Vandana Shiva: “Lo más revolucionario es un huerto”
La activista y física hindú es la impulsora de la campaña Libertad de las Semillas y una luchadora inagotable contra los transgénicos.
Vandana Shiva (Dehradum, India, 1952) recorre estos días el mundo reclamando la “Libertad de las Semillas”. La activista y física hindú lanzó su campaña hace unos días a su paso por el Festival Educación para la Vida en Mallorca y el 12 de octubre estará en Londres, en el día de acción contra los trasgénicos.
Shiva arremete sin ambages contra la “dictadura de Monsanto”, pero incita a los ciudadanos a no conformarse con la protesta y a sumarse al día mundial de alimentación, el 16 de octubre, con la mano en el azadón: “Lo más revolucionario en estos tiempos que corren es un huerto”. A través de la organización Navdanya, Shiva promueve la creación de bancos de semillas como actos de resistencia ante “la destrucción ecológica y biológica”.
¿La semilla es la metáfora?
La semilla es la fuente de vida. Cada vez que hablamos de crear algo nuevo, hablamos de las semillas. Y la libertad es lo más esencial. La semilla ha de tener libertad para reproducirse a sí misma y multiplicarse. Estamos hablando de un bien común, como el agua o el aire, no de algo que pueda patentarse o por lo que puedan cobrarse royalties. Es este sentido, efectivamente, la lucha por la libertad de las semillas es una metáfora de muchas otras luchas en estos tiempos que corren. Las libertades fundamentales son la base de nuestra sociedad, y qué libertad más fundamental que la de las semillas, que son el origen de la vida...
La semilla es la fuente de la vida. La lucha por la libertad de las semillas es una metáfora de muchas otras luchas en estos tiempos que corren
¿Cuál es el objetivo de la campaña Seed Freedom con la que recorre estos días el mundo?
El planeta vive en un momento crítico, no se lo vamos a descubrir a nadie. Y si en un momento de colapso económico y ecológico convertimos a las semillas en “propiedad intelectual”, corremos el riesgo de perder todas las otras libertades, empezando por la alimentación, que es lo más básico. Si todas las semillas las tenemos que patentar en Bruselas, se acabó la libertad: así de simple. Por eso es importante salir a la calle estos días y hacer oír nuestra voz, con actos de desobediencia civil y en manifestaciones. Nuestra soberanía alimentaria es lo que está en juego, y no podemos quedarnos cruzados de brazos.
¿Hasta qué punto la cuestión de los transgénicos se ha convertido en una lucha por el control? ¿Acaso los posibles efectos en el medio ambiente y la salud han quedado de lado?
Lo que mueve realmente a la gente, la lucha de fondo, es siempre por el control. Lo hemos visto también en las batallas por el agua. Las semillas deberían ser como el agua o el aire, nadie debería tener derecho a patentarlas. Los efectos en la salud y en el ambiente que pueden tener los trasgénicos nos siguen preocupando, obviamente. Pero lo más tangible hoy por hoy es el control antidemocrático desde lo más básico, que es la semilla. Entre cinco compañías controlan el 75% de las semillas. Y Monsanto se ha convertido en el símbolo de la dictadura, la dictadura alimenticia, forzando a la gente a tomar productos modificados genéticamente. Existe un esfuerzo global por parte de las multinacionales de imponer ese consumo en todos los países, incluso en los que hasta ahora se resistían. Y también una campaña orquestada por promover la confusión y la ignorancia entre los ciudadanos.
Los transgénicos fueron durante una década la “bestia negra” del ecologismo. Sin embargo, el rechazo de la opinión pública ha ido a menos en los últimos años. ¿Qué justificación le encuentra a esto?
La maquinaria de la propaganda se ha intensificado, sobre todo en los últimos meses. Igual que han intentado convertir la energía nuclear es una solución “aceptable” para la crisis energética, han intentado vendernos los transgénicos como solución “aceptable” para la crisis alimenticia. Pero la evidencia es así de clara: se supone que los transgénicos iban a solucionar el problema del hambre, pero ahora resulta que las cosechas son incluso inferiores a los cultivos tradicionales. Se supone también que los transgénicos iban a permitir dejar de usar pesticidas y productos químicos, pero al final el uso de químicos se ha seguido disparando porque los transgénicos no son capaces de combatir la plagas e incluso han servido para la creación de “superhierbas” resistentes a los químicos. Y el argumento más importante: se supone que iban a traer prosperidad a los agricultores, pero en India, por ejemplo, ha habido un aumento espectacular de suicidios por ruina económica.
Cultivar un huerto es al mismo tiempo un acto de rebledía y de esperanza. Una manera de decir: no me voy a rendir
Usted lleva tiempo aireando el drama oculto de los suicidios de campesinos en India. ¿Qué relación existe realmente entre lo que está ocurriendo y la introducción de los transgénicos?
Las deudas y las reformas estructurales de los últimos 15 años nos han llevado a esta situación. Cada treinta segundos se suicida un agricultor en mi país. En Bengala Occidental, hemos pasado de 51 suicios en el 2001 a 3.000 en el último año. Y detrás de todo esto, insisto, están las tres falacias en las que se apoya la propaganda de los transgénicos: combaten el hambre, nos liberan de los pesticidas y traen riqueza a los agricultores. La evidencia es muy clara, pero la ciencia está siendo también tergiversada por uno intereses muy claros. Y también los medios, y todo eso influye finalmente en eso que llamamos opinión pública.
¿Y qué pueden hacer los ciudadanos, más allá de expresar su protestas y mirar muy cuidadosamente lo que compran en el mercado?
Hoy en día, cultivar un huerto es el acto más revolucionario en los tiempos que vivimos. Porque es una expresión de las posibilidades y el potencial de cada uno. Aprender a cultivar al menos una parte de tus alimentos en un tiempo de dictadura alimenticia es revolucionario. Te garantizas tu propia comida. Y de paso te procuras tus propias semillas, y eso significa que eres parte del movimiento Seed Freedom. Cultivar un huerto es al mismo tiempo un acto de rebledía y de esperanza. Una manera de decir: no me voy a rendir.
Su conferencia en el encuentro Educar para la Vida terminó con una llamada a la resiliencia. ¿Es suficiente?
La resiliencia es una cualidad importante. La vulnerabilidad esá creciendo en todos niveles: psicológica, económica, ecológica... El cultivo consciente de la resistencia ante la adversidad es importante, pero es sólo el principio. Justicia y resiliencia, acción e imaginación: yo diría que para salir de la crisis en la que estamos necesitamos estos cuatro ingredientes.
Más información: Campaña India libre de trasgénicos.