Postales de viaje

Postales de viaje

03 Marzo 2015
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Un aroma, el del café es sin querer el hilo que teje esta historia. Ensarta un puñado de buenas experiencias vividas alrededor del turismo sostenible. Enviar postales no era la idea con que iniciara viaje hacia Costa Rica,  sino la de contar una historia alimentada por nuevas vivencias a través de una naturaleza única. Pero las esencias del café, concretamente las de una variedad, cuyo embriagador sabor surgió por accidente genético, cambiaron la hoja de ruta para así, desvelarla a pequeños bocados, los del buen hacer turístico inmerso en la naturaleza.

Todo comenzó la primera noche y tal vez fuera por la influencia de dormir en plena selva. Por una mágica razón los sonidos del bosque primario de selva lluviosa litoral, de la más excepcional de la costa Pacífica, aquella que cubre la península de Osa, y que envuelve las cabañas de madera del Danta Lodge despertaron la percepción sobremanera ante un turismo en armonía con la naturaleza. 

Como propugna con cada pequeño gesto de ahorro en recursos y consideración amigable con el entorno este alojamiento de criterios ecológicos y compromiso con la comunidad local abierto al bosque y sus habitantes. Tanto que en la misma finca se pueden hacer recorridos para descubrir las aves y anfibios que se ocultan entre ramas y raíces, tal vez buscar a sus mamíferos más esquivos en la oscuridad de la noche o bien adentrarse en el Parque Nacional de Corcovado atravesando bosques y ríos a bordo de un chapulín, como en el país se denomina a los tractores.

Tras una inmersión sin límites a la naturaleza, al estilo pura vida costarricense, dejarse llevar por los aromas del cacao de cultivo orgánico es un buen contraste que se desvela apenas con penetrar en la Finca Köbö. A simple vista parece dejarse detrás el interés por los árboles gigantescos y las laderas inaccesibles del bosque lluvioso. Ahora es la agricultura de una finca nacida del sueño (es el significado de köbö en la lengua de los indígenas guaimí, pobladores originarios de la península) de un joven emprendedor hijo de campesinos, la que conduce por la historia del cacao. 

Por la propiedad se camina, desde los primeros pasos de su producción, a través del cuidado de los árboles y sus grandes semillas, hasta el dulce final de su procesado como chocolate y su larga historia asociada a las culturas mesoamericanas. Discurriendo entretanto junto a otras plantas ligadas a la historia de la humanidad, tales como la cúrcuma o la vainilla. No obstante el paseo lleva de nuevo al bosque puro, pues desemboca en corredores biológicos que la propia finca cuida como retazos esenciales de naturaleza que comunican y preservar el hábitat de los bosques primarios y secundarios mantenidos alrededor de los cultivos agrícolas. 

Es así como este joven emprendedor costarricense logró hacer realidad un sueño infantil, el de poseer una ceiba. Y no uno sino varios ejemplares de estos enormes árboles se apoderan de la atención. Como señores del bosque extienden sus grandes raíces tubulares en los retazos de selva lluviosa tropical que guarda la propiedad, honrando así a los bosques vírgenes. 

Al otro extremo del país el río Frío, que discurre dibujando la frontera con Nicaragua, conduce hasta Caño Negro. Un humedal de importancia internacional incluído en la lista RAMSAR. Se trata de un brazo fluvial envuelto de bosque húmedo tropical que concentra una elevada biodiversidad. Las aves migradoras del continente son sus visitantes estrella pero hay mucho más, desde aves, mamíferos e insectos hasta las extraordinarias adaptaciones de la vegetación de sus orillas a un mundo anfibio. 

Descubrirla en su plenitud depende de convertirse en local. O al menos de dejarse llevar no solo por el ritmo suave de una barca, sino por los ojos habituados al entorno de los guías ribereños sabiamente asociados en una empresa ecoturística, Paraíso Tropical Caño Negro. Habituados a una naturaleza capaz de ocultarse al observador, aún permaneciendo a unos escasos centímetros, ayudan a desvelar la riqueza de vida de esta vena fluvial que conecta dos países.

Acompañarse de guías es garantizarse nuevas percepciones más allá de lo que ven nuestros ojos. Sobre todo si se pretende adentrarse en el mundo botánico de una finca en explotación agrícola sostenible. Con un horizonte que hace temblar como es el volcán Arenal, la Finca Don Juan es una apuesta por la agricultura ecológica a su vez conectada con la educación. Un crecimiento impulsado por un educador capaz de incluir las matemáticas en sus campos de cultivo. Asímismo ha logrado en 12 años que la finca convierta en autosuficiente a una comunidad de 50 personas.

Una vez vistos, los volcanes de Costa Rica, se convierten en un mantra. Desde sus cráteres espectaculares como el del volcán Poas, los sentidos realmente se afilan para lograr nuevas percepciones. Hasta llegan a perderse en los detalles  del extraordinario colorido artesano que decora las carretas utilizadas para las labores del campo elaboradas desde hace 91 años en la fábrica de carretas Eloy Alfaro. El olor del serrín, de las maderas nobles y el repiqueteo de las máquinas impulsadas únicamente por el discurrir del agua conducen no solo por la historia de esta fábrica hidráulica y por ello convertida en un patrimonio industrial mundial, sino por el desarrollo de los cultivos que hicieron de Costa Rica un vergel ante el mundo.

 También lo ha impulsado la fertilidad y humedad naturales que encierran las lavas volcánicas. Ya que entre otros cultivos alimentan en sus faldas el crecimiento del mejor café del mundo, el de la variedad arábiga. Una rana, la del Rainforest Alliance Certified es en este caso la que garantiza que es un café comprometido con la conservación del bosque tropical y la que sirve de guía para llegar hasta la finca de Doka Estate.

Así se desvela el compromiso con la tierra y sus ecosistemas y recursos naturales de una empresa familiar que, en cuatro generaciones, ha logrado posicionar la calidad de su café entre las mejores referencias mundiales. Entre sus granos es el peaberry, surgido de una mutación genética, la que le confiere, sin embargo, un toque de mayor acidez pero también una especial dulzura. El aroma intenso y su sabor pegado al paladar  acompañan el tour por la finca. Donde se desvelan no solo todos los pasos de su producción sino el empeño por lograr un mejor planeta desde la raíz. En cuya sostenibilidad un país como Costa Rica está afianzando uno de los mayores compromisos del mundo.