Una tierra fértil gracias a abonos naturales

23.11.2014
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Algunas plantas, como las leguminosas, mejoran la calidad del suelo y del cultivo.

La fertilidad y la salud de una tierra de cultivo están estrechamente relacionadas con la diversidad de plantas cultivadas, las rotaciones periódicas, el aporte de compost de calidad y un laboreo respetuoso. Pero, aunque se gestione bien la tierra y se propicie la presencia del máximo de microorganismos que le den vida, salud y fertilidad, el hecho es que en el huerto estamos llevando a cabo un cultivo de plantas a un ritmo mucho más rápido que el que la naturaleza invierte en generar autofertilidad.

La fertilidad del suelo está relacionada con la cantidad de vida que alberga y no con la cantidad de minerales que lo componen

Históricamente, a las tierras de cultivo se las dejaba descansar a temporadas, permitiendo que creciera la hierba y labrando de tanto en tanto sin realizar cultivos hortícolas. Luego se observó que si en esos periodos de descanso crecía la hierba de forma espontánea o se sembraban plantas leguminosas, la tierra quedaba más mullida y fértil; de ahí que durante siglos se practicaran los abonos verdes. Hasta que irrumpieron los abonos químico-sintéticos. Entonces se pensó que era una práctica innecesar, porque las enmiendas minerales aportadas por estos últimos se consideraban suficientes para mantener la fertilidad de la tierra. Pero ahora se sabe que fue un gran error, ya que la fertilidad del suelo está relacionada con la cantidad de vida que alberga y no con la cantidad de minerales que lo componen.

Una tierra fértil es un suelo vivo, y la vida se propicia aportando básicamente carbono, hidrógeno y nitrógeno. El carbono es la principal fuente de energía –supone más del 85% de cualquier planta seca– y, mezclado con el hidrógeno del agua, produce los hidratos de carbono. Por su parte, el nitrógeno es la base para formar las proteínas, tanto de plantas como de insectos, microorganismos y del resto de seres vivos; incluido el ser humano.

En plena naturaleza, el proceso de retroalimentación de las plantas se produce al caer las hojas de los árboles a la tierra y al secarse las plantas que mediante fotosíntesis absorbieron y sintetizaron el carbono, el hidrógeno y el nitrógeno atmosféricos. Así que si queremos reproducir la naturaleza en el huerto, lo que haremos es compostar todos los restos de cosechas, ramas de poda, hierbas y desechos orgánicos disponibles y aportar compost o estiércol fabricado con las plantas que pasaron por el sistema digestivo de algunos animales, como ovejas, vacas o gallinas.

Para reproducir la naturaleza en el huerto, hay que compostar todos los restos de cosechas, ramas de poda, hierbas y desechos orgánicos disponibles

La forma más natural y ecológica de abonar y fomentar la fertilidad de la tierra es cultivar en ella plantas mejorantes, cuya función será la de convertirse en abonos verdes. Las leguminosas, que sintetizan nitrógeno atmosférico en sus raíces gracias a unas bacterias simbióticas, son las que suelen dar los mejores resultados. Sin embargo, algunos estudios comparativos han comprobado que, en la práctica, las plantas que fijan e incorporan más carbono en la tierra son las hierbas espontáneas que crecen en el lugar sin que nadie las siembre.

Abonos verdes en el huerto

Los manuales de agricultura nos ofrecen infinidad de opciones de plantas para sembrar como abono verde, con mezclas de leguminosas (vezas, habas forrajeras, yeros…), gramíneas (avena, centeno…) y crucíferas (mostaza, navina, colza…) Además, hay plantas específicas, como la facelia, que dan excelentes resultados como abono verde.

En la cuenca mediterránea con clima templado y suelos calcáreos, el abonado verde que más se recomienda es una mezcla de dos leguminosas: vezas y habas forrajeras. Éstas crecen con tallos muy altos –llegan a alcanzar más de metro y medio– y las vezas se encaraman en sus tallos, generando de esa forma una masa verde de gran envergadura que cuando alcanza su máximo desarrollo se tritura y mezcla con la tierra.

Como último consejo, la clave para aprovechar al máximo el carbono, el nitrógeno y los nutrientes que aportan a la tierra los abonos vedes, es aconsejable segarlos justo cuando empiezan a florecer ya que es el punto ideal.