La tumba del poeta
En el pequeño cementerio de Deiá, a los pies de un ciprés que mira hacia el mar, la tumba de Robert Graves es en sí misma un poema. Una sola palabra es el epitafio que resume toda una vida: poeta. Y se nos antoja que no puede haber una declaración más contundente, una soberbia tan íntegra o una humildad tan suprema. La sencillez de esta “lápida” es una de las mejores obras del maestro. Una perfecta declaración de principios.
La austeridad no es sólo un concepto económico, es también un modo de vida perfectamente ajeno y opuesto a la ética y estética imperante del poder. Este mundo no cambiará mientras no exista una masa crítica que, en vez de admiración o envidia, empiece a mostrar rechazo y repulsión, vergüenza ajena frente a la ostentación de cargos y títulos nobiliarios, de vehículos de alta gama, costosos trajes y joyas, segundas y terceras residencias, salarios desmesurados y cuentas corrientes de cifras obscenas…
Cuando empecemos a sentir y denunciar como indecente, insostenible e insolidaria la vida suntuosa de unos pocos y escojamos para nosotros mismos la simplicidad y la honradez, el mundo seguramente empezará a ser más digno y amable para todos. De todos los mausoleos, las pirámides y monumentos funerarios, prefiero sin duda este ciprés eterno y esa palabra sola que define toda una vida.
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