La sabiduría del cuerpo

27.9.2014

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El cuerpo posee una inteligencia innata que podemos proteger y favorecer.

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El cuerpo humano, ente inteligente y con memoria, cuenta con cuarenta y cinco litros de agua, doscientos once huesos, un centenar de órganos, cuatrocientos cincuenta pares de músculos, más de ochocientas clases de tejidos, cien mil genes aproximadamente, los cuales, en la edad adulta, están recubiertos por 4,5 metros cuadrados de piel, sesenta mil millones de células en total se ponen de acuerdo para producir los tres millones de elementos que existen en el Universo, para movernos y conmovernos. Permitiéndonos pensar, escuchar, sentir, mirar, gatear, andar, correr, hablar, leer o ser quienes somos.

Nuestro cuerpo, que incluye el cerebro, se organiza de manera admirable, aprende con diligencia para adaptarse a las más difíciles aventuras que nos trae la vida. Y lo realiza durante años sin esperar nada a cambio, en un ejemplo milagroso de generosidad y humildad. Posee una sabiduría innata que podemos proteger y favorecer. ¿Cómo? De eso van a tratar una serie de artículos que aparecerán mensualmente a partir de este en www.elcorreodelsol.com

Dándonos cuenta

Lo que precisamos para favorecer y aprender de la sabiduría del cuerpo es nuestra atención.

Primero, dirigiremos la atención hacia el interior del cuerpo. Ya que la atención es rápida y fugaz, deberemos tener la paciencia y el humor preparados para saber dónde y cómo está en cada momento. Cuando la atención no se atiene a nuestro cuerpo, observamos a donde ha ido y despedimos amablemente este lugar para volver a nuestro cometido.

El viaje interior por el cuerpo se realiza a través de dos elementos esenciales: la percepción de la respiración y la de sus puntos de apoyo. Enseguida observaremos que poner la atención en la respiración la expande. Y si aguantamos el aire (contando hasta tres) después de inspirar plenamente y lo repetimos después de espirar plenamente, cambia no sólo nuestra respiración, sino la manera como nos apoyamos. Entonces nuestro cuerpo entra en un estado más cercano a la serenidad.

En una segunda fase advertimos el cuerpo partiendo de la postura que tomamos para hacer lo que hacemos o la manera cómo lo hacemos. Y observaremos las señales que nos envía el cuerpo tanto en reposo como en movimiento. Desde ver con que pie comenzamos a andar hasta con que mano tomamos el tenedor, pasando por nuestras cualidades físicas cómo silbar, cualquier señal es importante.

Estemos atentos, pero no juzguemos. Ninguna parte del cuerpo es buena o mala, todas tienen sus cualidades y defectos. Juzgar bloquea el proceso de conocimiento y de apoyo a la sabiduría del cuerpo.

Manos a la obra

Por último existen partes de nuestro cuerpo que responde a factores externos:

• Fijémonos bien en los distintos miembros de nuestra familia; muchos de ellos tienen nuestra posición o hábitos físicos; andan como nosotros, tienen nuestra manera de reír, o de coger los tenedores o de hablar...

• Observemos los movimientos que hacemos a través de un día normal. Si viviéramos en un país lejano serían distintos: en caso de vivir en India nos sentaríamos en el suelo con las piernas cruzadas, lo cual daría a la cadera una movilidad distinta que si nos sentamos en una silla.

• Reparemos en la educación recibida, dónde hemos estudiado, si había clases de educación física, si hemos aprendido a tocar un instrumento, si se fomentaba la lectura en voz alta, si hacíamos teatro, si estudiamos danza, si los pupitres eran cómodos, si en casa se comía siempre a las mismas horas, si nos gustaba ir a la escuela, a que nos gustaba jugar...

Resumiendo: El primer paso para disfrutar de la sabiduría del cuerpo es conocer su punto de partida: sus cualidades, capacidades, ascendencia e influencias.

www.gerardarlandes.com

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Impartido por Gerard Arlandes