Llamamiento a un ritual en los dólmenes de Antequera para restituir las memorias de la Tierra
A todas las personas guardianas de la Tierra, a las que trabajan por el despertar de las memorias ancestrales de nuestra tierra, a quienes están construyendo comunidad sostenible en ecoaldeas de toda la península, a nuestras alianzas de las comunidades de medicina tradicional de toda América, a las gentes de la Danza del Sol y de la Tierra, a los abuelos y abuelas sabios que trabajan incansablemente para que no se pierdan los saberes antiguos de los pueblos. En síntesis, a todas nuestras alianzas con las que hemos compartido propósito, peregrinación y ceremonia en los últimos 20 años.
Os convocamos el 2 de febrero a partir de las 18.15 h en el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, para que participéis de este acto sembrando vuestros pasos en el recorrido del Laberinto de luz, que Arboleda de Gaia ofrendará entre los dólmenes de Menga y Viera. Allí asistiremos, desde las cuatro direcciones de la península, para dar a conocer y difundir la noticia de la existencia de este importante conjunto ceremonial megalítico de 6.000 años, que alberga en sus piedras las antiguas memorias comunales y de respeto a la naturaleza de nuestros ancestros. La entrada es libre y gratuita, y no es necesario apuntarse previamente.
Nombrado Patrimonio de la Humanidad en 2016, el Conjunto Arqueológico de Antequera está formado por tres santuarios monumentales de tipo dolménico, que conservan intactos sus túmulos y estructuras interiores. Estos son Menga y Viera –dos dólmenes monumentales– y El Romeral –el tholos más grande de la península–.
Se cree que fueron necesarias más de 8.000 personas, procedentes de diversos clanes, para construir estos monumentos que conforman uno de los complejos megalíticos más importantes de la prehistoria europea. Una vez construido, innumerables clanes llegarían allí desde muy lejos, para unirse en las celebraciones de la Tierra y depositar los huesos de sus muertos, ya que estos lugares también eran tumbas comunales. Los templos megalíticos fueron, también, espacios de encuentro y celebración de la Rueda del Año. Los dólmenes de Antequera son anteriores al patriarcado, ya que los expertos afirman que la gente que los construyó era pacífica y carente de jerarquías o armas.
Menga –llamado el dolmen más bello y perfecto del mundo, de una antigüedad que ronda los 6.000 años– es el dolmen de mayores dimensiones de la cultura megalítica, la cual se extendió por toda Europa y el Mediterráneo, encontrándose sus principales centros en Bretaña, Sur de Gran Bretaña, Irlanda y el sur de la península ibérica.
Se cree que Menga y Viera fueron concebidos como una sola obra, aunque Menga se construyó primero. Está claro que Viera fue un sepulcro, en tanto que Menga podría haber sido un espacio interno ceremonial, lo cual explicaría su singularidad. El Romeral, construido 500 años más tarde, es el tholos más grande de la península. Se cree que el complejo antequerano estuvo en uso ceremonial continuado durante unos 2.500 años.
La vinculación del conjunto con las montañas de La Peña y El Torcal, donde se han encontrado importantes vestigios arqueológicos, nos presenta un centro sagrado ceremonial cuya importancia pudo gestarse hace unos 9.500 años hacia el Paleolítico final; y donde, hace unos 6.000 años y ya en el Neolítico, se emprendió la construcción de estos espacios.
Los túmulos, vientres de la madre tierra
Una de las características más importantes de los monumentos de Antequera es que los tres conservan su túmulo o cubierta original, colina circular artificial hecha con piedras y tierra. Todos los dólmenes y tholos estaban cubiertos por un túmulo, pero la inmensa mayoría de ellos ya no existe.
Cuando observamos el paisaje, vemos claramente que estos túmulos simulan un embarazo de la Tierra. Estos templos están literalmente enterrados, representando su pasillo una vagina que desemboca en una cámara final a modo de útero. La estructura misma de la planta de Menga es claramente uterina y, en realidad, también lo son las plantas de todos los dólmenes. La mayoría fueron concebidos para dejar los huesos de los muertos en la cámara-útero final. Cuando, en los equinoccios, el sol penetra como un falo por el corredor-vagina hasta iluminar la cámara-útero final, ésta es inseminada simbólicamente de nueva vida con la fuerza de la luz solar.
Sabemos la importancia que las cuevas tuvieron para nuestros antepasados paleolíticos, para quienes fueron templo, refugio temporal y taller. También sabemos que esa importancia incluía aspectos prácticos, pero también simbólicos. Para la cosmogonía matrística de nuestros ancestros la cueva era el útero de la Tierra, lugar de la renovación de la vida y del renacimiento. En los llamados santuarios profundos de las cuevas rupestres, la humanidad creó el arte ceremonial y los ritos de paso que generaban estados trascendentes de consciencia.
Por tanto, tiene lógica que, cuando durante el neolítico nuestras comunidades pastoras, recolectoras y artesanas acometieron la construcción de templos, perpetuaran ese simbolismo a través construcciones perfectamente integradas en el paisaje que imitaban cuevas uterinas, enterradas bajo túmulos cuya apariencia simulaba un embarazo de la Tierra.
La orientación de los monumentos
La orientación de los 3 monumentos de Antequera es tan singular que llamó la atención del arqueoastrólogo Michael Hoskin, el mayor especialista del mundo sobre el tema que ha estudiado y medido la orientación de más de 3.000 dólmenes de Europa y el Mediterráneo. Hoskin considera única y muy relevante la combinación de orientaciones del conjunto megalítico antequerano.
Si bien Viera tiene la orientación habitual de los dólmenes europeos, que posibilita la entrada del sol por su corredor en los equinoccios, no ocurre lo mismo con Menga y El Romeral. Menga se orienta hacia la montaña llamada La Peña de los Enamorados; en tanto El Romeral mira hacia El Torcal, paraje montañoso único, también Patrimonio de la Humanidad. La alineación de Menga y El Romeral subraya la importancia que tenían esas dos montañas para las primeras comunidades megalíticas
La Peña no sólo es una montaña extremadamente singular por su perfecta representación del perfil del rostro de una persona acostada, sino porque también alberga un abrigo rocoso con pinturas rupestres, característico lugar sagrado neolítico, alineado con Menga, cuya entrada se visualiza perfectamente desde el abrigo.
El Torcal es un conjunto montañoso extremadamente singular, que presenta en sus rocas perfiles que simulan figuras. Lugar misterioso de clima muy cambiante, está sembrado de cuevas. En la Cueva del Toro ya habitaban hace 7.400 años algunas de las comunidades pastoras, artesanas y recolectoras que, siglos después, construirían los monumentos de Antequera. Allí se encontró la llamada “Venus del Torcal”, figura que representa a la Gran Madre prehistórica bajo un cuerpo femenino que toma la forma de las torcas propias de ese paisaje y que ostenta una gran vulva. Esta figura es especialmente importante, ya que vincula estos pueblos con la cultura matrística paleolítica, donde las mal llamadas "venus prehistóricas" eran, en realidad, símbolos protectores que representaban a la ancestra primordial, en este caso clarísimamente la montaña de El Torcal con forma de cuerpo de mujer. Un ejemplo excepcional que demuestra que la Gran Madre era, también, la madre Tierra.
Estas orientaciones telúricas y no celestes de los monumentos de Menga y El Romeral, no sólo sitúan en un tiempo aún más remoto la cosmovisión y el origen de sus constructores, sino que demuestran que el más relevante conjunto megalítico español vinculaba los monumentos con dos parajes naturales sagrados, a la vez que los mismos monumentos “se vestían” a sí mismos como espacios naturales integrados en el paisaje. Clara seña de identidad del culto a la tierra y a la naturaleza característico de nuestros antepasados, para los cuales cultura y naturaleza estaban unidas en un solo concepto.
Probablemente este conjunto ceremonial sito en el enclave antequerano, vía natural de comunicación entre la Alta y la Baja Andalucía y, también, entre la Costa del Sol y la Andalucía interior, ya era un lugar de encuentro, celebración y actividad ritual desde antes de la construcción de los monumentos durante el Paleolítico final.
Notas sobre la estructura de cada uno de los monumentos del conjunto antequerano
Menga
Menga es el que se construyó primero de los tres y es uno de los monumentos megalíticos más extraordinarios del mundo, el más importante conocido en la península ibérica. Ejemplo de la creación de espacio interno que acometieron las comunidades megalíticas, tiene una longitud interna de 27,5 m, una anchura de 6 m y 2,7 m de altura. Situado bajo un túmulo de 50 m de diámetro, fue construido con ortostatos, que son piedras enormes talladas, cortadas y transportadas hasta el lugar.
Su planta tiene forma uterina, y su cámara está compuesta por 7 ortostatos a cada lado. Cubren el techo 4 piedras descomunales que rondan las 250 toneladas. En el amplio espacio central tiene un pozo circular de 1,5 m de diámetro, cavado minuciosamente en la roca hasta conectar, a 19,5 m de profundidad, con las aguas subterráneas.
Su orientación es telúrica, no celestial, y desde su interior se ve, perfectamente enmarcado por la puerta, el perfil humano que La Peña simula.
Menga ha estado abierta siempre, desde hace 6.000 años, y ha sido utilizada a través de generaciones para diversos fines como vivienda, establo, eremitorio, etc., bajo el nombre popular de Cueva de Menga o Cueva del Mengal.
Viera
Situado a pocos metros de Menga, Viera es un sepulcro de corredor, construido también con ortostatos.
Tiene una longitud de 19 m, con 3 tramos separados entre sí por dos puertas perforadas (la primera rota e incompleta). Su ancho es de 1,3 m, y su altura de 2 m. La losa que cubre la cámara es la mayor del sepulcro y alcanza los 5 m de altura. Su túmulo mide 50 m de diámetro.
Está orientado al amanecer del sol de los equinoccios, como es habitual en la gran mayoría de los dólmenes europeos.
El Romeral
Es el tholos más grande de la península. Construido 500 años después que los otros monumentos, su técnica arquitectónica es distinta y está formada por mampuestos, que son lajas de piedra medianas y pequeñas unidas sin argamasa alguna.
Tiene dos cámaras magníficas con forma de colmena, la más grande de 5,2 m de diámetro. Ambas fueron creadas mediante la técnica de aproximación de hiladas cubierta por grandes ortostatos. La puerta de acceso a la cámara es muy elaborada. Dentro de la cámara final hay, en el suelo, una gran piedra caliza de 20 cm de espesor, que parece haber sido un altar para ofrendas.
La orientación de El Romeral también es telúrica, ya que mira hacia El Torcal, paraje simbólico de gran importancia.
Autora: Marianna García Legar