¿Un mundo sin insectos?
Un estudio dirigido por el español Francisco Sánchez-Bayo concluye que el 40% de las especies están en declive.
La agricultura intensiva, los pesticidas, la urbanización y el cambio climático son las principales amenazas
Imaginemos un mundo sin insectos. Un mundo en el que la mayoría de las plantas se quedarían sin polinizar. Un mundo en el que la tierra perdería la fertilidad. “Un mundo muy distinto al que conocemos ahora”, según certifica Francisco Sánchez-Bayo, científico español en la Universidad de Sydney y coautor del estudio publicado en Biological Conservation (y anticipado por The Guardian) que ha lanzado la alerta global.
El 40% de la especies de insectos están en declive. Una tercera parte está incluso en peligro de extinción. Los animales invertebrados más diversos del planeta, esenciales para el mantenimiento de los ecosistemas, están sufriendo una pérdida anual del 2,5 % de su biomasa.
“Estamos ante un problema muy apremiante, causado sobre todo por la agricultura intensiva y por los pesticidas”, advierte Francisco Sánchez-Bayo. “Un descenso de biomasa del 2,5% anual significa que en diez años nos quedará una cuarta parte, en 50 años la mitad y en 100 años no quedará nada de nada… Si persiste esta tendencia, lo insectos pueden haberse exitinguido de la faz de la Tierra en un siglo”.
A esta preocupante conclusión han llegado Francisco Sánchez-Bayo y Kris Wyckhuys, de la Academia China de Ciencias Agrícolas, en un estudio a partir de 73 informes sobre el declive de las poblaciones de insectos en todo el mundo, uno de los más completos a escala global realizados hasta la fecha.
Los taxones más amenazados son los lepidópteros (mariposas), los heminópteros (abejas, avispas, hormigas) y los coleópteros (escarabajos), así como cuatro órdenes de insectos acuáticos. El declive de los insectos es casi el doble del que están sufriendo todas las especies de vertebrados (22%) y es especialmente inquietante en el caso de los tricópteros (68%), mariposas (53%), escarabajos (49%) y abejas (46%).
En el ranking de las causas despunta la agricultura intensiva (con una contribución del 24% al declive de las poblaciones de insectos), el uso de pesticidas (12%), los fertilizantes (10%), la urbanización, la deforestación, la alteració de humadales y el camnio climático (6%), y menor medida los incendios, los patógens y las especies invarsoras.
La “primavera silenciosa” de la que hablaba Rachel Carson en 1962 no fue más que un anticipo y se ha intensificado en las últimas décadas. “Carson fue efectivamente una profeta de la hecatombe que estamos presenciando”, asegura Sánchez-Bayo desde Sydney. “La nueva generación de insecticidas sistémicos (que son persistentes en el suelo y se distribuyen por las aguas rápidamente) ha acelerado el declive. Los descensos de población en el pasado palidecen en comparación con lo que estamos viendo”.
El efecto de los pesticidas se extiende más allá de los suelos agrícolas, y de hecho el 75% de las pérdidas de poblaciones de insectos en Alemania se registran en reservas naturales. También en Alemania se ha producido una pérdida del 76% de la biomasa de insectos voladores, mientras que en Reino Unido se perdieron el 58% de las especies de mariposas en suelo agrícola en la primera década del siglo.
En toda Europa se estima que el 28% de la especies de ortópteros (saltamontes y grillos) están amenazadas o en peligro de extinción. Otro lugar que ha disparado las alertas es Puerto Rico, con un declive de hasta el 98% de los insectos de tierra en los últimos 35 años.
El propio Sánchez-Bayo reconoce que tuvo una experiencia muy directa de la fulminante desparición de los insectos en una travesía en coche de más de 600 kilómetros por el interior de Australia: “No tuve que limpiar el parabrisas ni una vez. Hace unos años, tenías que hacerlo constantemente”.
“Los insectos son esenciales para el funcionamiento de los ecosistemas”, advierte el científico español. “De la polinización al reciclado de nutrientes, cubren muchas funcioneste esenciales, además de ser la dieta básica de muchísimos animales: pájaros, largartos, anfibios, murciélagos, musarñas, peces”.
Los insectos no son solo el grupo más variado de animales invertebrados del planeta, con más de un millón de especies conocidas (frente a los 5.400 especies de mamíferos) y un peso estimado de su biomasa hasta 17 veces superior al total de los humanos. Los científicos advierten que la extinción de los insectos podría crear un efecto “de cascada hacia arriba” y poner en peligro a animales superiores en la cadena trófica, así como alterar la calidad del aire y del agua.
“Su desaparición significaría el colapso de la trama que sostienen”, advierte el biólogo español. “¿Un mundo sin insectos? Podemos imaginarlo, pero sería muy disinto al que conocemos ahora. Para nosotros, la desaparición de la entomofauna significaría la pérdida de la polinización y la fertilidad del suelo, con el consiguiente impacto en la producción agrícola”.
A lo que estamos asistiendo, según el biólogo español, es a “una guerra contra los insectos en todo los todos los frentes”. El cambio climático, asegura, es “particularmente impactante entre los insectos de zonas tropicales como Puerto Rico o Brasil, pero no tanto en climas más templados como los nuestros en España o en Australia”.
“Para remediar la situación hay que volver a las causas principales, esto es la agricultura intensiva y el uso masivo de pesticidas y fertilizantes artificiales de todo tipo”, recalca Sánchez-Bayo.”Hay que volver a instaurar las prácticas del control integrado de plagas, utilizando medios naturales como son los insectos predadores, las avispas parásitas, e incluso el control biológico cuando sea necesario”.
“Existen muchas maneras de controlar las plagas de insectos”, advierte el biólogo de la Universidad de Sydney, que aboga por un cambio radical de las prácticas agrícolas para invertir la tendencia. “Los insecticidas deberían ser la última arma a utilizar, no la primera, como se está haciendo ahora. Por supuesto, el uso de semillas recubiertas con insecticidas sistémicos debería estar totalmente prohibido”.
Un científico español en las antípodas
Nacido en Candelario (Salamanca), Francisco Sánchez-Bayo hizo su tesis doctoral en Ecología en la Universidad Autónoma. Dio el salto a Autralia, a “descubrir nuevos campos de ecología aplicada”, y se hizo experto en estudios de impacto ambiental, “particularmente los ocacionados por los pesticidas agrícolas”. Pasó luego cinco años en Japón, en la Universidad de Chiba, donde investigó las prácticas agrarias en el cultivo del arroz y descubrió “los peligros de los insecticidas neonicotinoides” y de los pesiticidas de nueva generación. Regresó finalmente a la Universidad de Sidney, desde donde ha codirigido el estudio sobre “el declive de entomofauna” que ha dado la vuelta al mundo.