Descenso a los infiernos

Descenso a los infiernos

03 Diciembre 2012
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Como una alegoría del descenso a las profundidades de nuestra propia alma, la leyenda y la literatura han relatado de mil modos el descenso a los infiernos seguido (a veces) del posterior ascenso. Las historias de Gilgamesh, Perséfone, Orfeo, Eneas, Dante... son algunas de las más conocidas. Hoy hemos escogido este extracto de las Eddas de Snorri, los libros de la tradición nórdica compilados en el siglo XIII.

Tras la muerte del dios Baldur, la consternación se extiende por el Asgard y su madre, Frigg, pregunta quién de entre todos los Ases se atreverá a bajar a los infiernos para pedir a Hel que permita regresar a Baldur.

Hermód, el vigoroso, hermano del difunto e hijo de Odín, se ofrece y emprende el camino a lomos de Sleipnir, el corcel de su padre. Hermód cabalga durante nueve noches, descendiendo siempre hacia el Norte, por valles tan profundos y oscuros que no puede ver nada. Llega al fin a un puente cubierto de oro y Módgud, la doncella que vigila el paso, le dice que el día anterior habían cruzado cinco huestes de difuntos.

-Pero el puente no cruje bajo tus pies y no tienes aspecto de estar muerto. ¿Por qué cabalgas por los caminos de los infiernos? -pregunta la guardiana.

Hérmod le da cuenta de su misión y prosigue hasta llegar a las puertas del Infierno. Suplica entonces a Hel que permita el regreso de su hermano, ya que hay un gran duelo entre los Ases y todos los seres que habitan la tierra. La diosa Hel sentencia entonces que, si verdaderamente Baldur es tan amado como aseguran, le permitirá volver. Pero antes habrán de demostrarlo:

-“Si todas las cosas de los cielos, vivas y muertas, se lamentan, regresará con los Ases, pero permanecerá con Hel mientras haya alguien que se niegue a llorarlo”.

Cuando Hermód vuelve, los Ases envían inmediatamente sus heraldos en todas las direcciones implorando lágrimas para Baldur. Todos se afligen por el dios bienamado: hombres y animales, tierra y piedras, árboles y metales y desde aquel día aún puede verse cómo lloran cuando después de las heladas llega el calor.

Regresan ya los mensajeros creyendo haber cumplido su misión, y encuentran en una cueva a una giganta llamada Thöck. Y cuando le piden las lágrimas de Baldur, ella contesta airada:

“Thöck llorará lágrimas secas por la pira de Baldur: ni vivo ni muerto me sirvió el hijo del hombre, que guarde Hel lo que es suyo.”

Más tarde los Ases descubrirán que la giganta no es otra que el malvado Loki, instigador de la muerte de Baldur. Recibirá por ello su castigo, pero el mal ya se ha hecho y el Infierno quedará sellado hasta Ragnarok, el fin de los días que vaticina la Vidente.

Es así como la leyenda escenifica la muerte y la maldad y todo aquello que tratamos de comprender en vano. Y así ha sido desde aquel principio, en el que el hombre aprendió que, a través del mito, podía invocar al miedo y a las tinieblas para tratar de penetrarlas, en cada cuento, en cada ocasión.