Mejora tu equilibrio

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¿Cómo se puede conseguir el equilibrio idóneo para mejorar nuestras vidas?

Entre amar y odiar, comer y eliminar, entre hablar y escuchar, descansar y trabajar, luchar y retroceder, levantarse y caer se precisa un equilibrio. Los equilibrios comienzan con y en el cuerpo. El cerebro dedica la mayor parte de su actividad a mantener el equilibrio del cuerpo sobre el planeta, el cual modificará o ayudará a equilibrar nuestra vida a todos los niveles ¿Cuál es el equilibrio idóneo para mejorar nuestras vidas?

Nacidos para movernos. Lo que no cae está en equilibrio. Una peonza caerá si no le damos un impulso y tumbada encontrará su equilibrio estático. Cuanto menor es la base de sustentación de un cuerpo y más elevado está el centro de gravedad con respecto a su base, aumenta la dificultad para equilibrarlo. Pero esa base facilita su movimiento.

En el ser humano, la base de sustentación es pequeña (los pies) y el centro de gravedad está muy alto (55% de su altura, delante de la segunda vértebra lumbar). Por eso el hombre es un animal pésimo para mantener el equilibrio estático y óptimo para el dinámico: la relación de su base con su centro de gravedad facilita la caída, pero también el movimiento.

A más movimiento, más equilibrio. Los niños que no requieren tratamientos especiales, precisan y se reconocen en la actividad física para buscar los límites de su equilibrio tanto físico como emocional. Las personas altas tienen dificultad para coordinar sus movimientos, por tener su centro de gravedad lejano del suelo. La consecución de su equilibrio es una tarea ardua y requieren una mayor cantidad de ejercicios de concienciación corporal y de movimiento desde pequeños.

Anatomía del equilibrio. Si estando de pie y mirando al frente, cerramos los ojos y nos ponemos de puntillas, nos caeremos si no tenemos el cuerpo alineado. Los ojos y el aparato locomotor son parte del sentido del equilibrio pero también lo son el oído, la piel, el sistema nervioso y el cerebro que los coordina.

En el oído interno se encuentra el aparato vestibular, un sistema de cámaras llenas de fluido y conductos que controlan los cambios en la posición de la cabeza. A través del vello sensorial que se mueve con el líquido se transmiten impulsos nerviosos a la cabeza sobre los distintos estados de la posición de ésta con respecto al cuerpo y al lugar en que nos encontramos. A esta información se une la que llega a través del sistema nervioso desde los ojos y el aparato locomotor (músculos, articulaciones y huesos.) A partir de ahí, el cerebro consigna los movimientos necesarios para mantener el equilibrio al caminar, correr, bailar, atarnos los cordones de los zapatos...

Cuando uno de estos sistemas falla el cuerpo lo compensa con los otros: todo el cuerpo participa y cualquier cambio en una parte requiere una nueva ubicación del resto. Tenemos un ejemplo al subir a un avión. La presión que se ejerce en los conductos auditivos al despegar o al aterrizar puede cambiar toda la sensibilidad corporal produciendo pérdida de equilibrio o darnos la sensación de que nuestra cabeza se quedó en las nubes 

El equilibrio idóneo

Toda acción efectuada en equilibrio tiene las siguientes características:

1. No denota esfuerzo, aunque lleva fuerza y energía. Contemplar las evoluciones de grandes bailarines en el escenario, oír entonar a una gran cantante, observar a un experto esquiador deslizándose por la nieve, ver maestros de taichí o de yoga en acción, nos hace pensar que sus movimientos son sencillos y fáciles. Es una apariencia. En realidad, después de años de aprendizaje de sus respectivas técnicas, continúan repitiéndolas hasta depurarlas de cualquier esfuerzo innecesario. 

2. No ofrece resistencia. Si la ofrece, se debe a que al planear una acción lo hacemos con tensión añadida en otras partes del cuerpo, desde fruncir el ceño a tensar la lengua. O a que no está relacionado con nuestro centro de gravedad. Todo movimiento o fuerza que se engendra o llega al cuerpo debe encontrar una salida a través de él. La única manera de que esto suceda es cuando pasa por la pelvis. El pianista procura que el movimiento de sus dedos sobre el teclado nazca en la pelvis.

3. Es posible cambiar su sentido. Una acción equilibrada, la podremos detener en cualquiera de sus fases, o invertirla sin esfuerzo y sin cambiar la actitud. Exceptuando los movimientos reflejos y los que conllevan inercia, como la deglución y el salto. Pero aún estos, algunos maestros yoghis o de artes marciales pueden invertirlos.

4. Respiramos correctamente. Cuando el aire no entra empujando el diafragma y se queda en la respiración superficial de la parte superior del pecho, algo va mal en el equilibrio de la acción que efectuamos, y con los afectos y emociones que ésta nos produce. Si la respiración fluye hacia el diafragma y alcanza, por la parte anterior del cuerpo, el abdomen y el bajo vientre, y por la posterior, la espalda y todas las ramificaciones nerviosas, andamos por el buen camino del equilibrio armónico.

Estas características del equilibrio físico se pueden aplicar a nuestras emociones, pensamientos y estados de ánimo.

Mejorar el equilibrio

No es fácil tomar conciencia de los actos voluntarios que se hicieron automáticos a fuerza de repetirlos, deslindar los movimientos que son necesarios de los que no, reconocer los hábitos adquiridos por las largas horas de trabajo en una posición o a la hora de estar de pie.

Primero, aprenderemos los movimientos y las posiciones más sencillas, limpiándolos de hábitos nocivos. Los métodos de reeducación postural nos ayudan a ello, tanto el Chikung Contemporáneo, el método Feldenkrais, la técnica Alexander, el Método Mézières o la eutonía nos enseñan cómo conseguirlo. 

El ejercicio físico ayuda a ganar equilibrio y armonizarlo. Cuanto más complejo sea, más equilibrio tendremos. Los mejores ejercicios son los que combinan cambios de ritmo, de dirección, destreza, habilidad, juego,  fuerza y velocidad. Entre ellos, el rey es la danza en cualquiera de sus formas, el surf tanto en el agua como sobre ruedas, el patinete, los patines, el ping pong, las artes marciales, el baloncesto o el balonvolea.

Todo ello dependerá siempre de lo que nos apetezca más y del deseo de comprender y acercarnos al cuerpo. El placer no está reñido con el ejercicio, al contrario. A través de él conoceremos mejor nuestro devenir en la Tierra y por las galaxias. Un viaje único, irrepetible y gozoso que cambia cada día.

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