Los etnógrafos vascos han recogido infinidad de historias de Mari, también llamada la Dama de Amboto o Dama de Aketegui. Bajo la forma de una nube, una bola de fuego y otras muchas, se la ha visto recorrer los montes vascos como una exhalación. Junto a la cueva de Murumendi, una de las moradas de Mari cercana a Ordizia, encontramos un baseritarra que nos aseguraba que sus padres vieron a Mari, también Dama de Murumendi que solía estar a la entrada de la cueva peinándose continuamente para despiojarse. De nuevo encontramos a estos genios protectores, en este caso de los niños a los que seguramente se contaban tales historias para que no anduvieran merodeando en las cercanías de esta peligrosa entrada de la cueva.

Pero además de todas estas funciones de las lamias, xanas, basajaunes y otros seres míticos que protegían el agua de la fuente para que no se ensuciara o el bosque para que no se talara impunemente, se cuenta que Mari tenía el poder de castigar a los hombres y podía quedarse con todo lo que "se daba a la negación". Si un paisano con la despensa llena negaba pan o sidra al vecino que iba a pedirle, con la excusa de que se le había terminado, encontraría seguramente el pan negado enmoheciéndose o la sidra pasada. Y así los buenos vecinos se lo pensaban dos veces antes de negar lo que tenían...