Camino compartido
Es posible que a la vuelta de un viaje se tenga la certeza de regresar con equipaje del que no pesa, el del aprendizaje. Quizás pisar territorio familiar se haga con el placer de arribar enriquecidos por las culturas del camino y nuestra demanda viajera de haber contribuido a que mejore el bienestar de la comunidad local. O tal vez el sentimiento sea el de haber descubierto la naturaleza del lugar mediante alguna actividad auténtica que haya contribuido de algún modo a la mejora de ese entorno.
Si esto ocurre, la experiencia no solo habrá beneficiado al viajero sino al lugar por el que ha pasado y a las personas con las que se ha relacionado. Porque estamos ante un turismo sostenible o verde o ecoturismo… Llámenlo como quieran pero déjense ir al compás de las bifurcaciones del camino, de las propuestas no incluidas en la planificación previa del viaje, en pos de la invitación tras un apretón de manos o una sonrisa francamente cautivadora, tal vez por el misterio de un sendero remoto que conduzca a una quimera salvaje o a enfrentarse con una naturaleza sorprendente y sorprendida.
Guiada por estas vivencias que hoy fácilmente se identifican como los pilares de un turismo sostenible, he recorrido y sigo realizando muchos kilómetros en los que me he parado a pensar y tomar notas que ahora tienen ganas de convertirse en relato, la forma narrativa más antigua del mundo. Y tal vez porque como el relato no pretende llegar a un punto de tensión, como otras herramientas de narración, pero sí que persigue el impulso de ver que hay a la vuelta del camino, un poco más adelante, he elegido esta técnica para alimentar las entradas de este blog que inicia aquí su andadura con la certeza de que es posible viajar en clave sostenible.
Mujeres a la orilla del Jordán
Así es como llegué a la Reserva Natural de Ajloun, al norte de Jordania. Perseguía senderos históricos cargados de fe y creencias asociadas a las tres principales religiones que han movido el mundo a lo largo de milenios. A la espiritualidad, sumaban sus atractivos los castillos y torreones defensivos de los caballeros Cruzados hoy solitarios pero antaño debieron lucir altaneros destacando estratégicamente en las posiciones más prominentes de un paisaje con vistas al bíblico valle del río Jordán, una vena llena de vida.
Y sin embargo logró desviar mi atención una visión familiar, la de colinas tapizadas de encinas y algarrobos en el que campaban libremente jabalíes, ciervos y zorros. Un bosque que fue considerado reserva natural hace algo más de dos décadas, con el fin de proteger este magnífico retazo de bosque mediterráneo, que está rodeado de un territorio con milenios de vecindad humana. Donde la fertilidad del terreno y la climatología mediterránea han provisto desde antiguo no solo de leña, sino de alimento y remedios medicinales a sus moradores.
Los pueblos como Orjan y Rasun se prenden de los linderos del bosque bordando sus callejas entre mares de olivos milenarios y ordenados cultivos de pistachos salpicados de higueras y granados. Parecieran sacados de los belenes de nuestra infancia, inalterados en la memoria límbica de las creencias monoteístas desde el principio de los tiempos.
Pero deambulando por sus estrechas calles resulta sencillo dejar atrás viejas reminiscencias ante la atención que el proyecto las Casas de Ajloun suscita. Buscando la armonía con el presente esta iniciativa de ecoturismo incluye varias actividades artesanales acompañadas de la disponibilidad de alojamientos rurales en esas mismas localidades. Surgiendo como nuevas posibilidades económicas a escala local impulsadas por el afán de conservación del bosque.
Ya que los productos de la tierra son la esencia de las Casas del Jabón, de las Galletas y de la Caligrafía. Artesanales alternativas desarrolladas ligadas no solo a los recursos obtenidos del entorno sino, además, dirigidas por mujeres. Ellas han encontrado en tales oficios no solo una manera de hallar el sustento, sino que a su vez empoderan el ámbito femenino en la sociedad rural jordana.
Esencias de romero, geranio, lavanda, miel o menta dan la bienvenida en la Casa del Jabón. Donde el aceite de oliva virgen es el fundamento de un proceso que el visitante recorre paso a paso mientras los olores de verbena y limón se hermanan con las descripciones de las numerosas propiedades beneficiosas de estos jabones para la piel. Ningún ingrediente químico aleja a los Jabones Orjan de su entorno ganándose así el apelativo de eco-friendly desde los primeros pasos de su producción artesanal.
Porque el productor que mantiene su entorno obtiene de él lo que desea y cuida a la vez sus raíces, ya que toma únicamente lo que necesita de su medio natural, haciendo de la sostenibilidad su futuro. Donde los demás hablan de desarrollo, ellos demuestran con sus productos el equilibrio y respeto por su tierra. Bases en las que la organización no gubernamental jordana RSCN (The Royal Society for the Conservation of Nature & Wild Jordan) apoya esta iniciativa ecoturística dedicada a la conservación de los entornos naturales y armonizando dichas actividades con el desarrollo rural.
Un consumidor responsable con la biodiversidad es aquel que pone en valor el entorno en el que se encuentra. Y eso se paladea al entrar en la Casa de las Galletas, donde resulta aún más reconstituyente el bocado de una barrita energética a sabiendas que está hecha con las almendras, avellanas, semillas de sésamo, pasas e higos secos obtenidos en los campos de labor que rodean el núcleo urbano.
Nuevas recetas se nutren con la sabiduría del pasado y las infusiones herbales que acompañan a la degustación de tan delicadas y dulces elaboraciones también se puede acompañar de queso fresco, aceitunas o el típico labaneh, un queso-yogur blanquecino de textura pastosa elaborado con leche de vaca y oveja.
Aromas y sabores de la tierra que se complementan con una inmersión en la cultura islámica nada más traspasar el umbral de la Casa de la Caligrafía, en el pueblo de Rasun. Con los sinuosos perfiles de la escritura en árabe junto a las descripciones elementales para aprender el arte de trazar de dichos carácteres se lleva al visitante a través de un diálogo intercultural lleno de sonrisas y complicidad femenina ante la torpeza del recién iniciado.
Trazos que se prolongan a través de atractivas aplicaciones en papel reciclado, algodón y seda mediante los diseños caligráficos tanto nuevos y tradicionales que favorecen que las mujeres sean las que diseñen su presente y dibujen su futuro. Una comunidad moderna con raíces aún más afianzadas en su entorno gracias a dichas actividades locales. Lo ponen en valor no solo al mantener su biodiversidad, sino que mediante tales quehaceres artesanales protegen ese bosque que cautiva a primer golpe de vista.
Añadir nuevo comentario