Somos naturaleza, extensión de los derechos civiles al mundo natural
Frente a la continua destrucción de la biosfera que pone en peligro el futuro de nuestro planeta, Mumta Ito, fundadora del Centro Internacional para la Ley Holística, lidera una iniciativa ciudadana para lograr que que los "derechos civiles" se extiendan al mundo natural.
Traducción del artículo publicado en la revista The Ecologist, Being Nature, extending civil rights to the natural world
A pesar de la proliferación de las leyes y tratados ambientales, la destrucción del mundo natural aún continua. Una de las principales razones de que esto ocurra se debe a que nuestras leyes ambientales describen la naturaleza como una “propiedad”, dando cobertura legítima a acciones reprobables.
Todo comienza con la sencilla premisa de que no toda clase de vida es protegida, dejándonos con la imposible tarea de legislar intentando ser creativos para labrar protecciones aquí y allí, en lugar de poder dedicarnos a diseñar activamente los marcos necesarios con los que crear el próspero y salutífero mundo que todos deseamos habitar.
Nuestras leyes ambientales describen la naturaleza como una 'propiedad', dando cobertura legítima a acciones reprobables
Las leyes que ya tenemos (como la Directiva de los Hábitats de la CE, la Ley de la Vida Silvestre y Medio rural en el Reino Unido o la Ley de Especies Amenazadas de EE.UU) protegen solo las especies que han sido probadas como especies en riesgo. Sin embargo, en un mundo esencialmente interconectado donde, según datos científicos, docenas de especies se extinguen literalmente cada día (es decir, la pérdida de especies es de 1.000-10.000 veces la tasa de fondo), es evidente que dicho enfoque no es suficiente. Los procesos necesarios para la actualización de las listas que detallan las especies protegidas toman años. A menudo, con el tiempo que lleva probar científicamente que las especies pueden estar bajo amenaza, la respuesta llega demasiado tarde.
Del mismo modo, los esquemas de compensación de biodiversidad propuesoas para acelerar el proceso de planificación, no tienen en cuenta la naturaleza compleja e interconectada de nuestro mundo. Los ecosistemas no son intercambiables –destruir uno para sustituirlo por otro simplemente no funciona, como lo demuestran las dificultades experimentadas en todo el mundo tras la aplicación de dichas políticas.
Estas prácticas también hacen emerger ciertas preocupaciones éticas: ¿es posible asignar un valor económico a la vida misma? Después de todo, ¿qué fue primero, la vida o la economía? Fortalecer el paradigma de la 'Naturaleza como propiedad' y dar poco poder protector mediante una tímida legislación no puede ser la única respuesta… Entonces ¿qué debemos hacer? No deberíamos olvidar que no hace tanto tiempo, nuestra ley también trataba a mujeres y niños como "propiedad"… Nacido a partir del movimiento de los derechos civiles, el reconocimiento de la Naturaleza –que incluye que los ecosistemas,
ríos, montañas, especies, tienen el derecho a existir, persistir, renovar y mantener sus ciclos– cambia la faz de las leyes ambientales. Se parte primero de la premisa de que toda vida esté protegida para esforzarse a continuación en encontrar el equilibrio necesario con el que mantener nuestra dinámica relación con todo tipo de vida y no a la inversa.
Las leyes que ya tenemos protegen solo las especies que han sido probadas como especies en riesgo
¿Por qué unos Derechos para la Naturaleza?
Los “derechos” son la forma con la que las leyes garantizan su más alta protección; la Ley regula la conducta humana, pero sobre todo quiénes pueden ser "titulares de derechos”. Usualmente, solo se reconocen dos tipos “seres” con "derechos": el ser humano y las entidades creadas por los seres humanos, tales como lo son las corporaciones o países. Todo lo demás, incluyendo al mundo natural, ha de ser tratado como una "propiedad". Esto significa que las cuestiones ambientales que afectan a ese mundo natural son abordadas únicamente como consecuencia de una mala gestión y planificación, siendo tratadas en la mayoría casos por los tribunales de planificación o administrativos, sin tener en cuenta la amplitud de lo que está realmente en juego cuando se interfiere en los ecosistemas en un mundo esencialmente interconectado. En el mejor de los casos, todo lo que puede lograrse en corte es la reversión de una decisión de planificación –solo para que una nueva solicitud pueda ser revisada y aceptada: el desarrollo siempre acaba ganando la partida.
Paradigmas caducos
En la mayoría de los países, la Ley opera con los siguientes paradigmas ya obsoletos:
• Mecánico: creer que el mundo está formado por objetos inconexos, separados, que interactúan de una manera predecible.
• Antropocéntrico: ver el mundo como existente para el uso exclusivo de los seres humanos, de modo que las ideas sobre los "recursos naturales'' o "capital natural" describen el valor de la naturaleza por su utilidad para la humanidad y no por su valor intrínseco.
• Por oposición: modelo competitivo/retributivo, donde una de las partes gana a expensas de la otra.
Ninguno de estos paradigmas refleja la realidad científica actual y completa de cómo funcionan los sistemas naturales. Esto da lugar a la ilusión de una relación de supremacía con respecto a la naturaleza que nos conduce hacia el ecocidio actual. Porque, siendo parte de la naturaleza, no podemos perjudicar a la naturaleza sin dañarnos también a nosotros mismos.
Los paradigmas que rigen la ley dan lugar a la ilusión de una relación de supremacía con respecto a la naturaleza, que nos conduce hacia el ecocidio actual
La ciencia ha reconocido desde hace tiempo a nuestro mundo como una entidad fluida y complejamente interconectada. Sin embargo, nuestras leyes y las actitudes culturales generales no actúan en la misma dirección que aconseja dicho conocimiento, en detrimento nuestro. Hablamos mucho de "sostenibilidad" pero la alineación fundamental de nuestro marco legal es incompatible con la idea misma. Es hora de que las leyes de la naturaleza cambien para facilitar la emergencia de una cultura donde se respete la profunda interconexión de la existencia de nuestro mundo y apoye unas relaciones sanas con toda la vida.
Si se extiende nuestra idea de comunidad para incluir a toda la comunidad de la vida –un concepto también consagrado en la Carta de la Tierra – creamos un marco legislativo en el que el mundo natural es visto como una de las partes interesadas en el mantenimiento de la igualdad del bienestar del planeta; un participante activo y digno de nuestro respeto, en lugar de algo inerte y que está únicamente allí para el consumo humano. Así creamos una legislación que hace honor a la ley de la interconexión de los sistemas naturales y nos permite proteger la naturaleza por su carácter intrínseco y no por el valor de su utilidad para los humanos. Estas leyes también facultan a los ciudadanos para proteger la naturaleza a través de plataformas de gobernanza y cuidado de los acuerdos surgidas entre las sociedades civiles, asociaciones, etc.
Es por todo ello por lo que cada día más más países están trabajando en la misma dirección, adoptando dicha perspectiva, y por lo que muchas personas trabajamos para que la Comunidad Europea (una de las más influyentes comunidades del planeta) adopte dichos protocolos y los Derechos de la Naturaleza.
¿Es realista nuestro empeño?
Dado que nuestro sistema económico y nuestras legislaciones han sido incapaces de variar la ecuación que nos lleva hacia un incierto futuro, hay mucho por hacer, mucho por cambiar. Ecuador ha dado el primer paso al reconocer los Derechos de la Naturaleza en su Constitución; Bolivia ha hecho lo mismo pero a nivel nacional e incluso a nombrado a un fiscal especial para perseguir a los que violen dichos derechos. En Estados Unidos más de 3 docenas de municipalidades han adoptado el discurso mediante leyes que reconocen a las comunidades naturales, incluidos los ecosistemas, dotando a los ciudadanos de derechos con los que demandar a las corporaciones/empresas/entidades que actúen en contra de la naturaleza. Recientemente también, las cortes de Nueva Zelanda han acabado por reconocer al río sagrado como un ente vivo y, por lo tanto, con sus plenos derechos, al igual que en Costa Rica se reconocen los derechos de su arrecife coralino como un ser vivo, por lo que no puede ser explotado comercialmente. En Europa, Suiza reconoce los derechos de los animales, España los de los simios, Rumanía los de los delfines y en el Reino Unido se reconocen los animales como seres y no solo como mascotas.
Es hora de que las leyes de la naturaleza cambien para facilitar la emergencia de una cultura donde se respete la profunda interconexión de la existencia de nuestro mundo
¿En qué se diferencia esta ley de la que regula el Ecocidio?
En la ley sobre los Derechos de la Naturaleza, lo que intentamos es cambiar de una vez por todas el paradigma de la naturaleza como propiedad humana; la ley para erradicar el Ecocidio criminaliza acciones dañinas, acciones que puedan ser probadas como ecocidas, dejando al resto de malas praxis relegadas de nuevo al terreno del contencioso administrativo, en juzgados administrativos y volvemos a las planificaciones y a la revisión de los planes y vuelta a empezar.
¿Cómo llevamos a cabo el cambio?
Un grupo de legisladores, ambientalistas, académicos y otros nos reunimos para poner en marcha una Iniciativa Ciudadana Europea (ECI), una llamada a la Comisión Europea para que curse una propuesta al Consejo Europeo donde adoptar los Derechos de la Naturaleza y podamos empezar a tomar acciones y decisiones con sentido común. El grupo inicial, siempre en aumento, ya está presente en 13 países europeos. El ECI es un mecanismo de democracia participativa de la UE, desde abril de 2012, que permite a los ciudadanos proponer una ley. Es una forma directa de capacitar a los ciudadanos para incluir puntos en el agenda. El fundamento jurídico de la UE es el artículo 11 del TUE y el artículo 24 del TFUE. El Reglamento (UE) n º 211/2011establece los requisitos detallados. Es la manera más eficiente de lograr un cambio – si la UE adopta una propuesta de directiva entonces se requiere que todos los Estados Miembros a crear e implementar una ley acorde dentro de un tiempo especificado. La Comisión Europea quiere que los ciudadanos jueguen un papel más activo en los procesos políticos europeos y la ECI es un poderoso aliado para ello.
La ECI es un proyecto que se ejecutará al mismo tiempo en el conjunto de Europa - ya que es una iniciativa ciudadana, necesitamos que los ciudadanos participen activamente en el proceso. Si usted tiene habilidades en las siguientes áreas y les gustaría estar involucrado en la co-creación de esta histórica iniciativa emocionante de decisiones, por favor póngase en contacto conmigo, como representante del comité organizador, en mumtaito@gmail.com. Las áreas específicas en las que aún necesitamos gente son:
• Administración/apoyo administrativo: la recaudación de fondos; contabilidad; investigación; IT / sitios web / medios de comunicación social; branding; educación; promoción; gestión de proyectos.
• Podrán unirse a los equipos de los 13 países existentes (Reino Unido, España, Portugal, Alemania, Francia, Luxemburgo, Hungría, Croacia, Rumania, Irlanda, Italia, Bélgica y Letonia)
• Personas que deseen llevar la iniciativa en países de la UE en los que todavía no tenemos participantes (Dinamarca, Suecia, Finlandia, Holanda, Polonia, Eslovaquia, Eslovenia, Malta, Lituania, Estonia, República Checa, Chipre, Austria, Estonia, Bulgaria y Grecia)
• También disponemos de plazas para períodos de prácticas autofinanciados en Findhorn y Andalucía.
Las propuestas de apoyo pueden ser de tipo "consultivo" o más práctico. Quienes quieran estar al día de la iniciativa pueden suscribirse al boletín del BeingNature Project.
Esperamos con interés todas las propuestas que nos permitan avanzar unidos hacia la creación de los marcos legales necesarios para crear un mundo más sostenible, un mundo mejor para nuestras futuras generaciones.
Mumta Ito es la fundadora del Centro Internacional para la Ley Holística.
Traducción del artículo publicado en The Ecologist, Being Nature, extending civil rights to the natural world