Soluciones duraderas
La “apoteosis de la velocidad” fue lo que nos arrastró a la crisis. Carl Honoré, el autor de Elogio de la lentitud, tiene una idea muy clara de cómo caímos en el agujero: “Lo hacíamos todo con tanta prisa que no tuvimos tiempo de ver lo profundo que llegamos. La velocidad se ha convertido en un virus y ha contagiado todas las actividades económicas: inversiones rápidas, consumo rápido, deuda rápida... Cuando las empresas financieras empiezan a medir sus ganancias en fracciones de segundo, está claro que hemos perdido la brújula”.
Con la misma mentalidad con la que nos llevaron al precipicio, los poderes políticos y económicos se han lanzado en los últimos cinco años a la busca del “quick fix”, el arreglo rápido. La cultura del “pelotazo” ha dejado pasado a la cultura del “latigazo”, con los resultados que todos estamos viendo.
Y en esto vuelve Carl Honoré con The Slow Fix (La lentitud como método. Cómo ser eficaz y vivir mejor en un mundo veloz, Editorial RBA) proponiendo precisamente el antídoto: soluciones “lentas” y duraderas, que afronten el problema desde la raíz y vayan más allá de la cura de urgencia.
El mejor ejemplo de “slow fix” aplicado a tiempos de crisis lo tenemos en la remota Islandia, según Honoré. Mientras en la Unión Europea seguimos enfrascados en un tira y afloja que no cesa, los islandeses han pasado por una cura de introspección y regeneración que se resume en una expresión muy propia: “Thetta reddast” (algo así como “no te preocupes, todo se arreglará por sí mismo”).
Islandia fue el primer país en acometer una reforma financiera seria y sentar en el banquillo de los acusados a los banqueros. También ha sido el único país en reconocer la imperiosa necesidad de reformar el sistema político, para romper la peligrosa connivencia con los poderes económicos y recuperar la confianza de los ciudadanos. La mitad de sus 320.000 habitantes participó activamente en el referéndum de la reforma constitucional para estipular las nuevas reglas de juego.
Islandia ha sabido poner en marcha varios de los principios enumerados por el propio Honoré como la esencia de las soluciones duraderas: del “crowdsourcing” (la sabiduría de la multitud) al principio colaborativo, pasando por el pensamiento holístico (conectar los puntos) o por la capacidad para aprender de los errores del pasado (“mea culpa") y para planificar con tiempo el futuro.
Pero no existen soluciones milagrosas, advierte Honoré, y cada país debería buscar su propia fórmula duradera… "Uf, si yo tuviera la respuesta 'lenta' a la crisis no estaría aquí en Londres sino a lo mejor en Ginebra, haciéndome de oro”, replica el autor de The Slow Fix, a quien inmortalizamos junto a una bici y en una isleta en South Kensington, azuzado por el tráfico incesante.
“Lo que me preguntas realmente es si existe una respuesta 'slow' y al mismo tiempo rápida, pero eso sería caer en la paradoja”, reflexiona al vuelo Honoré. “La verdad es que resolver el problema en el que estamos va a llevar tiempo y va a provocar cambios muy profundos, tanto a nivel sistémico como a nivel personal. Creo que entramos en una época de profundas transformaciones: las placas tectónicas no han hecho más que empezar a moverse”.
En medio de la obsesión permanente por el “quick fix”, Honoré ve esperanzas de cambio, y una de ellas tiene mucho que ver con el movimiento "slow"... "Gervais Williams ha provocado una reacción en la City con su libro Slow Finance. Y lo bueno es que la respuesta ha partido desde dentro, desde un inversor que ha decidido cambiar de bandera y buscar otras maneras de hacer negocios, apostando por valores como la sostenibilidad y reconectando con el mundo cercano y real".
En EEUU surgió también hace tres años Slow Money, impulsado por Woody Tasch, con la idea de impulsar una nueva idea de dinero, fertilidad y economía duradera. Al fin y al cabo, el terreno de las finanzas estaba más que abonado para la última ramificación del movimiento de la 'lentitud', lanzando por Carlo Petrini en 1986 con Slow Food y extendido ya por todos los campos posibles: ciudades lentas, slow travel, slow media, slow sex, slow parenting…
Nos quedamos de momento con las “finanzas lentas”, y acudimos en la City a nuestra cita con Gervais Williams, con su experiencia de más de 25 años como gestor de fondos de inversión, clamando por un profundo cambio desde los intestinos del mundo financiero. Su libro Slow Finance está provocando una honda reflexión sobre lo ocurrido antes, durante y después de la crisis…
“Estamos en tiempos difíciles y hay que mentalizarse: el crecimiento rápido posiblemente nunca volverá. Al mundo de las finanzas no le queda más remedio que ralentizarse. Como mucho, podemos aspirar a un crecimiento moderado y sostenible a largo plazo, y ahí ya no hay sitio para las operaciones especulativas y casi indescifrables, que han marcado el ritmo vertiginoso de estos últimos años".
No podemos volver ni a la mentalidad ni a la cultura del “pelotazo”, advierte Williams. Ni siquiera lo que dábamos por sólido y seguro nos ofrece garantías: "Ya no podemos ni depositar nuestros ahorros con tranquilidad en un banco, por miedo a que pueda quebrar (o a que nos apliquen el “corralito”, como ha ocurrido esta semana en Chipre). Tampoco podemos comprar con tranquilidad bonos del tesoro, porque el Estado está también en una situación muy precaria".
Y sin embargo Gervais Williams confía en plantarle cara al 2013 y a los años venideros con una simple y vieja receta: “Vamos a tener que apostar por las empresas pequeñas y cercanas, que resultan vitales para el día a día y que siguen siendo la base de la economía. En pocas palabras: vamos a tener que simplificar el mundo de las finanzas y reconectar con la realidad. Hay que acabar con este sistema tan complejo que excluye a la mayoría y que nos hace olvidar un principio básico: todos tenemos un papel en la economía".
Volvemos finalmente con Carl Honoré, el “padrino” del movimiento slow aplicado a todas las esferas de la vida personal. Le preguntamos si la lentitud no es acaso un lujo en estos tiempos de presión económica que no nos dan un respiro…
“Yo creo que la lentitud es más necesaria ahora que nunca, precisamente porque lo que estamos viviendo son los efectos secundarios de ir tan rápido durante tanto tiempo. Tenemos que bajarnos del carrusel de la velocidad si queremos analizar dónde estamos. Las crisis son también oportunidades para hacer las cosas de otra manera, y no para seguir cayendo en la tentación del 'quick fix'. Eso es lo que han hecho nuestros gobernantes y nuestros economistas desde el 2008, y ya vemos dónde estamos".
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