¿Cómo recobrar la fuerza interior?

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No te dejes paralizar por los sentimientos de culpa. Conserva el ánimo que te lleva a conseguir tus objetivos, aunque estos no siempre se cumplan como te gustaría. Lo importante es el ánimo y aceptar las cosas como llegan en cada momento.

Manuela tiene remordimientos porque no practica en casa el curso de inglés, no consigue ponerse a ello y eso le deja mal sabor de boca. Sucede que cualquier cosa la despista o la entretiene y cuando ha terminado la distracción ya ha pasado el tiempo que tenia para practicar y se queda con ese sabor de boca que es casi como un mal fario.

Quizás el no practicar la lleva a pensar que no tiene voluntad cuando se encuentra sola y que es un desastre porque ya ha pasado por ahí cuando intentó meditar o cuando intentó aprender el Excel. Se habla de manera negativa, se dice que no va bien, que no vale, que no sirve para eso.

La intención primera queda sepultada en un alud de remordimiento y resentimiento contra sí misma. Lo que era luz va transformándose en oscuridad. El ánimo interior que la llevó a iniciar algo que era enriquecedor, como aprender una lengua, se convierte en desánimo.

Manuela se convierte en víctima de sí misma y deja la práctica, deja el camino que la llevaba hacia un destino. Vamos a reflexionar aquí sobre qué hacer para dejar la espiral del desánimo que se produce cuando un objetivo no se cumple, recobrar la fuerza que éste nos proporciona y empoderarnos otra vez.

La vida es un compromiso

Antes que nada deberemos analizar dónde estamos y por qué llegamos hasta aquí. De dónde salió el objetivo, cómo comenzamos, qué es lo que hicimos en el camino, qué es lo que lo hace tan difícil, qué me gusta de él, qué nos puede reportar el objetivo, cuánto tiempo puedo dedicarle en mi vida diaria.

Cuando un camino no funciona, es preciso dejarlo e iniciar otro, pero no dejar el destino. El camino es lo que la vida nos va ofreciendo para realizar nuestros sueños y dejarlo no quiere decir dejar los sueños. Si dejamos de soñar nos alejamos de nuestra esencia.

Si teníamos un faro que nos marcaba una vía a seguir, el hecho de equivocarnos en esa vía no acaba con el sueño, ni con la iluminación de esa vía. No acaba con el objetivo ni con la fuerza que este nos regala. La fuerza que tanto precisamos y que todavía podríamos utilizar para reiniciar otro camino.

Entonces es bueno recordar que la vida es un compromiso. Es una negociación entre lo que nos trae y lo que le ofrecemos y si nuestro objetivo no se cumple como pensábamos es lo más normal. La vida espera algo de nosotros igual que nosotros esperamos algo de ella. Nos plantea preguntas cada día y a cada hora.

Vivir significa también asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la vida plantea. Hacer realidad nuestras intenciones es fruto de una continua alianza con el mundo, con la vida.

Si se sabe reaccionar con brío, las propuestas de la realidad mejoran en mucho la idea que uno había imaginado. Los tesoros y los milagros están ahí esperándonos.

El mejor momento

La vida tiene su tempo y nos trae lo que precisamos en cada momento. Si no podemos practicar hoy, quizás podamos hacerlo mañana, si nuestro objetivo no se cumple hoy, quizás se cumpla mañana y si no el año que viene o en otro momento.

A veces no entendemos el significado hasta dentro de unos años. Entonces hay que practicar la virtud de la confianza y el arte de la compasión. Confianza para esperar atentos y pacientes. Compasión para tratarnos y honrarnos con delicadeza y amor.

Saber la razón por la cual no practicamos nos ayuda a esperar, pero no saberla y esperar es un ejercicio de confianza que marca la vida en positivo. La confianza y la esperanza son en sí mismas una victoria.

La compasión es observar el proceso que iniciamos y aceptarlo con amor. Aceptemos que no practicamos ahora, ni lo hacemos de la manera que hemos pensado, intentando no juzgarnos por ello. Es un gran avance para no entrar en el tobogán del desánimo o de la culpa. Aceptar este momento es la posibilidad de proyectarlo hacia el futuro y transformarlo.

Superar la culpa

Aunque la culpa nos hace víctimas, hay salida. Somos culpables de realizar una acción equivocada como romper un jarrón pero no irremediablemente víctimas sin capacidad de acción.

Si aceptamos lo que hicimos, y ponemos los medios para enmendarnos, comenzamos a responsabilizarnos de ello. Iniciamos el proceso para salir del victimismo. En realidad nada importa si somos culpables de no hacer algo si tomamos la responsabilidad de enmendarlo.

Ni siquiera importa si son culpables los otros. No es culpa nuestra si el tren no llega a su hora, pero sí es nuestra responsabilidad intentar sanar ese desperdicio de tiempo e intentar sacarle el máximo partido y, si hay quejas, dirigir la queja a quien pueda mejorar la puntualidad.

No es culpa nuestra si un amigo nos engaña, pero tenemos la responsabilidad de enfrentarnos a ese dolor, sobreponernos a él para intentar lograr aprender y tener una vida más plena.

El sentimiento de culpa nos atasca en el sufrimiento y la inacción mientras que la responsabilidad nos restaura la fuerza para volver a intentarlo, nos libera. Cuando somos responsables de algo erróneo que hemos hecho en el camino hacia un objetivo, iniciamos el proceso  para salir del rol de víctima.

Es un proceso a la inversa, de restitución del objetivo que perseguíamos y de reconstrucción del ánimo que ese objetivo nos regaló.

Todo es por una razón, entenderlo no es fácil pero así es. Estar atentos a esa razón es un buen camino para ejercitar la responsabilidad, la paciencia y la compasión. Hay que valorar lo que decía la abuela Margarita: “todo es para bien”.

 

Gerard Arlandes