¿Qué lámparas ahorran más y contaminan menos?
La iluminación se lleva el 20% de la factura doméstica en electricidad. Si elegimos la tecnología correcta podemos ahorrar y reducir el impacto ambienta.
Según un informe publicado por la Agencia Internacional de la Energía, un 20% de la electricidad consumida se destina a la iluminación, cifra que se podría reducir a la mitad si se usaran lámparas más eficientes. Al criterio energético habría que añadir que la luz tuviera un color agradable y que se utilizara la menor cantidad posible de materiales tóxicos en su fabricación.
Las fuentes de luz más ahorradoras son las lámparas de sodio y baja presión y las de descarga de alta eficiencia, pero muy rara vez se utilizan en casas particulares. El tercer lugar en la clasificación de la eficiencia lo ocupan los fluorescentes tradicionales. Los más económicos son los que ofrecen una luz azulada, pero crean un ambiente un tanto mortecino. Otra gran desventaja es que producen un molesto parpadeo.
Las bombillas fluorescentes compactas gastan algo más, pero no parpadean y su calidad de color es similar a las incandescentes. Existe una amplia variedad de tamaños y formas, consumen cuatro veces menos que una incandescente y duran ocho veces más –de 5.000 a 15.000 horas–. Eso significa que a las 500 horas ya se ha amortizado la diferencia en el precio.
Los aficionados al cálculo estiman que cambiar una bombilla incandescente por una fluorescente compacta implica un ahorro de emsiones de gases con efecto invernadero equivalente a dejar de quemar 200 kilos de carbón. Y, continuando con las matemáticas, si en todas las casas europeas se cambiaran tres bombillas incandescentes por compactas, el efecto sobre la contaminación ambiental equivaldría a retirar 3,5 millones de coches de las carreteras.
Para hacer la sustitución obteniendo igual cantidad de luz, hay que dividir el consumo en vatios de la incandescente entre cuatro. Así, una bombilla de 60 vatios puede cambiarse por una de 15 vatios. Ahora bien, no todas las fluorescentes compactas tienen la misma calidad y eficacia. Su calificación energética puede ser A o B. Las primeras, aunque son más caras, duran hasta dos veces más.
Fluorescente compacta: elegir calificación energética A y con logo RoHs.
Las fluorescentes compactas no están libres de problemas. El principal es que contienen pequeñas cantidades de mercurio, bromo y plomo, unos metales pesados muy contaminantes. Si todas las bombillas fueran a parar a un centro de reciclado, no sería un gran inconveniente, pero la realidad es que muchas acaban en vertederos e incineradoras, con el consiguiente riesgo de que contaminen el aire y el agua. Las bombillas que cumplen la normativa europea RoHs –se puede ver un logo con la palabra en la caja– son las que contienen menos mercurio y nada de plomo en los contactos y soldaduras.
Otra desventaja según los expertos es que generan un campo magnético de alta frecuencia que podría causar a personas sensibles cansancio, dificultades de concentración, dolor de cabeza y nerviosismo. Pero basta con alejarse 1,5 metros para quedar fuera del campo.
Las luces halógenas son sólo un poco mejores que las incandescentes. Se han hecho populares porque ofrecen una luz clara, brillante y puntual, idónea para conseguir efectos decorativos, pero se calientan en exceso –convierten la energía en mucho calor y poca luz– y suelen usar transformadores que consumen incluso cuando la luz está apagada. Por eso conviene instalar sistemas que corten el suministro automáticamente cuando los halógenos no estén encendidos.
La tradicional bombilla incandescente de Alva Edison, por último, está lista para convertirse en objeto de museo. La principal razón: de la energía que consume, el 95% se dedica a que el hilo de volframio alcance una temperatura de 2.500 ºC y sólo el 5% restante sirve para generar luz. En realidad, es más una estufa que un sistema de iluminación, aunque durante el siglo XX prestó grandes servicios.
La mejor alternativa es el LED
La verdadera gran opción ecológica es el LED (Light Emitting Diode). Se basa en una tecnología sofisticada, pero muy simple, que sólo utiliza un material semiconductor no contaminante, plástico y un poco de cobre. Los leds actuales ofrecen una luz blanca de gran calidad y su duración es increíble: entre 60.000 y 100.000 horas; es decir, diez veces más que una fluorescente. Por otra parte, su consumo es menor que el de las fluorescentes compactas.
A la hora de adquirir un LED, vale la pena tener en cuenta la siguiente norma: su consumo en vatios ha de ser la quinta parte de la bombilla incandescente. Así, una bombilla de 60 vatios se puede sustituir por un LED de 12 vatios o 2 de 6.
Hábitos ecológicos
- Hay que aprovechar la luz natural y apagar las luces siempre que no sean necesarias. Para ello, la instalación de sensores de movimiento en recibidores y pasillos puede ser muy útil. Este consejo vale también para las fluorescentes compactas.
- La idea extendida de que gastan más energía durante los primeros minutos después de haber sido encendidas es falsa: la entrada de más energía dura menos de una centésima de segundo. En cambio, sí es cierto que apagándolas y encendiéndolas a menudo disminuye su vida operativa.
- Por otra parte, además de la bombilla, las lámparas están compuestas de otros materiales más o menos sostenibles. El acero o el aluminio se prestan a diseños muy bonitos y limpios, pero su producción implica un gran gasto energético y emisión de contaminantes. Mucho más recomendables son las lámparas fabricadas con materiales naturales como la madera o el bambú. Aún más sostenible es sacar a relucir la propia creatividad para confeccionar una lámpara exclusiva y personal con materiales reciclados o recuperados.