Los ritmos de la salud
La armonía entre ritmos biológicos y hábitos personales favorece el bienestar y la salud.
Se despiertan con gran esfuerzo, deambulan cansinamente toda la mañana hasta la hora del almuerzo y empiezan a estar en forma por la tarde o tras acabar la jornada laboral.
Como suelen decir, “no son personas” sin tomar antes una o varias tazas de café. Al menos la tercera parte de los españoles sufren durante todo el año esta especie de “jet lag” que la mayoría de expertos achacan a la falta de sueño. Pero ésta no es una explicación completa. El problema es que funcionan con el reloj interno atrasado y el cansancio es el menos grave de los trastornos que pueden sufrir. Según Till Roenneberg, profesor del centro de Cronobiología de la Universidad Ludwig-Maximilian, la falta de armonía entre los ritmos internos y los hábitos personales y sociales favorece los accidentes, las enfermedades cardiovasculares, la obesidad, la diabetes e incluso el cáncer, entre otras enfermedades.
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La cronobiología es la ciencia que estudia los ritmos y su efecto sobre los seres vivos, la salud y el bienestar. Es una disciplina joven, fundada a mediados del siglo pasado por el médico rumano Franz Halberg, afincado en Estados Unidos desde 1948. Actualmente, a los 93 años y con más de 5.000 artículos publicados, sigue siendo el más importante de los investigadores en cronobiología. Esta nueva ciencia no tiene nada que ver con los populares “biorritmos”. Con esta palabra se conoce la hipótesis basada en las observaciones de Wilhelm Fliess, otorrino amigo de Sigmund Freud, y Hermann Swoboda, profesor de psicología en la Universidad de Viena, sobre la supuesta existencia de un ciclo físico de 23 días y otro emocional de 28 días. Un tercer ciclo intelectual de 33 días fue añadido por Alfred Teltscher, ingeniero de la Universidad de Innsbruck. Las investigaciones realizadas a lo largo de los últimos cien años no han confirmado la realidad de estos ciclos.
Ciclo de sueño y vigilia
Se conocen más de 180 ritmos corporales. Prácticamente cada célula, cada órgano y sistema tiene un ritmo peculiar que fluctúa en periodos de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses o años, según las investigaciones cronobiológicas. El ciclo vital mejor conocido científicamente es el que regula la sucesión del sueño y la vigilia. Se sabe que los recién nacidos llegan a este mundo con un ciclo acortado en unas cuatro horas por lo que se duermen y despiertan a menudo en comparación con un adulto y su sueño no siempre coincide con la noche. A medida que el bebé crece su ritmo madura y a los dos o tres meses se ha adaptado a la sucesión rítmica del día y la noche y puede dormir más seguido. Luego, con los años se establece un patrón personal dentro de cierta tendencia general en cada edad. Así, los niños pequeños y las personas mayores suelen ser matutinos, es decir, se duermen y despiertan temprano. Los adolescentes y jóvenes en cambio son vespertinos: por la noche están en perfecta forma y por la mañana les cuesta despertarse.
Los niños parecen mejor sincronizados con la sucesión natural del día y la noche, sin embargo los adultos, con ayuda de la luz eléctrica, permanecen ocupados o cultivan sus intereses hasta bien entrada la noche. De todos modos, en una persona adulta bien ajustada, alrededor de las seis de la mañana el reloj biológico corta la producción de la hormona del descanso, la melatonina, y ordena que aumente la secreción de hormonas activadoras como el cortisol y la adrenalina. Aumenta también la temperatura del cuerpo y la tensión arterial. A las ocho, cuando despierte, estará preparada para empezar el día.
Los ritmos cósmicos se han transformado en ritmos endógenos
El ritmo de sueño y vigilia y todos los demás son la consecuencia del desarrollo de la vida, a lo largo de millones de años, en un entorno físico donde los ciclos son una realidad. Pero actualmente no son necesarios los estímulos exteriores para que se manifiesten porque han quedado grabados en la información genética. Los ritmos biológicos son endógenos. Lo demostraron Aschoff y Rütger Wever en la década de 1960 y más recientemente Charles Czeisler en la Universidad de Harvard: aislaron completamente del exterior a varias personas voluntarias y comprobaron que sin exposición a la luz ni a cualquier otra referencia del paso del tiempo, sus ritmos biológicos (temperatura, actividad y reposo, tensión arterial...) respondieron con un periodo muy cercano a las 24 horas.
Se conoce la existencia de 20 genes que dirigen el tic-tac interno, pero seguramente hay muchos más. Las alteraciones hereditarias dan pistas sobre estos genes. Existe un “síndrome familiar de fase avanzada del sueño” cuyos afectados se duermen en torno a las seis de la tarde y hacia las 4 de la madrugada ya están listos para empezar el día. En 1999 unos investigadores hallaron el gen causante PER2 que cuando está alterado acelera el segundero.
La luz modula los ritmos
Los ritmos son endógenos y están condicionados por los genes, pero esto no significa que no puedan ser modulados desde fuera. Por la mañana, la luz diurna gradúa el reloj interno como si fuera el termostato de una calefacción y lo coloca en la posición “despierto y activo”. Por la noche, la oscuridad lo apaga. La luz o su ausencia nos ayuda a adaptarnos a los cambios ambientales, como los días largos de invierno o las noches cortas de verano.
¿Cómo actúa la luz? Lo hace a través de unas células especializadas que se encuentran bajo la retina. Pueden captar, incluso con los ojos cerrados, si hay “claridad” u “oscuridad” y dirigen la información al núcleo supraquiasmático. Esta estructura del tamaño de un grano de arroz está por encima del cruce entre los nervios ópticos y funciona como un auténtico interruptor del reloj interno. Allí tiene su origen la orden de secretar determinadas sustancias mensajeras que gobiernan los ritmos corporales. La más investigada de estas sustancias es la melatonina, la hormona del sueño que se vierte en la sangre cuando se hace la oscuridad y que deja de producirse cuando aparece la luz.
Los ritmos corporales explican las fluctuaciones en la capacidad de concentración, la fuerza muscular o la agudeza visual. Pero el organismo no es un caos. Normalmente es una orquesta perfectamente sincronizada, aunque un cambio en los hábitos de sueño o alimentación, un gran viaje o una modificación en el horario de exposición habitual a la luz del día puede alterar el ritmo sueño vigilia básico y con él muchos otros.
Los trabajadores nocturnos y por turnos son las principales víctimas de este desorden que, no obstante, puede alcanzar a cualquiera con hábitos que contradicen las necesidades de su organismo. Sufren problemas de concentración, lo que puede ser fatal en el caso, por ejemplo, de los conductores o los cirujanos. Es sabido que los “errores humanos” se multiplican entre las dos y las cuatro de la madrugada. Aún peor, tienen un riesgo por encima de la media de sufrir enfermedades cardiovasculares y cáncer. Todavía no está demostrado, pero parece ser que la reducción en la producción de melatonina, debido a su exposición nocturna a la luz, puede ser la causa del aumento de tumores.
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No llega a las consultas
Como señalan el doctor Juan Antonio Madrid y sus colegas del Grupo de Cronobiología de la Universidad de Murcia, “los conocimientos básicos de cronobiología aún no se han imbricado en la biología moderna”. Prácticamente no se enseñan en las facultades de medicina y los médicos no los tienen en cuenta en su práctica habitual. Una explicación para esta ignorancia es que la cronobiología, con su visión dinámica de lo que ocurre en el organismo, contradice la idea convencional de que el cuerpo tiende a la homeostasis, es decir, a alterar sus condiciones internas lo menos posible.
Por otra parte, la selecta familia mundial de los cronobiólogos utilizan en sus estudios un lenguaje complejo, plagado de términos matemáticos, biológicos y físicos que resulta apenas comprensible para un médico con la formación académica ordinaria. Sea como sea, la consecuencia es que los médicos no tienen en cuenta que el recuento de linfocitos inmunitarios puede variar hasta un 50 por ciento a lo largo del día, los niveles de hormonas, un 80 por ciento, y las lecturas de la presión sanguínea, un 20 por ciento. Todos estos parámetros están sometidos a ritmos fluctuantes.
El caso de la tensión arterial es paradigmático. Sigue un ritmo diario por el cual se halla en sus niveles máximos entre las seis y las doce de la mañana, mientras que por la noche baja. También posee un ciclo anual: en invierno es más alta que en verano. Si no se valora todo esto puede ocurrir que una persona sea considerada hipertensa porque se le ha medido la tensión cuando se hallaba en su pico matinal, mientras que otra persona con la tensión nocturna elevada no recibirá ningún diagnóstico.
Franz Halberg insiste en que el diagnóstico de la hipertensión exige un control cada hora, durante las 24 horas del día y a lo largo de una semana. Por fortuna la propuesta comienza a calar y España se ha convertido en un país pionero en la investigación del ritmo circadiano de la tensión arterial: la Sociedad Española de Hipertensión ha impulsado el proyecto Cronopres, seguido en 800 centros de atención primaria españoles que cuentan con técnicas de monitorización ambulatoria para un registro continuo de la presión arterial. El proyecto comenzó en 2005 y durará varios años.
Historial preventivo
La lectura del ritmo de la tensión arterial es sólo uno de los parámetros que debieran figurar en el historial médico cronobiológico que toda persona debiera tener, según Halberg. Este historial describiría la evolución de los ritmos corporales (temperatura, frecuencia cardiaca y respiratoria, niveles de hormonas...) de manera que se pudieran detectar precozmente las alteraciones. Incluso sería posible hacerse uno mismo los exámenes e introducir los resultados en el ordenador personal para que los valorara. Son posibles otras utilidades preventivas, como el sujetador dotado de sensor de temperatura que permitió a una colaboradora del padre de la cronobiología descubrir a tiempo un cáncer de mama.
Los ritmos no son decisivos sólo en el diagnóstico, también lo son en el tratamiento. Gracias a los pobres ratones de laboratorio, Halberg pudo demostrar la distinta respuesta del organismo a los medicamentos en función de la hora del día: la misma dosis alta de alcohol mató al 85 por ciento de los animalitos que la recibieron a una hora determinada de la mañana y sólo a un 5 por ciento de los que la tomaron 12 horas más tarde. En el caso de la hipertensión, las tres pastillas protocolarias pueden causar efectos secundarios y no ser eficaz en el tratamiento de la depresión más peligrosa, la nocturna. En cambio, una sola pastilla por la noche, ajustada a las necesidades personales, ayuda eficazmente a corregir el ritmo alterado.
Muchas enfermedades sino todas cursan de manera rítmica y el tratamiento debiera tenerlo en cuenta. Los dolores articulares suelen experimentar un empeoramiento por las mañanas. Los asmáticos sufren más de noche. En todos los casos, una dosis adaptada a las necesidades personales y administrada en el momento adecuado sería más económica y reduciría los efectos secundarios. Por ejemplo, en el caso de los asmáticos, una sola dosis nocturna de broncodilatador puede ser más eficaz que varias diurnas.
Halberg sostiene que la diferencia entre adaptar el tratamiento a los ritmos o no hacerlo es la que hay entre la vida y la muerte. El ejemplo se encuentra en las terapias contra el cáncer. Si se aplica radioterapia en la hora del día en que el tumor alcanza su máximo de temperatura aumenta la eficacia del tratamiento y se reducen las probabilidades de recidiva. También disminuyen un 10 por ciento en el cáncer de mama si se opera después de la ovulación. El 51 por ciento de los pacientes de cáncer colorrectal tratados con quimioterapia y teniendo en cuenta las indicaciones cronobiológicas en el Hospital Paul Brousse, en Villejuif (Francia) respondieron positivamente y con pocos efectos secundarios, en comparación con el 29 por ciento de los pacientes tratados de manera habitual. En nuestros hospitales, donde las máquinas de radioterapia funcionan las 24 horas del día, resulta difícil imaginar que se adapte la sesión al ritmo del paciente.
Ritmo de la medicina natural
La filosofía de las medicinas naturales está mucho más cerca de la cronobiología que la convencional. Forma parte de la tradición naturista observar la evolución del paciente además de su estado actual, así como las fases de la enfermedad. El cuerpo es visto como algo dinámico, dotado de impulso para autocurarse.
Los médicos antroposóficos tienen en el ritmo uno de sus principios fundamentales. Destacan que los ritmos se organizan de manera que durante el día se gaste la energía y por la noche favorezcan la reparación y el crecimiento. Según ellos, la salud es en buena parte la consecuencia de la buena adaptación a los ciclos del entorno, que deben reflejarse en los hábitos personales. Por eso proponen que se compensen las horas de actividad con las de sueño necesario, las de trabajo con las de descanso, las que se pasan fuera con las que se pasan en casa. No es extraño que prescriban medicinas que deben tomarse por la mañana o por la noche porque sus cualidades se adaptan al estado del organismo en ese momento.
A los homeópatas les interesa la respuesta del cuerpo en cada momento del día y estación del año. Así pueden determinar el tipo constitucional del paciente. A los médicos tradicionales chinos también quieren saber el momento en que aparecen los síntomas, porque puede indicar cuál es el origen del desequilibrio. Además aseguran que cada órgano y sistema fisiológico tiene un ciclo de actividad y que en un tratamiento será más eficaz si se aprovecha este detalle. Por ejemplo, una sesión de acupuntura para tratar un desequilibrio en el riñón es más eficaz si se realiza entre las cinco y las siete de la tarde.
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Los osteópatas van más allá y aseguran haber descubierto un ritmo: el latido del líquido encefalorraquídeo, que baña el cerebro, las meninges, la médula y los nervios espinales. Llaman a este pulso movimiento respiratorio primario, cuya frecuencia es de 6 a 12 movimientos por minuto, la “respiración de la vida” y cuando está alterado tratan de normalizarlo mediante presiones suaves y relajantes en ciertas zonas del cráneo y de la columna.
Tener en cuenta la existencia de ritmos biológicos no sólo es importante para los médicos. A cualquier persona interesada en conocerse mejor y cuidar su salud y bienestar le conviene observar sus ritmos corporales y vivir de manera que se mantenga su armonía, es decir, sin llevarles la contraria.
Cómo poner en hora el reloj interno
LUZ MATUTINA. Las personas que trabajan al aire libre son las que menos trastornos del ritmo sufren. Si está alterado y se padecen síntomas como somnolencia durante el día, insomnio por la noche, cansancio, irritabilidad y falta de concentración conviene exponerse a la luz de la primera hora de la mañana. Por la noche es aconsejable reducir la exposición a la luz, incluso la artificial.
EJERCICIO Y HÁBITOS. Si por razones de trabajo se pasa casi directamente de la cama a un espacio interior dominado por la luz artificial, conviene permanecer cerca de una ventana. Una sesión de ejercicio intenso a primera hora de la mañana puede ayudar a poner en hora el reloj biológico mejor que una taza de café. Realizar las comidas siempre a la misma hora y tener rutinas diarias en la actividad ayuda a que los ritmos internos se armonicen.
FOTOTERAPIA. La exposición a una luz clara, intensa, similar a la diurna en el momento de despertarse ayuda a los trabajadores nocturnos a adaptarse a su horario. En estos casos lo importante es establecer un patrón constante de sueño: acostumbrarse a dormir por las mañanas completamente a oscuras y exponerse a la luz del día por la tarde. Es importante mantener este patrón durante el fin de semana.
VIAJES. En los viajes largos se produce el jet lag o “disritmia circadiana”. Cuando se viaja hacia el oeste, el periodo de adaptación del sueño suele ser de un día por cada hora de diferencia horaria. Si el viaje es hacia el este son necesarios tres días por cada dos horas. La adaptación de la temperatura corporal y de las hormonas se retrasa semanas. Ponerse antifaz o permanecer con los ojos cerrados mientras se viaja puede ayudar en el proceso de adaptación. Luego conviene retrasar el sueño hasta la noche. Si se despierta temprano hay que permanecer a oscuras en la habitación durante una hora o hasta que salga el sol.