Partha Dasgupta: "Los economistas nunca se han tomado seriamente la naturaleza"
Es profesor emérito de Economía la Universidad de Cambridge y autor del informe Dasgupta "La economía de la bioversidad".
Su informe certifica que se ha perdido el 40% del capital natural en los últimos treinta años.
La naturaleza ha sido el "punto ciego" de la economía... Es el severo diagnóstico del venerado economista de la Universidad de Cambridge Partha Dasgupta, que ha puesto su nombre a un emblemático estudio de 600 páginas encargado por el Departamento del Tesoro británico. Sus compañeros de profesión no lo dudan: el "informe Dasgupta" sobre "La economía de la bioversidad" marcará un antes y un después, como lo hizo hace 15 años el "informe Stern" sobre la economía del cambio climático.
Sir Partha Dasgupta -nacido en Daca (Bangladés) en 1942, educado en India y nacionalizado británico- consagró gran parte de su carrera a la economía del desarrollo, con una atención especial a problemas como la sobrepoblación o el deterioro ambiental. Todas sus preocupaciones convergieron de pronto cuando decidió embarcarse en una "misión imposible": poner fin a la conflictiva relación entre economía y ecología...
Y certificar de paso que el planeta ha perdido el 40% del capital natural en los últimos treinta años. Que los bosques tropicales y las barreras coralinas pueden desaparecer de la faz de la Tierra en cuestión de décadas. Que los humanos y el ganado constituimos el 96% de la biomasa de mamíferos, y que solo el 4% permanece en estado silvestre. Que nuestro nivel de consumo requiere 1,6 planetas al año, y que estamos hipotecando los recursos de las próximas generaciones.
El informe de "La economía de la biodiversidad" fue presentado con todos los honores en la Royal Academy of Science, con el príncipe Carlos y David Attenborough como padrinos de honor. La embajada británica acercó su contenido a los ciudadanos españoles en un acto virtual, y el propio Partha Dasgupta se ofreció a dar un paso más allá, desplegando sus tablas como docente en una entrevista a distancia que tuvo algo de clase magistral...
¿Cómo han podido los economistas ignorar durante tanto tiempo el papel de la naturaleza?
No soy un historiador de la economía, pero mi conocimiento de la historia me permite afirmar que los economistas nunca se han tomado seriamente la naturaleza. Lo que hoy llamamos Economía es algo que no tiene más de 150 años, y tendríamos que remontarnos a Adam Smith o a David Ricardo y sus terías productivistas. Para él, la Tierra era algo indestructible y vasto. Digamos que durante décadas la economía ha funcionado con la mentalidad americana del "go west": si quieres más tierra, siempre puedes ir más al oeste. Pero llega un momento en que la Tierra se acaba... Hay otra cuestión de fondo, y es que los economistas nunca han tenido una educación "ambiental". La mayoría de ellos provienen de campos como las matemáticas, la física, la ciencia política... Pero nunca la biología. Y eso es algo que ahora nos llama la atención si lo pensamos: ¿Cuál es la mayor factoría donde se producen nuestros bienes y servicios? La naturaleza.
¿Es el momento de poner a trabajar juntas a la economía y a la ecología?
Economía y Ecología tienen la misma raíz ("oikos", "casa" en griego clásico) aunque mucha gente no lo sabe. Son dos ciencias que están llamadas a entenderse, aunque la curiosidad de los economistas ha sido muy limitada en este campo. La mentalidad predominante después de la Segunda Guerra Mundial ha sido la productivista. La economía mundial ha crecido espectacularmente desde los años sesenta, la esperanza de vida se ha disparado, la pobreza se ha reducido. Todo esto ha sido fruto de la acumulación de capital, de la innovación, del ingenio humano, de la ciencia y la tecnología... Pero hace 70 años, la población mundial era bastante más pequeña y la naturaleza no estaba amenazada. Desde entonces, hemos ido poniendo más y más presión sobre la naturaleza, aunque hasta hace poco no ha sido visible el daño. Ha sido gracias a los medios de comunicación, y a programas como los de David Attenborough, cuando la gente ha empezado a tomar conciencia del deterioro ecológico.
La lógica que ha prevalecido hasta ahora era que lo que es bueno para la naturaleza es malo para la economía, y viceversa...
Creo que los empresarios se han dado cuenta hace ya tiempo de que esa es una idea corta de vista. A los empresarios debería preocuparles la naturaleza, también por su propio interés. La reputación de una compañía sufre mucho si no refleja sus emisiones de CO2 o su impacto ecológico. Los CEOs son también seres humanos, y en el fondo se plantean qué pensarán de lo que está haciendo su hijos y sus nietos.
Una de las conclusiones de su informe es que urge utilizar una nueva métrica del crecimiento económico ¿Ha llegado el mommento de decir adiós al PIB?
El PIB cumple su función, que es la de medir la actividad económica, pero se ha usado mal para definir la prosperidad de los países. El problema del PIB es que no mide la depreciación del capital natural. Cualquier país puede estar talando sus bosques y destruyendo la naturaleza, y contabilizando al mismo tiempo esa actividad como incremento del PIB. La economía ha ignorado durante mucho tiempo esto y no ha contabilizado la pérdida de activos naturales. Esto es lo que deberíamos estar haciendo ya a nivel nacional, con indicadores que reflejen no solo la actividad económica sino la pérdida de capital natural.
¿Se debe poner un precio a la naturaleza? Siempre habrá quien diga que la naturaleza es impagable...
La naturaleza se ha subvalorado durante mucho tiempo. Hemos estados usando gratuitamente los bienes naturales comunes durante mucho tiempo. Ponerles un precio es un primer paso para hacer pagar a las empresas por el "uso" de la naturaleza. Pero esto no podemos dejarlo en manos de los mercados. La naturaleza debe ser protegida a nivel colectivo e internacional.
¿Debería la comunidad inernacional pagar a Brasil para progeter la Amazonia?
Es precisamente una de las recomendaciones que hace el informe. Se trata de proteger un bien común global. No solo de deberá pagar a Brasil, también a Malasia, Indonesia, Congo y los países donde aún quedan bosques tropicales, para evitar que sean destruidos y desaparezcan del mapa. Se trataría de un acuerdo de compensación por la protección de la naturaleza.
Usted sugiere incluso el cobro de "alquileres" a las compañías por el acceso a bienes y servicios de la naturaleza. ¿Es algo realmente viable?
Es algo que creo que es necesario, pero que no figura hoy por hoy ni en los planes de la COP15 de Biodiversidad ni en los de la COP26 del cambio climático. Ha llegado el momento de crear una nueva institución internacional, como el Banco Mundial, que vele por el uso de los bienes comunes globales y pase factura a las empresas. Por ejemplo, cobrando una tasa a los buques portacontenedores por el uso de los océanos. Ese dinero revertiría en programas de protección y conservación del mar.. Hasta ahora, en las conversaciones del clima, se ha hablado sobre todo de compromisos a nivel nacional, que ni siquiera están reforzados. Mi propuesta es esta: que los bienes comunes globales sean monitorizados, protegidos y gestionados por una institución internacional. Pero he de reconocer que soy pesimista en este punto, nadie está hablando de ello.
¿La "protección de la biodiversidad" no es acaso un concepto menos apremiante para la opinión pública que el cambio climático?
Sí y no. En cierto sentido, yo diría que la biodiversidad es un concepto más intuitivo que el cambio climático... La biodiversidad salta a la vista: cuando visitamos un parque y de pronto apreciamos la variedad de la naturaleza, de insectos, plantas y árboles. La gente se puede preguntar dónde están las mariposas si no se ven. El cambio climático es un concepto más abstracto y proyectado hacia el futuro, mientras que la biodiversidad es algo más cercano, que conecta con la gente más directamente... Además, es un tema que no provoca controversia: no puede hablarse de "negacionistas" de la biodiversidad porque es algo que salta a la vista. La gente tiene menos resistencia admitir que estamos perdiendo diversidad porque lo ven con sus propios ojos
¿Podemos definir la biodiversidad como "la riqueza de la vida"?
Hasta cierto punto sí. La naturaleza tiene un valor, es nuestro "activo" más preciado como seres humanos. Somos parte de ella, no estamos separados y no podemos seguir considerándolea como una "externalidad"... Y la biodiversidad es una característica de la naturaleza, no la naturaleza en sí misma. Estamos hablando de la increíble variedad de la vida, que se manifiesta en esas entidades que hemos llamado ecosistemas... A mí gusta hacer a veces la comparación con la cartera de inversiones. Cuanto más diverso es el "portfolio" de un inversor, menos riesgos. De la misma manera, cuanto más variado es el número de especies, más rico es nuestro "portfolio" natural.
La otra cara de la moneda es el consumo. El informe especifica cómo hoy por hoy "consumimos" el equivalente a 1,6 planetas Tierra al año para satisfacer nuestras necesidades ¿Hasta qué punto es urgente un cambio en nuestra conducta como cosumidores?
Estamos "sobreutilizando" la naturaleza, es cierto. La demanda que estamos poniendo sobre ella excede a su capacidad para regenerarse y garantizar el suministro. Al final, la crisis de la naturaleza es el efecto de la conducta invidual, de nuestra manera de producir alimentos o de intentar cubrir las necesidades de más de 7.600 millones de humanos... Hay un claro desequilibrio entre la oferta y la demanda que se traduce en el deterioro de la biosfera. Es necesario reducir la demanda y garantizar la oferta ¿Cómo? Con un papel más activo de los estados, con proyectos de inversión en lo que llamamos "infraestructura natural". No estamos hablando de construir fábricas y carreteras, sino de invertir en la restauración y en la conservación de los bosques, los humedales y los ecosistemas.
Usted recalca las finanzas y la educación como los dos sectores que han de pasar por una reforma inaplazable...
Sí, y no me refiero solamente a una reforma institucional, sino a un cambio más profundo. Proteger el capital natural debe empezar a verse como una inversión en nuestro futuro. Al fin y al cabo, los biosistemas más diversos son también más productivos y más "servicios" nos proporcionan... Pero para llegar a ese punto hay que dejar de percibir nuestros bienes comunes globales como si fueran un jardín recreativo, que es lo que hemos hecho hasta ahora. Los ciudadanos no han reclamado hasta ahora la protección de los bienes globales porque estamos muy desconectados de la naturaleza. La mayoría vivimos en ciudades y solo salimos al mar o la montaña dos o tres veces al año, en vacaciones. Hay que introducir la naturaleza en el currículum escolar en todos los niveles. Los niños deberían aprender a apreciar las maravillas de mundo natural y su contribución a nuestras vidas. Todos deberíamos ser en parte "naturalistas".
¿Qué lecciones podemos finalmente extraer de la pandemia? Usted mismo ha advertido que puede no ser más que "la punta del iceberg"...
Cuanto más destruyamos la naturaleza, más frecuentes serán las pandemias. Cuanto más lejos lleguemos, más posibilidades habrá de liberar agentes extraños para nuestro sistema inmunológico. Es interesante comprobar la diferente respuesta de la gente ante la evidencia del cambio climático y la evidencia de la destrucción de la naturaleza, a través de la pandemia. Los científicos llevan mucho tiempo advirtiéndonos de los efectos del cambio climático (olas de calor, incendios, inundaciones) y sin embargo ahí tenemos a los negacionistas. Sin embargo, aún no he escuchado a nadie que ponga en duda que hay un relación entre la pandemia y la destrucción de la naturaleza. La gente ha entendido intuitivamente que no deberíamos haber destruido los habitats, ni penetrar en el bosque profundo y liberar los virus que pueden estar ahí. De alguna manera, el Covid19 es percibido como un "evento extremo".