Svitlana Krakovska, climatóloga: "El petróleo y el gas alimentan la guerra de Ucrania"
Climatóloga y directora de la delegación ucraniana del IPCC, Svitlana Krakovska advierte en esta entrevista que, aunque "nuestra prioridad es ahora parar esta guerra, no podemos desviarnos de nuestro objetivo final: acabar con la dependencia de los combustibles fósiles".
Los tanques rusos avanzaban hacia Kiev, las sirenas sonaban a todas horas y no muy lejos se oían explosiones y se veían columnas de humo. Desde la ventana de su apartamento en la capital ucraniana, la climatóloga Svitlana Krakovska llegó a escuchar tiroteos cercanos, pero ni siquiera la guerra le impidió faltar a su cita el 28 de febrero en la presentación "online" del sexto informe del IPCC: "Mientras tuviéramos internet y los misiles no cayeran sobre nuestras cabezas, queríamos seguir trabajando"...
"Pero es muy difícil pensar en el impacto del cambio climático cuando miras a tu alrededor y ves el impacto que está teniendo en tu vida la guerra", reconoce Krakovska, 53 años y madre de cuatro hijos, en conversación telefónica con el mundo desde Kiev. "Cuando pasa algo así, entras en el modo 'supervivencia', con un pie en el refugio y la bolsa lista con todo lo imprescindible por si hay que salir corriendo".
Las cosas han mejorado relativamente en Kiev desde aquellos apocalípticos días a finales de febrero, "pero no sabemos lo que el loco de Putin hará después, si quiere convertir nuestra bella ciudad en otro Aleppo o en otro Mariupol". El toque de queda es el eterno recordatorio de esta guerra que ha hecho estragos en el equipo de once expertos de la delegación ucraniana del IPCC que dirigía Krakovska: "Unos han tenido que salir huyendo bajo los bombardeos, como en Jarkov. Otros se han incorporado a las unidades de defensa territorial, fieles a la consigna de 'resistir y existir'".
La climatóloga ucraniana ha recibido ofertas de varias instituciones europeas, pero se ha resistido a formar parte de ese éxodo de cinco millones de ucranianos que han huido de la guerra: "Siento que mi sitio está aquí, en mi madre tierra, y pienso que puedo ser útil en retaguardia, formando parte del 'ejército del sofá'. Todos estamos haciendo lo que podemos para defendernos frente al invasor".
Desde su piso en Kiev, Svitlana Krakovska sigue en su puesto en el Instituto Ucraniano de Hidrometeorología, haciendo evaluaciones del tiempo o estimaciones del agua que pueden ser vitales: "El cambio climático ha tenido un fuerte impacto en esa zona, con sequías en los últimos años. En el 2020 se registraron los niveles más bajos en los ríos y los embalses en el último siglo. Al final, la guerra en el sur de Ucrania puede ser una guerra por el control del agua".
La voz se le quiebra a Krakovska cuando habla de Mariupol, "que estaba pasando una transición increíble para dejar atrás su pasado de ciudad industrial y supercontaminada". "El Banco Europeo la había elegido para su programa de reconstrucción y desarrollo de las 'ciudades verdes', y estaba a punto de inaugurar su planta desaladora a orillas el Mar Negro", recuerda la climatóloga. "Y ahora, ya ves, totalmente destruida en dos meses y convertida en un cementerio humeante... Lo que están haciendo los rusos no se puede llamar ni siquiera guerra ni conflicto: es el genocidio de la población ucraniana".
Con sangre rusa y judía en su familia, Krakovska reconoce que su dolor es doble: "El ruso fue mi primera lengua, estudié meteorología en San Petersburgo, tengo familia allí. Ellos nos han tratado siempre con condescendencia, como si fuéramos sus hermanos pequeños, pero nunca pensamos que se podría desencadenar este horror... Mi colega ruso Oleg Anisimov hizo un comentario durante la presentación del IPCC, cuando dijo que 'no se puede encontrar ninguna justificación de este ataque contra Ucrania'. No hemos vuelto a saber nada de él desde entonces, y es preocupante sabiendo lo que son capaces de hacer contra las voces disidentes".
Con el terror metido en el cuerpo, temiendo hasta el último momento que no podría cumplir con su deber ante el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, Svitlana Krakovska fue sin embargo capaz de golpear las conciencias de sus colegas con estas palabras: "Estamos no solo ante una guerra contra Ucrania, sino ante una guerra contra la humanidad. El cambio climático inducido por la actividad humana y la guerra de Ucrania tienen una conexión muy directa y la misma raíz: nuestra dependencia de los combustibles fósiles".
"Esta es una guerra de combustibles fósiles", recalca la climatóloga ucraniana. "Rusia está haciendo chantaje a Europa con su gas y su petróleo, que son los grandes 'facilitadores' que alimentan la guerra. Desde que empezó la guerra han recibido más de 66.000 millones de euros por sus combustibles fósiles, en comparación con menos de mil millones que ha percibido Ucrania en ayudas y armamento. ¿Y a dónde va a parar ese dinero? A alimentar su maquinaria de guerra y a financiar la invasión. Si Rusia dejara de percibir el dinero por su gas y su petróleo, se acabaría la guerra de un día para otro. Así de simple. Las sanciones no bastan, lo más efectivo sería un embargo".
"Se nos hace la boca agua hablando de democracia y derechos humanos, y al final estamos sometidos al chantaje de 'petrodictaduras' como Rusia", advierte Krakovska. "Nunca seremos realmente países independientes mientras mantengamos la dependencia de los combustibles fósiles. La humanidad se encuentra en una encrucijada y esta guerra nos lo está haciendo ver en toda su crudeza".
"No podemos seguir viviendo así o acabaremos destruyendo nuestra civilización", sentencia la climatóloga ucraniana, que apunta un último paralelismo: "Es asombroso cómo en Ucrania la gente se ha unido contra un enemigo común, ojalá pudiéramos hacer lo mismo y unirnos ante el cambio climático, y que mi país fuera al final el ejemplo global de la resiliencia y la reconstrucción verde".
Svitlana Kakrovska recibió el año pasado una medalla del propio Volodimir Zelenski tras su participación en una expedición a la Antártida... "Y aunque no lo conozco personalmente, puedo decir que ha cumplido con su papel. Ha sido casi un milagro cómo ha logrado unir al país. Se ha ganado a pulso nuestro apoyo".
"Nuestra prioridad es ahora parar esta guerra, pero no podemos desviarnos de nuestro objetivo final: acabar con la dependencia de los combustibles fósiles", concluye la científica ucraniana. "Tenemos que acelerar la transición ecológica, y ese es el mensaje del último informe del IPCC: hay que empezar ya y recortar seriamente las emisiones a mitad de esta década. No podemos esperar más".
¿Y qué le diría a un ciudadano europeo que quiere hacer algo por Ucrania? "Le pediría que sea generoso con nuestros refugiados, como lo han sido hasta ahora. Y también que hiciera un ejercicio de imaginación: que se viera a sí mismo en la tesitura de tener que dejarlo todo atrás y meter lo imprescindible en una bolsa. Y que fuera consecuente con sus respuestas e introdujera lo cambios necesarios para ajustar su estilo de vida. ¿Qué meterías en esa bolsa? ¿Necesitas tantas cosas? ¿Qué te hace realmente feliz?".