Todos somos Greta

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Niños de más 100 países secundan la huelga escolar por el clima tras los pasos de Greta Thunberg.

Greta Thunberg era de las que se escondían al final de la clase. Introvertida por naturaleza, diagnosticada con el síndrome de Asperger y bajita para su edad, toda su intención era pasar desapercibida, eludir a los matones en el colegio y centrarse en sus estudios.

A los ocho años vio los primeros documentales sobre el cambio climático y algo hizo “click” en su cabeza. Empezó a preocuparse obsesivamente por el futuro, y a deprimirse por la pasividad y la indiferencia de los adultos. Dejó de comer, se mordió la lengua y se encerró en su “mutismo selectivo”. El verano pasado, cuando Suecia registró las tempaturas récord de los últimos 262 años y decenas de fuegos incontrolados tuvieron al país en vilo, Greta decidió que había llegado el momento de alzar la voz.

Inspirada por las huelgas escolares conta la violencia de la pistolas en Florida, la menuda niña sueca (entonces tenía 15 años) decidió faltar a clase un viernes y se plantó con su pancarta ante el Parlamento sueco: “Skolstrejt för Klimatet”. Sus padres intentaron disuadirla, sus compañeros de clase pasaron de ella. Pero la niña de las trenzas infantiles y del chubasquero amarillo siguió con su particular “huelga escolar por el clima”, hasta que se dieron por aludidos los políticos.

Greta Thunberg fue nominada el jueves al Premio Nobel de la Paz después de haber pasado en ocho vertiginosos meses por la Asamblea de la ONU, por el Consejo Europeo, por la cumbre del clima en Katowice y por las nieves de Davos, donde se atrevió a arengar a los millonarios: “No quiero que tengáis esperanza, quiero que sintáis pánico. Quiero que tengáis miedo todos los días. Y entonces quiero que actuéis”.

Pero más allá de los púlpitos, más allá de sus charlas en TED y de sus mensajes en twitter, Greta está convencida de que los grandes cambios se gestan a pie de calle. El 15 de marzo, el movimiento creado por la activista sueca (“Fridays for Future”) dio la vuelta al mundo en más de 1.600 ciudades de una largo centenar de países (entre ellos, España). Decenas de miles de estudiantes se declararon en “huelga por el clima” y los medios dejaron ya de hablar de “un puñado de niños haciendo novillos”.

“Nos están lloviendo tantos apoyos como críticas”, reconoce Anna Taylor, de 17 años, cofundadora de YouthStrike4Climate, algo así como la “Greta británica”. “Quienes nos critican, esconden la cabeza en la arena. Prefieren ignorar la verdad tal vez porque tienen miedo, o porque no les importa el bienestar de nuestra generación y el futuro del planeta”.

“Lo que estamos viendo alrededor del mundo es a los jóvenes uniéndose finalmente por una lucha común, que es la de nuestra propia supervivencia”, advierte Anna Taylor, que se manifestará junto a cientos de estudiantes ante el Parlamento británico el viernes. “Hemos heredado una Tierra en la que la gente sufre de manera horrenda y en la que los efectos devastadores del cambio climático se sienten ya en algunas regiones. Está claro que el cambio no es solo necesario, sino que ya está aquí. ¡Y no podemos fallar!”.

El espíritu deslenguado de Greta (cuando dijo a los políticos suecos aquello de “os importa una mierda nuestro futuro”) ha cuajado en toda esta generación que se lanza ahora a la calle por iniciativa propia y poniendo en un brete a las escuelas, ante el dilema de poner “falta” a los estudiantes indolentes convertidos en furibundos activistas. Para hacerlo fácil, los organizadores entregan a los estudiantes una carta-tipo que han de firmar de los padres, justificando el absentismo escolar del viernes por “cincunstancias excepcionales”: “La ONU estima que nos quedan solo 12 años para recortar las emisiones de CO2 un 50%”.

Al fin y al cabo, la propia Greta tuvo que superar también la prueba de los padres. Sus argumentos fueron tan convincentes que su madre, la famosa cantante de ópera Malena Ernman, canceló indefinidamente sus giras al otro lado del Atlántico por no viajar en avión. Su padre, Svante Thunberg, es un actor convertido al vegetarianismo y a la divulgación ambiental gracias a su hija.

Y Greta, profeta en su tierra, ha recibido entre tanto el “honor” de su nominación al Nobel de la Paz (hay 300 candidatos), siguiendo los pasos de otra niña “rebelde”, Malala Yousafzai, galardonada en el 2014. Sus detractores, que ya los tiene, le acusan de estar siendo manipulada por los adultos como Ingar Rentzhog, fundador de We Don´t Have Time. 

La propia Greta, en declaraciones a The Guardian, se defiende proclamando su independencia del mundo de los adultos y recordando cómo los mensajes de odio son en el fondo una señal positiva: “Eso significa que algo ha cambiado en el debate y que nos ven quizás como una amenaza… Si algo he aprendido en todo este camino es que nunca eres demasiado pequeño para marcar al diferencia”.