Las islas británicas se enfrentan a la mayor sequía en 46 años
Tras romper el techo de los 40 grados, las islas británicas se enfrentan en el mes de agosto a la mayor sequía en 46 años.
Los seis primeros meses del 2022 -con 330,9 milímetros de agua de lluvia por metro cuadrado- han sido los más secos desde la ola de calor de 1976. En algunas zonas del sur y del este de Inglaterra se ha registrado menos de un milímetro a lo largo del mes de julio, que podría ser declarado el más seco de los últimos 256 años.
"En varias partes el Reino Unido ha llovido menos que en el Sahara a lo largo de julio", declaró a The Daily Mail Brian Gaze, meteorólogo de The Weather Outlook. "La tierra está completamente seca y hay muy poca lluvia prevista en las primeras semanas de agosto".
La Met Office ha advertido de la posibilidad de una nueva ola de calor con la llegada de agosto, con temperaturas entre los 30 y los 35 grados. El récord absoluto en el Reino Unido se registró el pasado 19 de julio, con 40,3 grados en Coningsby, Lincolnshire, al norte de Londres.
Las imágenes por satélite de la NASA con el sureste de Inglaterra como una mancha marrón, en contraste con el verde tradicional de la campiña inglesa en julio del 2021, han tenido una gran impacto en la opinión pública. Las imágenes fueron difundidas online por el meteorólogo de la BBC Dan Holley, con una clara advertencia lanzada a los escépticos: "Y luego dicen que estamos exagerando el cambio climático"...
Según Mark McCarthy, director de Ciencia de la Met Office, la causa de fondo puede ser "el deplazamiento del sistema de lluvias hacia el norte" experimentado desde antes del verano. Mientras en Islandia y Suecia están teniendo un verano más húmedo de lo habitual, "la lluvia no ha acudido a su cita en grandes partes de Europa", argumenta el científico británico.
El período de enero a junio del 2020 figura en el puesto número 12 en los semestres registrados desde el año 1900. Solamente en febrero se registraron precipitaciones superiores a la media. La situación se ha agravado desde mayo y gran parte de Inglaterra, salvo el noroeste, se encuentra ya bajo la designación de "tiempo seco prolongado". La última sequía en el Reino Unido se declaró en el 2018, en otro verano inusualmente caluroso.
El Gobierno británico convocó el martes una reunión de emergencia del National Drought Group (Grupo Nacional de la Sequía) para estudiar un plan de acción a partir de agosto. Thames Water, que sirve a 15 millones de hogares, ha advertido a sus clientes que introducirá restricciones en los próximos días.
El uso de las mangueras de riego en los jardines, como ocurrió hace cuatro años, puede verse severamente restringido. La Royal Horticultural Society ha divulgado esta misma semana instrucciones a millones de miembros para crear jardines "resilientes" con especies mejor adaptadas a la falta de agua.
"Las reservas de agua se encuentran a tres cuartas partes de su nivel habitual y la situación no es aún preocupante", reconoció Stephen Burt, profesor de la Universidad de Reading. "Pero si los meses siguientes sigue sin llover y tuviéramos un invierno seco, el próximo verano podríamos enfrentarnos a problemas de suminitro", agregó Burt, que trajo la memoria la sequía prolongada de 18 meses de desde mayo de 1975 hasta la ola de calor que asoló el país en el verano de 1976.
El número de incendios en zonas forestales casi se ha duplicado en un año (de 247 a 442) en Inglaterra y Gales. David Swallow, al frente del Consejo Nacional de Jefes de Bomberos, ha advertido que ha llegado el momento de "reconocer el riesgo" del calor extremo y adaptar los efectivos, especialmente en las ciudades.
"En Londres hemos contemplado escenas que yo no creí llegar a ver en la vida", admitió por su parte Andy Roe, jefe la brigada de bomberos de la capital británica. "Yo calificaría lo que experimentamos ese día como "sin precedentes"", agregó Roe, que confirmó el récord de actividad desde la Segunda Guerra Mundial: 1.146 salidas en un día.
Las 16 casas adosadas que ardieron como un dominó en Wennington, al este de Londres, sirvió de trágico aviso a una ciudad poco preparada para hacer frente a estas temperaturas (la media en julio suele ser de 20 grados). Más de 100 bomberos participaron en las tareas de extinción y advirtieron que con vientos mayores, la escenas podrían haberse replicado en otras partes de la ciudad, en una secuela del Gran Incendio de Londres de 1666.