, y fue posteriormente instalado en el Observatorio Kew de Londres.
Otra “joya” de la exposición es el espectroscopio astronómico diseñado por Norman Lokyer, que identificó en 1868 la presencia de un elemento químico que bautizó como helio. Este año se celebra el 150 aniversario del “descubrimiento”.
Manchas solares
Setecientos años antes de Cristo, los babilonios fueron capaces de “avistar” las manchas solares y dejar constancia en una tableta, cedida para la ocasión por el Museo Británico. Los agricultores estaban convencidos del estrecho vínculo entre las manchas solares y los años de hambre y mala cosecha.
Las manchas solares corresponden en realidad a regiones del sol con temperatura más bajas e intensa actividad magnética. Una sola mancha puede medir hasta 12.000 kilómetros, tan grandes casi como el diámetro de la Tierra, aunque se han detectado grupos de manchas solares que ocupan en conjunto una superficie hasta diez veces mayor.
Tormentas solares
El 1 de septiembre de 1859, el astrónomo Richard Carrington fue capaz de observar una luz más brillante de lo usual sobre un grupo de manchas solares. Hoy por hoy se sabe que esa observación correspondía a una llamarada y a ráfagas de partículas expulsadas desde la corona solar. Fue una de la mayores “tormentas solares” de las que se tiene constancia, capaces de interferir en el campo magnético de la Tierra y causar una auténtica disrupción de las comunicaciones y de los suministros eléctricos. Las aurolas boreales se producen precisamente cuando el “viento solar” arrastra esas partículas hasta nuestro planeta, donde son atrapadas por el campo magnético y producen ese efecto mágico en los cielos polares.
Baños de sol
La “helioterapia” ha dado nombre durante décadas a las curas de luz solar. A primeros del siglo XX, el doctor John Harvey Kellogg (el mismo que se haría de oro con los cereales) popularizó una máquina llena de espejos y de bombillas para tomar “baños de luz”, especialmente indicados para afecciones como la diabetes o la anemia. Durante décadas, los “baños de sol” estuvieron muy recomendados para combatir la tuberculosis.
“El vínculo entre la sobrexposición al sol y el cáncer de piel es relativamente reciente y ha servido para extender el mensaje de que hay que protegerse”, advierte el californiano Kyle Osbrink, supervisor del capítulo reservado a la salud y el sol. “Pero en los últimos años ha habido también un redescubrimiento de la exposición de los rayos del sol, tanto a nivel físico como mental. Hay que buscar los rayos de sol todo en invierno, para combatir la carencia de vitamina D y el “winter blues”.
Fuente de energía
La energía del sol sustenta la vida en la Tierra a través de la fotosíntesis. Durante siglos, el hombre ha recurrido a la madera y a los combustibles fósiles para satisfacer sus propias necesidades energéticas. El cambio de paradigma empezó a gestarse curiosamente en plena revolución industrial, y ahí están las barras de selenio del ingeniero Willoughby Smith en 1873, o el colector solar portátil para calentar agua y cocinas, fechado en 1879 y cedido para la ocasión por el Museo Teyler de Holanda.
Un siglo más tarde, el pesidente Jimmy Carter instalaba la primera placa solar térmica en la Casa Blanca, aquí exhibida como una auténtica pieza de museo (Ronald Reagan la quitó siete años más tarde). En el Museo de Ciencia de Londres viajamos finalmente al fondo del Tokamak ST25-HTS, el prototipo de reactor de “fusión” nuclear que aspira a emular la forma en la que sol genera su energía (combinando núcleos ligeros para crear uno más grande) en contraste con la “fisión” usada en las centrales nucleares (separación de un núcleo pesado en otros más pequeños).
Misiones solares
Mucho ha llovido desde las imágenes captadas en 1973 por el Skylab que capturaron nuestra imaginación de niños. La Sonda Solar Parker, lanzada por la NASA, se acercará ahora a seis millones de kilómetros del sol (más próximo que Mercurio) y resistirá temperaturas de hasta 1.400 grados centígrados para intentar descifrar los “misterios” de la corona solar, el punto más caliente de la superficie del astro rey. En el 2020 se espera entre tanto el lanzamiento de la Solar Orbiter de la ESA, con la misión de investigar los secretos de la heliosfera y de los vientos solares y ensanchar la visión de nuestra estrella.