Ciudades saludables y sostenibles
La ciudad “saludable y sostenible” que vislumbró el arquitecto danés Jan Gehl se está materializando ante nuestros ojos a la salida del confinamiento.
La ciudad “saludable y sostenible” que vislumbró el arquitecto danés Jan Gehl, artífice del “urbanismo para la gente”, se está materializando ante nuestros ojos a la salida del confinamiento. El “modelo Copenhague” se extiende ahora por sentido común a otras ciudades tras la experiencia traumática de los últimos meses. Calles “abiertas”. Carriles “tácticos”. Nueva movilidad… Por combustión espontánea, ciclistas y peatones se han lanzado a la reconquista del espacio público frente a la “venganza” humeante del coche, que tiene los días contados como rey del asfalto.
Milán fue la primera en desmacarse del pelotón en pleno “cerrojazo”. La contaminación cayó un 75% , los automóviles que ocupaban el 60% del asfalto desaparecieron del mapa y el Ayuntamiento aprovechó la situación para poner en marcha acciones urgentes de “urbanismo táctico”. Así nació el programa “Calles Abiertas”, replicado ahora en decenas de ciudades en todo en el mundo (de Nueva York a Logroño).
“Llevamos años trabajando para reducir el uso del coche en la ciudad y esta es una oportunidad que no podemos desechar”, advierte el vicealcalde Marco Granelli. “No podemos volver a lo de antes. Tenemos que reimaginar Milán en una nueva situación y hay que hacerlo ya”.
Empezando por el emblemático Corso Buenos Aires, los carriles bici “tácticos” han comenzado una expansión de 35 kilómetros. Siguiendo los principios de Jaime Lerner, el padre de la “acupuntura urbana” que transformó la ciudad brasileña de Curitiba de la noche a la mañana, el cambio se está haciendo por la vía rápida y sin apenas oposición: los milaneses se han apuntado a los beneficios de una ciudad más respirable y transitable.
Del Giro de Italia pasamos al Tour, y ahí tenemos a París con su promesa de habilitar hasta 650 kilómetros de carriles-bici de emergencia. La alcaldesa Anne Hidalgo, que se había enfrentado a las consabidas resistencias al “Plan Vélo”, tiene ahora el viento a su favor para adaptar todas las calles de la capital francesa a las dos ruedas antes del 2024.
Otros de los planes más ambiciosos es el de Londres. Impulsado personalmente por el alcalde Sadiq Khan, que padece asma de niño por la mala calidad del aire, el programa “Street Space for London” ha creado de la noche a la mañana una red de calles céntricas de uso exclusivo para peatones, bicicletas y autobuses. La transformación ha empezado ya por la emblemática Oxford Street y se extiende del puente de Waterloo a Shoreditch.
“Vamos a tener que hacer un gran esfuerzo para mantener la distancia social y garantizar una movilidad segura y sostenible”, ha advertido Sadiq Khan a sus londinenses. “Tenemos que mantener un uso bajo del transporte público y al mismo tiempo evitar que nuestro aire vuelva a ser tóxico por la cantidad de coches en circulación. No podemos sustituir una emergencia sanitaria por otra”.
Birmingham, conocida en tiempos por “la ciudad de las autopistas”, se ha puesto también la pilas con un plan masivo de peatonalización calcado directamente de Ghent en Bélgica. El “premier” Boris Johnson, adalid de la bicicleta, ha decidido impulsar desde arriba la transformación urbana con una plan de emergencia de 280 millones de euros.
Al otro lado del Altántico, Montreal se lleva la palma con la así llamada “Red de carriles activos y seguros”: un total 112 kilómetros de corredores segregados para peatones, bicis y vehículos de movilidad personal, conectando los espacios verdes de la ciudad. Nueva York planea ganar otros 160 kilómetros de carriles-bici, y Bogotá ha aprovechado también para extender su red de 550 kilómetros de “ciclovías”.
El grupo de ciudades C40 ha decidido entre tanto tender un puente entre el nuevo paradigma urbano tras la pandemia y el reto del cambio climático. El grupo ha firmado una declaración de principios para “una recuperación saludable, equitativa y sostenible”, con el compromiso de “aumentar la resiliencia en la ciudades” y mitigar el impacto económico de la crisis con inversiones públicas.
En España, las asociaciones ecologistas unieron recientemente fuerzas en la “Cadena Ciclista”, aprovechando el impulso del día mundial de la bicicleta el 3 de junio. Con Bici, Ecologistas en Acción, la Coordinadra Andando, Amigos la Tierra, Greenpeace y Fridays for Future reclamaron al Gobierno un programa de financiación para “infraestructuras peatonales y ciclistas de emergencia”, como las impulsadas por el Gobierno francés y británico.
La Red de Ciudades por la Bicicleta, que agrupa a 126 minicipios en toda España, ha presentado estos días su “plan de choque” para la movilidad segura tras la pandemia. “El confinamiento ha permitido comprobar cómo sería una ciudad con una aire más respirable y sin ruido”, asegura el presidente de la la red, Antoni Poveda, que es también vicepresidente de movilidad del Area Metropolitana de Barcelona. “La población ha tomado conciencia y deseamos que se luche para mantener este bienestar, esta nueva calidad de vida en las ciudades”.
“En estos momentos, muchas personas se están planteando su modo de transporte”, advierte Poveda, que apunta el hecho de que varias marcas de bicicleta han agotado su “stock” en toda Europa. “Las ciudades están respondiendo a esta demanda habilitando carriles bici de forma táctica, pacificando calles de a 30 o 20 kilometros por hora, reforzando la bici pública o coordinando los semáforos para beneficiar la movilidad activa”.
Barcelona, con su plan pionero de las “supermanzanas” y sus 21 kilómetros de carriles bici añadidos durante la pandemia, lleva desde hace tiempo la delantera en España, seguida de ciudades como Vitoria, San Sebastián o Sevilla. La Generalitat de Valencia ha dado también un paso al frente con ayudas directas para la adquisición de bicicletas y patinetes eléctricos. El programa de Calles Abiertas de Logroño o el “Plan de Transición hacia una Nueva Movilidad” en Valladolid son otros ejemplos de adaptación y ejecución rápida que se están extediendo por nuestra geografía.
Ciclogreen: “recompensas” para la nueva movilidad
Desde Sevilla, el biólogo Gregorio Magno lleva siete años apostando por la movilidad que viene con Ciclogreen, la aplicación de premia los deplazamientos a pie, en bici o en transporte público con “recompensas” y descuentos en tiendas, restaurantes y establecimientos que apuestan por una ciudad más verde. A partir de sus más de 50.000 usuarios, Ciclogreen ha elaborado los “mapas de calor” para facilitar la adaptación urgente de las ciudades españolas a la nueva movilidad.
“La bicicleta es la alternativa natural al transporte público durante la desescalada”, asegura Gregorio Magno, que destaca el impulso post-confinamiento dado por Barcelona, donde la distancia media recorrida en bicicleta es de 7,71 kilómetros, frente a los 6,74 en Madrid y 5,69 en Sevilla. La Diagonal y la Meridiana son las dos vías más “calientes” por las dos ruedas en Barcelona, frente a plaza del emperador Carlos V, la calle de Serrano y el paseo de la Castellana en Madrid y la ronda histórica y los accesos al parque tecnológico de la Cartuja en Sevilla.
“Estamos acompañando e impulsando el papel destacado de la bicicleta como medio de transporte seguro y sostenible durante la desescalada”, asegura el fundador de Ciclogreen, uno de los proyectos ganadores del reciente “hackaton” EUvsVirus, a punto de un salto cualitativo en los próximos meses con una ronda de inversión de 180.000 euros a través de la Bolsa Social.
Ciclogreen se ha convertido no solo en una herramienta básica para cambiar las pautas de transporte en las ciudades, con incentivos para el “cambio de piñón”. También es un soporte para las empresas que apuesten por la movilidad sostenible de sus trabajadores y al mismo tiempo un instrumento de regeneración económica en tiempos de crisis, con el fomento del comercio local y de cercanía, el más afectado por la pandemia.
La pataforma, que tiene en marcha programas de incentivos privados para la movilidad sostenible en grandes empresas como Decathlon o el Grupo ULMA, está presente en ciudades como Berlín, Londres, Buenos Aire o Nueva Orléans.
Su fundador, Gregorio Magno, se curtió como biólogo en Doñana y nos propone percibir la ciudad como un ecosistema, en el que el peatones y ciclistas serían las especies protegidas y los vehículos de combustión, las especies “invasoras”… “El uso de la bici es fundamental para lograr entornos más habitables. Sevilla es una ciudad bellísima e ideal para acelerar ese cambio. Y es también una ciudad más amable desde que se inició la transición: la gente camina, pedalea y se comunica en espacios cada vez más saludables sin el humo y el ruido de los coches”.