Canalizar la ira hacia el cambio
Estamos viviendo en una época complicada en la que muchas personas tienen razones para estar furiosas.
Para evitar que la rabia afecte a las relaciones con nuestro entorno, podemos canalizarla y transformarla en energía creativa.
Transitamos por una época en la que hay mil razones para la furia. La gente pierde su trabajo, ve reducido su salario o bien es víctima de impagos, mientras los sueldos de los políticos y de los ejecutivos financieros se mantienen obscenamente elevados. Las diferencias sociales son cada vez mayores y crece la inseguridad en las calles. El planeta sufre los estragos de la sobrepoblación y el agotamiento de sus recursos.
Este panorama ha hecho estallar la ira a nivel colectivo, como ya sucedió en la Primavera Árabe o con el movimiento de los Indignados. Sin embargo, también existe el riesgo de que la rabia se instale en nuestra vida cotidiana y afecte de forma injustificada las relaciones con nuestro entorno. En este artículo veremos cómo evitar que eso suceda y de qué manera podemos canalizar esta energía de forma creativa.
La ansiedad atávica
El psicólogo canadiense Bill Knaus, periodista del portal Psychology Today, señala que la rabia mal canalizada se convierte en el mayor enemigo de quien la experimenta, ya que genera violencia y ruptura de relaciones con las personas que amamos.
Así como la ira colectiva ha generado a lo largo de la historia cambios positivos, como la Revolución Francesa o el fin de la discriminación racial –al menos oficialmente– en Estados Unidos o en Sudáfrica, cuando ese estado mental rige nuestras relaciones interpersonales sufrimos consecuencias indeseables. Además, del rechazo que provoca en los demás un estado de irritación permanente, varios estudios aseguran que las personas que se enfadan a menudo aumentan el riesgo de sufrir infartos y otras enfermedades.
Las mismas energías destructivas en la vida de una persona se pueden utilizar y canalizar en el trabajo creativo
Knaus pone como ejemplo una paciente, Linda, que padecía “ansiedad de confrontación”. Vivía cualquier desacuerdo por parte de su entorno como un ataque hacia ella misma, por lo que reaccionaba de forma agresiva. Interiormente creía que si no actuaba de este modo quedaría desprotegida y los demás le harían daño, cuando en realidad el daño se lo estaba haciendo ella misma. Esta paciente no superó ese estado de crispación que la empujaba hacia el abismo social hasta que identificó su propia ansiedad como origen de las explosiones de carácter.
Según los antropólogos, la ansiedad que se traduce en agresividad fue necesaria para la supervivencia en los albores de la humanidad, cuando todo suponía una amenaza y la violencia era la única defensa ante un entorno hostil. Sobre esto, James R. Averill, profesor de psicología de la Universidad de Massachussetts (EEUU), comenta que “la ira es un residuo de nuestro pasado biológico que, ahora, en más civilizadas circunstancias, aún no podemos controlar de manera perfecta”.
La rabia no productiva
Diferentes estudios arrojan datos llamativos sobre la ira y su incidencia en las personas. Veamos algunas conclusiones a las que han llegado los investigadores de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Una encuesta norteamericana recogió que el 20% de la población se enfurece muy a menudo y de forma violenta. El 60% tiene accesos de ira moderados de forma ocasional, mientras que el 20% no experimenta nunca o casi nunca conductas violentas.
Según un estudio de las aseguradoras de este mismo país, la ira aumenta significativamente los accidentes de tráfico. Esta misma fuente indica que utilizar el teléfono móvil mientras se conduce incrementa un 30% nuestro grado de irritación hacia los otros conductores.
Un estudio estadístico de la compañía informática Symantec reveló que el 40% de los usuarios de un PC han insultado, golpeado o incluso destrozado alguna vez su equipo informático después de una pérdida de datos.
Por último, según los resultados publicados por la Asociación Británica para la Gestión de la Ira en The Sunday Times, el 45% de los empleados pierden regularmente los nervios en el puesto de trabajo. Entre los funcionarios que trabajan de cara al público, el 7% han sido alguna vez agredidos físicamente por un ciudadano furioso. En general, el 33% de las personas sufren insomnio debido a la rabia acumulada y a la ansiedad.
Queda claro que debemos deshacernos de la rabia destructiva y canalizar nuestra energía hacia metas útiles y creativas.
La furia no nos pertenece
Una fábula muy útil sobre la ira tiene como protagonista a un hombre de mal genio que perdía muy fácilmente el control, lo cual dañaba gravemente sus relaciones personales. Harto de su mal carácter, decidió visitar a un sabio para que le aconsejara.
— Venerable —le dijo—, soy muy desafortunado por culpa de mi carácter. Tengo muy mal genio y ataques de ira incontrolables, pero quiero cambiar.
— Para conocerte mejor —respondió el sabio—, necesito contemplar tu furia de cerca.
— ¿Cómo? Ahora no tengo furia.
— Lo haremos así: ahora vete y cuando sientas cólera ven rápidamente para que yo vea cómo se manifiesta en ti.
El hombre regresó a su casa y cuando, unos días después, se encolerizó, corrió a visitar al sabio, que vivía en lo alto de una colina.
— Ya he vuelto —dijo el hombre jadeante—.
— Bien, pues enséñame tu cólera.
El problema era que, mientras subía la colina, su ira había desaparecido.
— Ya no estoy enfadado —se excusó el hombre.
— En este caso —repuso el sabio—, cuando vuelvas a tener ira, ven más rápido para que pueda ver cómo se manifiesta en ti.
Días más tarde, la furia volvió a poseer al hombre. Como una exhalación, salió corriendo para ver al sabio. Pero cuando llegó agotado a la cima de la colina, ya se le había pasado de nuevo el enfado.
Fue regañado por el sabio:
— ¡Tienes que venir más rápido cuando te irrites, de lo contrario no podré ver tu cólera!
Pasaron unos días más y el hombre sufrió un nuevo ataque de furia. Salió corriendo, tanto como sus piernas le permitían, y llegó a la cima auténticamente extenuado. Una vez más, la ira se había esfumado.
El sabio le dijo entonces:
— ¿Te das cuenta? La ira no te pertenece. No es tuya y por eso la pierdes por el camino. Voy a darte la solución: la próxima vez que la ira quiera poseerte, no la aceptes. ¡Suéltala! [pagebreak]
La ira creativa
El psicólogo clínico Stephen A. Diamond analiza en su ensayo Anger, Mad-ness and Daimonic, cómo la violencia puede convertirse en obras artísticas que benefician a la humanidad. Cita como ejemplo de caracteres furibundos a actores como Al Pacino o Robert De Niro, que han canalizado su rabia para elevar sus interpretaciones hasta lograr la excelencia. En palabras de este autor: “Una de las cosas que he encontrado en el estudio de la vida de muchos artistas, incluyendo a Jackson Pollock, Beethoven, al novelista Richard Wright o a Picasso, es que en casi todos los casos se trata de individuos enojados. Son personajes que tienen una gran cantidad de ira y rabia acumuladas por diversas razones, basadas en el tipo de cosas que les han sucedido en la vida, o que por el contrario no les han sucedido. Y, sin embargo, fueron capaces de utilizar su ira canalizándola en su trabajo creativo.”
Cada ser humano tiene la capacidad de crear un mundo mejor, si no se desgasta con violencia inútil y avanza hacia el cambio
Según Diamond, la ira, la rabia y la creatividad provienen exactamente del mismo lugar, de la misma fuente en la psique humana. Las mismas energías destructivas en la vida de una persona se pueden utilizar y canalizar en el trabajo creativo. Para que esa alquimia —convertir la destrucción en creación— pueda operar, antes de nada el individuo debe ser capaz de reconocer su furia. “Todas las personas son creativas y tienen esa potencialidad. Y necesitan de la ira o la rabia para poder perseguir agresivamente las propias metas. Participar en la clase de vida que uno quiere y persigue, ser capaz de construirse a uno mismo, es un proceso creativo en sí mismo.”
Sobre la canalización creativa de la furia, este psicólogo establecido en Los Ángeles (EEUU) habla de Beethoven, que era muy introvertido y se sentía frustrado debido a una infancia desafortunada. Enfadado y alejado del mundo, fue capaz de convertir la furia en unas composiciones que rebosan energía e inspiración. Incluso cuando recibió la noticia de su médico de que se estaba quedando sordo siguió con la alquimia para legarnos sinfonías inolvidables que movilizan nuestro espíritu.
La hora de la indignación
Sin embargo, la alquimia de la furia no necesariamente conduce al arte. Hay muchos ejemplos a lo largo de la historia de personas que han canalizado su ira para derribar un sistema injusto.
En su lucha para liberar a su país del yugo colonial británico, el 12 de marzo de 1930 Gandhi lideró la célebre “marcha de la sal”. Tras recorrer a pie 300 kilómetros, llegó cuatro semanas después a la costa del Océano Índico, donde recogió del agua un puñado de sal. Aquel era un acto simbólico de rebelión, ya que el gobierno británico tenía el monopolio de la distribución de la sal, y muchos miles de indios le siguieron en aquel gesto.
De norte a sur de la India, la población empezó a evaporar el agua y a recolectar la sal prohibida a la luz del día, con lo que 60.000 ladrones de sal acabaron en las cárceles coloniales. El mismo Gandhi pasaría nueve meses en prisión antes de que el gobierno británico acabara cediendo. Todo empezó con un momento de ira en el que el mahatma, tras salir del mar, había dicho: “Pueden quebrar mi puño, pero la sal no se devuelve”. Diecisiete años después, la India expulsó a los británicos y obtuvo su independencia.
En la actualidad, tras los abusos que han conducido a la grave crisis económica que padecemos, un libro de 64 páginas escrito por un anciano ha logrado canalizar la ira de miles de personas en todo el país. El autor de ¡Indignaos!, Stephane Hessel, que había luchado en la Resistencia contra los nazis, advierte así a las nuevas generaciones: “La peor de las actitudes es la indiferencia, decir 'No puedo hacer nada contra eso. Ya me las arreglaré para salir adelante.' Por incluirte a ti mismo en esto, pierdes uno de los elementos que hacen al ser humano: la facultad de indignarse y el compromiso que es una consecuencia de lo primero.”
A partir del lema “Crear es resistir; resistir es crear”, este rebelde de 93 años convoca a todas las personas que han de modelar el siglo XXI a “una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no propongan como horizonte para nuestra juventud otras cosas que no sean el consumo en masa, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición excesiva de todos contra todos.”
Esta alquimia de la ira no se basa en arrojar piedras ni en quemar contenedores. Basta con tomar conciencia de que cada ser humano tiene la capacidad de crear un mundo mejor, si no se desgasta con violencia inútil y se pone en camino, cada cual a su manera, hacia la orilla donde recogeremos la sal del cambio.